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domingo, 9 de junio de 2024

Un método peligroso (2011)




Título original: A Dangerous Method
Director: David Cronenberg
Reino Unido/Alemania/Canadá/EE.UU./Suiza, 2011, 100 minutos

Un método peligroso (2011) de David Cronenberg


Llegado al término de estas lecciones, quiero hacer constar, sin que ello constituya un mero artificio oratorio, que reconozco y lamento todos los defectos y las lagunas de mi exposición. […] De todos modos habéis de tener en cuenta que la materia cuya exposición he emprendido ante vosotros se halla aún en pleno desarrollo y que, por tanto, su exposición ha de resultar, como ella, incompleta.

Sigmund Freud
Introducción al psicoanálisis
Traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres

Aparte de una cuidada fotografía que remite a las tonalidades propias de la pintura decimonónica, el otro rasgo que llama de inmediato la atención en la puesta en escena de A Dangerous Method (2011) es quizás la contención de las actuaciones. Así pues, los intérpretes adoptan una parsimonia que conecta de pleno con la sofisticación un tanto aristocrática de aquella Viena finisecular donde nació una nueva disciplina científica que estaba llamada a dinamitar los prejuicios de la moral burguesa.

Es en ese contexto, cuando Freud (Viggo Mortensen) ya goza de una posición consolidada como padre del psicoanálisis, que emerge la figura del joven Jung (Michael Fassbender). De hecho, el guion de la película, basado en una pieza teatral de Christopher Hampton y el libro de John Kerr, hace que el protagonismo recaiga más sobre el discípulo que sobre el maestro, quienes forman un curioso triángulo cuyo vértice sería una paciente, Sabina Spielrein (Keira Knightley), que con el tiempo llegará a ser amante de Jung y después incluso eminente psicoanalista ella misma.



Independientemente de que los hechos descritos sean verídicos, lo cierto es que el planteamiento de David Cronenberg se queda a medio camino entre la reconstrucción histórica y el carácter transgresor de otros trabajos anteriores del cineasta canadiense. Por eso las escenas de contenido masoquista entre Jung y frau Spielrein pudieran parecer forzadas cuando no ridículas, considerando además las exageradas muecas con las que la actriz adorna a su personaje a la hora de evidenciar que la joven padece algún tipo de trastorno histérico.

No obstante, y si bien a nivel argumental se abusa de los saltos temporales o no acaba de quedar del todo clara la relevancia de algunos personajes, como el de Vincent Cassel, lo cierto es que la impecable dirección artística, ya se trate de las localizaciones o el vestuario, está muy por encima del resto. También la banda sonora de Howard Shore, una partitura de resonancias minimalistas que sirve de marco perfecto para las disquisiciones de los protagonistas. Por ejemplo cuando Freud le confiesa a Jung que, como Colón o Galileo, él sólo ha abierto una puerta, aunque sin saber muy bien a dónde conduce.



martes, 5 de mayo de 2020

Big (1988)




Directora: Penny Marshall
EE.UU., 1988, 104 minutos

Big (1988) de Penny Marshall


Tal y como veíamos ayer al comentar Ghost, el encanto de estas películas ochenteras radica en su habilidad para hacer que lo fantástico irrumpa en lo cotidiano como si tal cosa. Alterando una normalidad que los personajes intentarán restablecer por todos los medios, no sin antes experimentar profundos cambios en lo personal, de los que saldrán fortalecidos cuando las aguas vuelvan a su cauce.

Tras haber debutado en la dirección de largometrajes con Jumpin' Jack Flash (1986), la actriz y realizadora Penny Marshall (1943–2018) afrontaba su segunda película con el reto de hacer verosímil que un chaval de doce años se despierte una mañana habiéndose transformado en... Tom Hanks. Fueron muchos los intérpretes que habían rechazado previamente ese papel (De Niro, Travolta, Harrison Ford...), aunque el actor, como volvería a demostrar algunos años después en Forrest Gump (1994), posee un encanto especial para meterse en la piel de un niño.



En ese orden de cosas, también merece una mención especial la evolución que experimenta a lo largo del relato el personaje de Susan (Elizabeth Perkins), sofisticada ejecutiva, en un principio, cuya agresividad se irá paulatinamente suavizando conforme avance su relación con el tierno Josh (Hanks).

Narrada como si de una fábula se tratase, mediante la prodigiosa intervención del "mago" Zoltar, Big se benefició, sin duda, de la particular sensibilidad de su directora, capaz de llegar al fondo de la cuestión en una cinta que, además de ser un mero blockbuster para el entretenimiento, planteaba cuestiones tan profundas como la necesidad de preservar la pureza del crío que un día fuimos, en un mundo en el que crecer no siempre significa madurar.