Título original: The Navigator: A Medieval Odyssey
Director: Vincent Ward
Australia/Nueva Zelanda, 1988, 92 minutos
Navigator, una odisea en el tiempo (1988) de Vincent Ward |
Tal y como sucedía en la mítica El Mago de Oz (1939), las imágenes de esta odisea medieval en el tiempo alternan el color con el blanco y negro en función de si sus personajes se hallan en uno u otro mundo. Porque, por mucho que la trama se preste a innumerables lecturas, su planteamiento es, en cambio, harto sencillo.
Inglaterra, siglo XIV: acuciados por los estragos de la peste bubónica, los habitantes de una pequeña aldea toman la determinación de excavar un corredor subterráneo que los conduzca al otro lado de la Tierra... Sólo que, cuando vean por fin la luz, además de aparecer en Nueva Zelanda se encontrarán también con que están en pleno siglo XX.
Liderados por un muchacho cuyas visiones ni él mismo es capaz de descifrar, los expedicionarios deberán hacer frente al difícil reto de forjar una cruz de acero para después plantarla en la cima de la torre de una catedral. Y todo ello en un entorno hostil poblado por extraños artefactos que parecen cosa de brujería.
El cine de los ochenta, tal vez bajo el influjo de un cierto milenarismo posmoderno, frecuentó reiteradamente la Edad Media como símbolo de un período histórico tenebroso que nos devolvía la imagen de la barbarie en la que pudiera desembocar nuestra, en teoría, confortable sociedad del bienestar. En esa línea, Excalibur (1981), Lady Halcón (1985), El nombre de la rosa (1986), La princesa prometida (1987) o Willow (1988) son sólo algunas de las cintas que conectan estilística y temáticamente con The Navigator.
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