domingo, 5 de junio de 2016

Embajadores en el infierno (1956)




Director: José María Forqué
España, 1956, 96 minutos

Embajadores en el infierno (1956)
de José María Forqué

Esta obra aspira a ser una síntesis de la aventura vivida por aquellos oficiales y soldados que, enrolados en la División Azul, y prisioneros más tarde en los campos de Rusia, sirvieron los mismos ideales que inspiraron nuestra Cruzada. Salvo las obligadas variaciones exigidas por los límites cinematográficos, los episodios que jalonan la obra son históricos. Históricos son sus protagonistas e histórico el drama interior de sus corazones. Al ejemplar espíritu de los que regresaron y a los que allá murieron sin conocer la dicha del retorno va dedicada esta producción, como el más modesto de los homenajes.

Inspirada en el libro Embajador en el infierno (Premio Nacional de Literatura 1955 y Premio de Literatura "Ejército" 1956) del Capitán Teodoro Palacios Cueto (once años cautivo en Rusia) y Torcuato Luca de Tena, el presente filme llegó de rebote a manos de José María Forqué tras la renuncia a dirigirlo por parte de Sáenz de Heredia. Y es que no era nada fácil, dado su contenido y la situación política que atravesaba España, ponerse al frente de una producción propagandística abiertamente anticomunista, pero filmada en un momento en el que el régimen franquista pugnaba por desembarazarse de su pasado fascista en aras de proyectar al mundo una imagen más moderna que le permitiera acabar de consolidar sus nuevas alianzas internacionales, en especial con Estados Unidos.



Es en este contexto de la Guerra Fría que se rueda Embajadores en el infierno. De ahí que no haya en la película referencias explícitas a la Falange ni se cante el Cara al sol, aunque sí que se remedan en un par o tres de ocasiones los compases iniciales de dicho himno. Otra cosa son los insertos del yugo y las flechas que, una vez acabado el rodaje y presentada la película a censura, se obligó a incluir junto con la voz en off cuyas palabras iniciales reproducimos al frente de esta entrada.

Pero al margen de lo panfletario de su contenido, hay que reconocer que formalmente estamos ante un trabajo bien filmado, en especial las escenas rodadas en la nieve, recreando de un modo más que verosímil los escenarios soviéticos en los que en teoría transcurre la historia. Lo mismo puede decirse de los campos de concentración, así como de las interpretaciones de un elenco de actores de entre los que descolla el portugués Antonio Vilar en el papel del Capitán Ricardo Adrados.

Antonio Vilar es el Capitán Adrados

Adrados representa al militar español fiel a sus ideales: "Antes morir que ceder" es el lema por el que se rige y el mismo que impone a sus hombres. El Teniente Alvar, en cambio, al que da vida el actor Luis Peña, encarna todo lo contrario: el mercenario sin escrúpulos que no duda en cambiarse de bando con tal de sobrevivir. Pero al final, ¡oh, justicia poética!, los primeros se salvarán y los felones pagarán cara su traición.

La única pega, y no es poca la ironía, es que en determinados momentos se reivindique la Convención de Ginebra y demás derechos de los prisioneros de guerra cuando la España de Franco cometió las mismas atrocidades... En fin, quede Embajadores en el infierno como testimonio de los mecanismos de propaganda que se utilizaron durante la dictadura militar y de cómo el victimismo también fue un elemento del que se sirvieron los vencedores para la creación de su discurso oficial.


No hay comentarios:

Publicar un comentario