Título original: The Phantom of The Opera
Director: Rupert Julian
EE.UU., 1925, 93 minutos
El fantasma de la Ópera (1925) |
El mítico productor de origen alemán Carl Laemmle (1867–1939) concibió crear, a partir de 1916, un complejo entramado de locales de exhibición con la finalidad de explotar las cuantiosas producciones de los estudios Universal. Los dividió en tres categorías distintas: las salas Red Feather (destinadas a las creaciones de bajo presupuesto), las Bluebird (especializadas en estrenos para todos los públicos) y las Jewel (que estarían dedicadas a las costosas superproducciones de prestigio). Para ser lanzada en estas últimas, se gestó en 1923 la adaptación de la novela Le Fantôme de l’Opéra del francés Gaston Leroux. Y no se reparó ni en medios ni en presupuesto, a juzgar por el resultado final: de hecho, los carteles publicitarios de la época presumían, como dato impactante, de los alrededor de 5000 extras que habían intervenido en el rodaje de la película.
Con todo, en un primer momento Laemmle no pareció convencido de que la película pudiera gustar al público, lo cual llevaría a retocar o eliminar diversas escenas en el montaje definitivo. Finalmente, el film se estrenará el 15 de noviembre de 1925, convirtiéndose enseguida en un éxito rotundo de taquilla. Tanta fue la notoriedad adquirida por esta versión de El Fantasma de la Ópera que, en 1929, se presentaría, incluso, una versión sonorizada de la misma.
Escena del baile de disfraces rodada mediante un primitivo Technicolor |
Dirigida por el hoy olvidado Rupert Julian (un neozelandés errante que previamente había trabajado como actor), entre los muchos y diversos alicientes que ofrecía esta adaptación de El Fantasma de la Ópera se encontraba el hecho de contener diversas escenas rodadas en un primitivo Technicolor bícromo que para la época suponía todo un atractivo. Igualmente impresionantes fueron los espectaculares decorados que recreaban con todo lujo de detalles las interioridades de la Ópera Garnier de París. Por cierto que, hacia el final de la película, aparece momentáneamente la fachada de la catedral parisina: se trata, en realidad, de parte de la decoración utilizada en El jorobado de Notre-Dame (1923), la película cuya popularidad se pretendía emular.
Lon Chaney (apodado, con toda justicia, “el hombre de las mil caras”) había destacado en aquella producción interpretando el papel de Quasimodo, así que parecía lógico que la Universal apostara de nuevo por un título de similares características. Para esta ocasión, el actor se atrevió a transformar completamente su rostro mediante dolorosas técnicas, llegando incluso a la introducción de alambres a través de las fosas nasales.
No sería esta, ni mucho menos, la última vez que la industria del cine se interesara por el mítico habitante de los sótanos de la ópera de París. De las posteriores adaptaciones merece la pena destacar la protagonizada en 1943 por Claude Rains, la ópera rock Phantom of the Paradise (dirigida en 1974 por Brian de Palma) y la que hiciera Joel Schumacher en 2004 a partir del musical de Andrew Lloyd Webber, el cual, a su vez, lleva representándose ininterrumpidamente en los escenarios de todo el mundo desde su estreno en 1986.
El actor Lon Chaney antes y después de una sesión de maquillaje |
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