Título original: Rio Bravo
Director: Howard Hawks
EE.UU., 1959, 141 minutos
Dicen que dice Tarantino (en esto, como en todo, allá cada cual con creérselo o no) que cuando inicia una relación con una mujer le hace ver Río Bravo: si le gusta la película, la cosa tira adelante; pero si no... entonces mejor dejarlo. La anécdota, probablemente apócrifa, revela, sin embargo, hasta qué punto este wéstern tardío de Howard Hawks se ha convertido en un filme de culto.
Su rodaje, en cambio, vino precedido de un parón profesional de cuatro años (motivado por el fracaso en taquilla de su anterior trabajo: Tierra de faraones) durante los que el director se trasladó a vivir a Europa. Y sería en el viejo continente donde Hawks se dio cuenta de lo populares que eran aún las películas del Oeste, cuyos estereotipos habían dado lugar a un imaginario fascinante.
No sólo buena parte del reparto había trabajado con John Ford, sino que en planos como éste, calcado de The Searchers, su influencia es notable |
De ahí que en Río Bravo los personajes tengan más relevancia que la propia trama: el sheriff que nunca se da por vencido (John Wayne), el ayudante alcoholizado a causa de un desengaño amoroso (Dean Martin), el joven aguerrido (un Ricky Nelson de apenas dieciocho años)... Nómina en la que no podían faltar ni la chica (Angie Dickinson haciendo de tahúr seductora) ni el cascarrabias entrañable (Walter Brennan).
Los jóvenes de la Nouvelle vague francesa, sensibles, como es bien sabido, a la política de los autores, vieron en Hawks a un cineasta con estilo propio, capaz de profundizar en la psicología de sus personajes, dispuesto a demostrar mediante Río Bravo que la actitud prudente del marshal Kane no era la más adecuada en Sólo ante el peligro, película de la que, en cierto modo, se considera la réplica un tanto paródica, como demuestran la escena de los cartuchos de dinamita o la actitud bufa del cojo Stumpy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario