Título original: Les félins
Director: René Clément
Francia, 1964, 93 minutos
Los felinos (1964) de René Clément |
Quand on parlait de cet homme discret, on lui collait l'étiquette de « grand technicien ». Dans un pays qui ne jure que par « l'auteur », un tel qualificatif est péjoratif. Mais ne vaut-il pas mieux, parfois, être un grand technicien qu'un petit auteur ?
Bernard Génin
« René Clément, le perfectionniste »
Télérama, 02/03/2012
Creer que en la Francia de los sesenta sólo existió la Nouvelle Vague es tan osado como inexacto: mucho antes de que los jóvenes realizadores forjados como críticos diesen el salto a la dirección desde las páginas de Cahiers du cinéma, hubo un hombre que ya había transitado antes por esos mismos derroteros. Sin embargo, para los Godard, Truffaut y compañía el cine de René Clément mereció a menudo una cierta indulgencia compasiva, motivada por lo heterogéneo de la obra del autor de La bataille du rail (1946), en cuya filmografía la variedad de géneros tratados podría inducir a pensar en la ausencia de un estilo definido.
Algo fácilmente desmentible si revisamos películas como Les félins (1964). Ahondando en la misma línea de film noir que ya ensayara en Plein soleil (1960), Clément volvió a requerir los servicios de un Alain Delon definitivamente encasillado en el rol de buscavidas granuja y atractivo al que, tarde o temprano, la suerte deja de sonreírle. Ante sí, convertido en chófer a su servicio, tendrá a dos bellas americanas: Melinda (Jane Fonda) y la viuda Barbara (Lola Albright, fallecida, por cierto, el pasado mes de marzo a los 92 años).
El título, lo mismo en francés que en castellano, alude al carácter taimado de unos personajes sin escrúpulos, siempre dispuestos a tirar de su astucia con tal de salirse con la suya. Como Marc (Delon), de profesión manipulador: hábil con las cartas y con las mujeres, su existencia es la del don Juan acostumbrado a seducir esposas de millonarios para vivir a su costa. Hasta que tiene que salir pitando de Nueva York (donde arranca la acción) porque el airado marido de una de ellas, capo de la mafia, le envía a sus matones para que acaben con él.
Así es como recala en la Riviera francesa, donde, tras huir in extremis de sus perseguidores, logrará refugiarse en el Asilo de la redención, albergue para indigentes regentado por un sacerdote al que la señora Hill y su prima acuden dos veces por semana para llevar a cabo labores de caridad. De allí, Marc pasará a la lujosa mansión neogótica repleta de obras de arte en la que conviven ambas mujeres rodeadas de cabezas de jíbaro y espejos que esconden más de lo que reflejan...
La soberbia banda sonora del argentino Lalo Schifrin, uno de sus primeros trabajos para la gran pantalla, aportaba al conjunto ese característico dinamismo jazzístico que más tarde harían célebre sus composiciones para Hollywood (Bullit, Misión imposible, Harry el sucio...), mientras que, por otra parte, Costa-Gavras hacía sus pinitos en el mundo del cine como ayudante de dirección de Clément.
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