lunes, 30 de noviembre de 2015

Ella, él y sus millones (1944)




Director: Juan de Orduña
España, 1944, 100 minutos

Ella, él y sus millones (1944) de Juan de Orduña


Aunque a muchos pueda sorprenderles, el cine español de los años cuarenta tuvo también sus conatos de screwball comedy. En la superproducción Cifesa Ella, él y sus millones se dan cita los ingredientes necesarios para ello: un rico hacendado obsesionado con emparentar con la nobleza a toda costa y al precio que sea, unos duques arruinados dispuestos a todo con tal de reflotar su maltrecha economía, diálogos rapidísimos y brillantes, lujosos salones de baile y una cabra. ¡Ah...! Y Pepe Isbert, que siempre viene bien para que las comedias sean todavía más ocurrentes.

Los estrafalarios hijos del duque de Hinojares: Loyola, Noemí y Diana

El guion se basó en la obra de teatro Cuento de hadas de Honorio Maura y fue desarrollado por Alfredo Echegaray, Manuel Tamayo y el propio Juan de Orduña. La película contó, además, con la participación de Francisco Rovira Beleta (futuro director catalán del que últimamente hemos comentado varios títulos de su filmografía) en tareas de ayudante de dirección.

Pero concretando un poco los ingredientes arriba expuestos, sería preciso destacar especialmente el ampuloso e inacabable discurso sobre si el rey Favila de Asturias murió o no "a manos" de un oso, que don Ramón, duque de Hinojares, (magnífico Pepe Isbert) prepara con la ayuda de su secretaria: curiosamente, su hija en la vida real (María Isbert). O cómo Salazar encarga a Carlos, marqués de Minares y yerno del anterior, que le busque alguna mujer de la nobleza para casarse con ella (con el consiguiente mosqueo de Ana María, esposa de Carlos, quien, al ver que su marido tantea ahora a una o a otra, se teme que ya no la quiere). Y, ¿qué decir de Dimas el mayordomo (Fernando Freyre de Andrade) y su portentosa vis cómica?

El actor Rafael Durán encarna a Arturo Salazar

En la crítica firmada por Miguel Ródenas con motivo del estreno de Ella, él y sus millones en los cines Rialto, el autor se expresaba en los siguientes términos: "Es cuento, o farsa cinematográfica, que en sus tres primeras partes ya quisieran tener como apoyatura para lograr una de esas películas que emboban a los espectadores papanatas, esos 'films' que tienen su origen en los Estudios de Hollywood". Luego pasa a encomiar los suntuosos interiores, la labor del director y la de los actores, aunque considera superflua alguna escena cómica que alarga innecesariamente el metraje y sin las que, a su juicio, la cinta sería perfecta.


domingo, 29 de noviembre de 2015

Altas variedades (1960)




Título alternativo: Cibles vivantes
Director: Francisco Rovira Beleta
España/Francia, 1960, 90 minutos

Altas variedades (1960) de Rovira Beleta


Dentro del ciclo que la Filmoteca de Catalunya le dedica estos días a Francisco Rovira Beleta, se ha proyectado hoy Altas variedades, coproducción hispanofrancesa de 1960 protagonizada por Christian Marquand (Walter), Agnès Laurent (Ilona), Ángel Aranda (Rudolf) y Vicky Lagos (Rosita) y que en el país vecino recibió el más impactante título de Blancos humanos. Porque de tiro al blanco va la cosa, entiéndase.

La húngara Ilona llega a Barcelona en busca de Walter, reputado artista de circo en el difícil arte del manejo del revólver. Y la atracción entre ambos nace inmediatamente. Pero tres cuartos de lo mismo ocurrirá cuando el impulsivo Rudolf conozca a la muchacha. De los celos que ello despierta en Walter dependerá el resto de la trama.

Walter enseñando a disparar a Ilona

Si hay un director que haya amado a Barcelona ese es sin duda Rovira Beleta. Mucho antes de que se pusieran en marcha iniciativas como la BCN Film Commission, el cineasta catalán ya utilizaba su ciudad como plató cinematográfico: el monumento a Colón, las Ramblas, el puerto, Plaza Catalunya... son exteriores que aparecen en esta y en otras de sus películas como localizaciones habituales.

Pero volviendo a estas Altísimas variedades (el superlativo no es irónico), son varias las imágenes que permanecerán imborrables en las retinas de quienes hayan visto el filme: la silueta de Ilona dibujada a balazo limpio (con tiro errado rozándole el cuello), el collar de perlas delator, las sábanas tendidas ondeando al viento en una terraza barcelonesa y que esconden el beso furtivo de dos amantes...

Rudolf e Ilona

Lo que cuenta, en definitiva, el guion de Manuel Saló es una venganza en toda regla: fríamente calculada y con unas terribles consecuencias que van más allá del plano final, teniendo en cuenta que Walter es capaz de lo que sea con tal de salirse con la suya y que, si lo ha hecho una vez, ¿qué no podrá urdir en el futuro si otros se vuelven a interponer en su camino?

sábado, 28 de noviembre de 2015

Zombi. El regreso de los muertos vivientes (1978)




Título original: Dawn of the Dead
Director: George A. Romero
Italia/EE.UU., 1978, 115 minutos

"When there is no more room in Hell, the dead will walk the earth"

Zombi. El regreso de los muertos vivientes
(1978) de George A. Romero


Tras el éxito de La noche de los muertos vivientes diez años atrás, George A. Romero acometía la segunda parte del film bajo los auspicios del italiano Dario Argento. En esta ocasión, al encontrarse todo el país en estado de alarma, la acción se traslada a un centro comercial de Monroeville, Pasadena, donde los zombis, amén de aterrorizar al personal, podrán dar rienda suelta a su consumismo...

Eso sí: problemas para aparcar no tienen, no


Resulta más que curioso constatar cómo en una película como esta hay de todo menos terror. Por lo menos esa es nuestra opinión. El espectador podrá reírse (si le hace gracia) y, de hecho, son mayoría los que reaccionan así cuando se proyecta en salas. Porque esos "zombis" o extras de cara pintada podrían dar mucho miedo en su momento, pero viéndolos hoy día uno se plantea hasta qué punto era esa la voluntad de su director. Me da a mí que la cosa iba más de parodia, de autoparodia incluso, y de crítica (muchísima) a una sociedad en la que hasta los muertos vivientes acuden en masa a los centros comerciales.

Y ya solo faltaba, en el tramo final de la peli, que se presenten allí unos moteros (¡esos sí que tienen peligro de verdad y no los zombis!) Cuando los primeros se lían a pastelazos con los segundos, se produce la apoteosis y llegamos al summum del delirio cinéfilo: Chaplin y Romero se dan la mano para lograr la cuadratura del círculo. De hecho, en Tiempos modernos (1936) la pareja protagonista también pasa la noche en un centro comercial vacío en el que arman la de San Quintín, pero sin tanta sangre.

Los protagonistas esperando el envite de los zombis

La larga agonía de los peces fuera del agua (1970)




Título alternativo: La llarga agonia dels peixos fora de l’aigua
Director: Francisco Rovira Beleta
España, 1970, 106 minutos



Pues sí: Joan Manuel Serrat fue en su día una estrella del Pop, aunque ya nadie parezca recordarlo. Pero las películas quedan para siempre y ahí está La larga agonía de los peces fuera del agua para atestiguarlo. En realidad, el film es más interesante de lo que a priori pudiera pensarse. De hecho, ha sido el paso del tiempo el que le ha otorgado interés como documento histórico. En primer lugar, por haber sido uno de los primeros filmes rodado parcialmente en catalán durante el franquismo. En segundo lugar, porque varias escenas se filmaron en Londres y en el festival de la isla de Wight, en un momento irrepetible de efervescencia musical y cultural. Y, por último, porque, aunque de forma muy tangencial, deja entrever el fenómeno del turismo jipi en Ibiza (ni la censura daba para más ni esta es una película contestataria, si bien incluye imágenes de una manifestación en Londres contra la guerra de Vietnam, con banderas comunistas de por medio).

El protagonista llega a actuar en el festival de la isla de Wight


En cuanto a lo demás, no vale la pena caer en la crítica fácil: que si qué mal actor es Serrat, que si a ver quién se cree su actuación en Wight (donde interpreta "Tiempo de lluvia" acompañándose de una guitarra eléctrica), que si las turistas rubias y el macho ibérico, que si las canciones que se incluyen no pegan ni con cola y que son puro lucimiento para la promoción comercial del artista... Sí, ¿y qué? Todo eso son cosas que se han dicho y que hay que saber valorar en su justa medida. De entrada, la mayoría de las estrellas de la música de aquel entonces probaron suerte en el cine, de Raphael a Julio Iglesias pasando por Los Bravos. Y eso sin contar con filmes como Un, dos, tres, al escondite inglés, dirigida el mismo año que el que ahora nos ocupa por Iván Zulueta (aunque firmada por José Luis Borau).

Serrat (Joan) y Linda Cole (Mabel) en Ibiza


Ciertamente, el hecho de que un joven pescador ibicenco se enamore perdidamente de una turista inglesa hasta el punto de abandonar a su novia (Emma Cohen) y a su familia para irse a Inglaterra en su busca y acabar moviéndose en los ambientes underground londinenses no parece un argumento excesivamente creíble, pese a estar inspirado en una novela de Aurora Bertrana (Vent de grup) que Joaquim Jordà y Rovira Beleta convirtieron en guion cinematográfico. De todas formas, tiene su gracia ver a Serrat en Piccadilly Circus, tocando en las calles frente a un cartel que anuncia la actuación de los jazzmen Thad Jones y Mel Lewis o en pleno Hyde Park con la amiga francesa que le ayuda a olvidar a Mabel (Linda Cole). Aunque también es un puntazo ver al mismísimo Jaume Sisa aparecer fugazmente entre el público que aclama a Joan tras su improvisada actuación en Wight o a un jovencísimo Mario Gas interpretando al barman del pueblo.

La cabeza que sobresale al fondo a la derecha es la de Mario Gas


En definitiva, puede que La larga agonía de los peces fuera del agua no sea la película más personal de su director, pero queda claro que contiene sorpresas que hacen que valga la pena reivindicarla (aunque solo sea un poquito y con permiso de los puristas).

viernes, 27 de noviembre de 2015

La espada negra (1976)




Director: Francisco Rovira Beleta
España, 1976, 105 minutos

La espada negra (1976) de F. Rovira Beleta

Tanto monta... Últimamente se han puesto de moda series de televisión de temática histórica centradas en personalidades como Santa Teresa de Jesús, Carlos V o Isabel la Católica. El interés por dichas figuras, sin embargo, viene de lejos, pues ya en 1976 Rovira Beleta dirigió una película que nada tiene que envidiar a las producciones hoy emitidas por La 1 de TVE en horario de máxima audiencia.

Nos estamos refiriendo a La espada negra, recreación de las mocedades de los futuros Reyes Católicos según la novela homónima de Carlos Blanco. Rodada en localizaciones de lo más selecto del patrimonio nacional (murallas de Ávila, catedral de Toledo, toros de Guisando...), contó con la participación de notables actores, algunos de la talla de José María Rodero en el papel de pusilánime rey Enrique IV de Castilla, José Bódalo como ambicioso arzobispo que osa tratar condescendientemente a Isabel de hijita o Terele Pávez encarnando a la enajenada madre de ésta. Otros, como José María Pou, llegarían a lo más alto con los años.

La banda sonora corrió a cargo de un habitual de la época: el malogrado compositor argentino Waldo de los Ríos, cuya música, unida a la dirección artística de Gil Parrondo, los efectos de sonido de Luis Castro (sus relinchos son reconocibles a la legua), alguna pincelada erótica y el habitual e inevitable degradado de color que conlleva el paso del tiempo, hacen que la producción tenga un cierto aire a lo Curro Jiménez, serie de la que, por cierto, Rovira Beleta dirigió tres capítulos en ese mismo periodo.

Isabel (Maribel Martín): de campesina a reina de Castilla

Maribel Martín y Juan Ribó encarnaron a la pareja protagonista, dando pie a una trama en la que se mezclan el idilio amoroso de los aún infantes con las intrigas políticas de quienes se disputaban el codiciado trono de lo que un día llegaría a ser España. No faltan, de hecho, algunas proclamas avant la lettre en favor de la pluralidad de los reinos peninsulares, como las que profiere Isabel para justificar su elección y el futuro esplendor de la nación resultante. Los antagonistas, en cambio, ven con recelo su matrimonio con el príncipe aragonés, considerado un enemigo potencial de los intereses de Castilla, y abogarán por la unión de la joven con los pretendientes inglés o portugués. De ella dependerá, por tanto, demostrarles que Fernando es el candidato ideal, misión en la que juega con ventaja por haberse producido el enamoramiento de la pareja antes de que cada uno conociera la verdadera identidad del otro.

El pérfido Marqués de Villena (Carlos Ballesteros,
el primero por la izquierda) y sus acólitos

En ese sentido, La espada negra destaca por el hiperrealismo de algunos elementos, como los brotes demenciales de Isabel de Portugal (Terele Pávez), la autopsia del hermano menor de Isabel o el mostrar a una futura reina como si de una labradora más se tratase. Todo lo cual pone de manifiesto, una vez más, las inquietudes de Rovira Beleta por forjarse un estilo personal como cineasta.

De no haber muerto envenenado, el pequeño Alfonso habría sido rey

El mago de Oz (1939)




Título original: The Wizard of Oz
Directores: Victor Fleming, Richard Thorpe, George Cuckor y King Vidor
EE.UU., 1939, 102 minutos

El mago de Oz (1939) de Victor Fleming et alii

Argumento:

Dorothy es una huérfana de Kansas que vive en una granja con su tía Emma, su tío Henry y tres peculiares peones: Hunk, Zeke y Hickory. Un día la estricta Miss Gulch es mordida por Totó, el perro de Dorothy. Miss Gulch se lo requisa a pesar de las protestas de la niña y de tía Emma. Pero Totó escapa y regresa con Dorothy, la cual se alegra momentáneamente, aunque pronto piensa que quizá Miss Gulch regresará. Decide, por tanto, llevarse a Totó y se fugan en busca de una vida mejor “en algún lugar sobre el arco iris”.

Dorothy encuentra al Profesor Marvel, un adivino de feria que la “engaña” haciéndola creer que tía Emma está enferma. La niña se da prisa en volver a la granja, pero un repentino tornado obliga a su familia a esconderse en el sótano, mientras que ella cae inconsciente a causa de un golpe.

Dorothy recobra el sentido aún medio desorientada y descubre que su casa ha sido atrapada dentro del tornado. Incluso ve a Miss Gulch a través de una de las ventanas transformarse en una bruja que vuela a lomos de su escoba. Instantes después, la casa caerá estrepitosamente sobre el reino de Oz, aplastando a la Bruja Mala del Este. Una vez allí, llega Glinda, la Bruja Buena del Norte, e informa a Dorothy de que se encuentran en Munchkinland.

Lo que supuestamente parece el cielo es, en realidad, el suelo del estudio:
dando marcha atrás da la sensación de que caiga desde las alturas

Los vergonzosos munchkins empiezan a salir de sus escondites alentados por Glinda y celebran la muerte de la bruja con cantos, bailes y desfiles hasta que la Bruja Mala del Oeste aparece para reclamar los poderosos zapatos de rubíes que calzaba su difunta hermana. Para evitarlo, Glinda transporta mágicamente dichos zapatos a los pies de Dorothy y le recuerda a la bruja que su poder carece de efectos en Munchkinland. La bruja jura entonces vengarse de Dorothy y se va de la misma forma en que llegó, en medio de una nube de fuego y humo rojo. Glinda le explica a Dorothy que la única manera de regresar a Kansas es pidiéndole ayuda al misterioso Mago de Oz en la Ciudad Esmeralda y le advierte que nunca se quite los zapatos, “siguiendo el camino de ladrillos amarillos” para llegar allí.

The Lollipop Guild: el Gremio de la Piruleta

A lo largo de dicho sendero, Dorothy irá encontrando y se hará amiga, sucesivamente, de un espantapájaros sin cerebro, un hombre de hojalata sin corazón y un león cobarde. Los tres deciden unirse a Dorothy para ir a ver al Mago con la esperanza de obtener sus deseos (un cerebro, un corazón y coraje, respectivamente). Aunque durante el recorrido serán atormentados por los numerosos intentos fallidos de la bruja para detenerlos.

Cuando finalmente logran llegar a la Ciudad Esmeralda, el Mago se les aparece, al final de un largo pasillo, como una terrorífica cabeza flotante, envuelta en humo de colores y espectaculares llamaradas, y que solo acepta ayudarlos si consiguen la escoba voladora de la bruja.



Pero, yendo al castillo donde aquella reside, son atacados por una bandada de monos alados que se llevan a Dorothy y a Totó por los aires y los entregan a la bruja, la cual reclama los zapatos de rubíes. Cuando Dorothy se niega, la bruja trata de sacárselos, pero unos chispazos se lo impiden. Ella se da cuenta de que los zapatos no podrán ser quitados mientras Dorothy esté viva, así que planea entonces cómo acabar con la muchacha.

Margaret Hamilton: la Bruja Mala del Oeste

Totó escapa y guía al Espantapájaros, al Hombre de Hojalata y al León hacia el castillo. Allí, mientras permanecen escondidos, tres soldados les atacan. Los tres amigos aprovechan la oportunidad para plantarles cara y vestirse con sus ropas y así poder colarse en el castillo. Una vez dentro, liberan a Dorothy e intentan escapar. La bruja arrincona al grupo con la ayuda de sus soldados y prende fuego al Espantapájaros. Dorothy coge entonces un cubo de agua para apagar el fuego, pero moja por accidente a la horrorizada bruja, la cual se derrite a causa del líquido. Para sorpresa del grupo, los soldados reaccionan positivamente y le dan a Dorothy la escoba en agradecimiento por liberarlos de la bruja. 

De regreso con el Mago, este les dice: “Marchaos y volved mañana.” Pero descubren, gracias a Totó, que el Mago no es realmente un mago sino solo un anciano detrás de una cortina, por lo que se sienten decepcionados, aunque resolverá sus deseos a través del sentido común: al Espantapájaros le da un diploma, al Hombre de Hojalata le da un reloj con forma de corazón y al León le entrega una medalla al valor.

El Mago les explica que él también es de Kansas y que llegó a Oz en un globo aerostático que perdió el control, así que promete llevar a Dorothy a casa en el suyo después de dejar al Espantapájaros, al Hombre de Hojalata y al León al frente de la Ciudad Esmeralda. Pero justo antes de despegar, Totó salta de la canasta persiguiendo a un gato. Dorothy intenta atraparlo y el Mago, incapaz de controlar el globo, se va sin ella. Y cuando parece que ya se resigna tristemente a pasar el resto de su vida en Oz, aparece Glinda y le dice que puede usar los zapatos de rubíes para regresar a casa con Totó. Si no se lo había dicho antes era para que Dorothy aprendiera que “En caso de no poder encontrar el deseo de tu corazón en tu propia tierra, entonces es que nunca lo perdiste realmente”.

Dorothy y Totó se despiden de sus amigos y siguen las instrucciones de Glinda de golpear los talones tres veces y repetir las palabras: “No hay lugar como el hogar”. Tras esto se despierta en su habitación rodeada de su familia y amigos y les cuenta su viaje. Estos ríen y le dicen que todo ha sido un mal sueño. Una feliz Dorothy, aún convencida de que su viaje fue real, abraza a Totó y dice: “¡No hay lugar como el hogar!”

Comentario

Producido en 1939 por la Metro-Goldwyn-Mayer, el musical de fantasía El Mago de Oz es considerado hoy en día, a pesar de su antigüedad y de ser inicialmente una fábula cinematográfica para niños, una película de culto y un clásico del cine debido a los muchos valores que transmite.

En el plano estrictamente formal, uno de los aspectos a destacar es el uso que se lleva a cabo del flash forward, técnica que consiste en anticipar algunos de los elementos que posteriormente irán apareciendo conforme avance la película. Así pues, se podría decir que en el prólogo rodado en sepia y que tiene lugar en la granja de Kansas ya está concentrada toda la película.

El filme está basado en la novela infantil El Maravilloso Mago de Oz (1900) de Lyman Frank Baum. Tanto fue el éxito de este libro, que su autor continuó la saga con otros trece volúmenes. Y no solo él, sino que tras su muerte en 1919 haría lo propio Ruth Plumly Thompson con veintiuna secuelas más. En 1995, además, Gregory Maguire escribió la novela para adultos Wicked: Memorias de una Bruja Mala, convertida en musical en 2003. Ya en la época del cine mudo, la obra fue objeto de dos adaptaciones cinematográficas, una en 1910 y la otra en 1925, si bien la versión que todo el mundo recuerda es la producida por Mervyn LeRoy. Pero no sería la última: en 1978 se volvió de nuevo a rodar una versión más, The Wiz, en esta ocasión basada en un musical de Broadway e interpretada por Michael Jackson en el papel de Espantapájaros.

Lyman Frank Baum

El rodaje de la versión de 1939 fue muy caro y accidentado, ya que costó más de dos millones y medio de dólares de la época. No sólo se sucedieron diferentes directores al frente del proyecto (Richard Thorpe, George Cuckor y King Vidor, además de Victor Fleming) sino que los actores debieron someterse a duras sesiones de maquillaje. Tanto es así que Ray Bolger (el Espantapájaros) y Margaret Hamilton (la Bruja Mala del Oeste) estuvieron a punto de intoxicarse con el cobre que contenía su abundante maquillaje. No tuvo tanta suerte, sin embargo, el primer actor encargado de representar el papel de Hombre de Hojalata, ya que se intoxicó gravemente con el polvo de aluminio que contenía su maquillaje y se vio obligado a dejar el rodaje, siendo sustituido por Jack Haley. Se cuenta, incluso, que el disfraz de León utilizado por el actor Bert Lahr pesaba más de cuarenta kilos. Otra curiosidad es que Totó era en realidad una perrita llamada Terry, que intervino en quince películas hasta su muerte en 1945.

Fotografía tomada durante el rodaje: en ella se aprecia el uso de la grúa

Judy Garland en una pausa del rodaje


martes, 24 de noviembre de 2015

El inquilino (1958)




Director: José Antonio Nieves Conde
España, 1958, 95 minutos

El inquilino (1958)
de José Antonio Nieves Conde


Las dificultades a las que debe hacer frente la pareja protagonista de El inquilino (Fernando Fernán Gómez interpreta al practicante Evaristo González y María Rosa Salgado, a su esposa Marta) para acceder a una vivienda digna conforman el motor de esta comedia maldita del cine español que, tras su estreno en 1958, sería prohibida para, tiempo después, ser reestrenada con un final distinto (felicísimo, por supuesto) más acorde con la imagen de estabilidad y modernidad que deseaba promover el Régimen.

Pero el guion inspirado en el argumento de José Luis Duró y escrito por el propio José Antonio Nieves Conde, José María Pérez Lozano y Manuel Sebares Caso daba a entender, mediante un endiablado uso de la ironía en los diálogos y las situaciones, que una de las necesidades básicas de todo ciudadano resultaba de muy difícil cumplimiento en la España de Franco. No se trata de un ejemplo aislado, si tenemos en cuenta los casos análogos de El pisito (1959) de Marco Ferreri e Isidoro M. Ferry o Esa pareja feliz (1953) de Berlanga y Bardem.

En esa línea de fina crítica no exenta de humorismo se enmarca la visita del matrimonio a la "asociación benéfica", entidad en cuyas paredes se pueden leer máximas que, a la vista de la realidad imperante, resultan involuntariamente ridículas: "Una vivienda propia es la base de una familia"; "La especulación sobre la vivienda es un hecho criminal"; "El problema de la vivienda es el más acuciante problema de nuestro tiempo"; "Sólo con vivienda propia podrá el Hombre cumplir su destino social"... Al final, todo queda en agua de borrajas, enésima versión del "vuelva usted mañana", con la desamparada pareja viéndose precisada a rellenar un sinnúmero de impresos de todos los colores y tamaños: ¡son tantos que hay que filmarlos en trávelin!



Pero el sarcasmo va en aumento, puesto que al salir topan con un solitario cortejo fúnebre y no se les ocurre nada mejor que plantarse en casa del finado a ver si hay suerte y no deja herederos que reclamen para sí el piso... Así que de Larra pasamos a la España negra del Lazarillo y de toda la Picaresca, que es como decir que Evaristo y Marta van de mal en peor. Lástima que otros siete hayan tenido la misma ocurrencia... Está claro que habrá palos. Como sucede en las Screwball comedies americanas, la trama se va enredando cada vez más hasta rozar el absurdo. Y por ello y por las estrecheces que padecen, Evaristo acabará haciendo de "torero" si hace falta...

Aunque para ilustrar dicha escasez, Nieves Conde optó por inspirarse no sólo en la triste realidad de su entorno más inmediato sino también en un par de escenas célebres de Tiempos modernos de Chaplin. Una de ellas es el momento en el que Evaristo y Marta visitan una chabola ruinosa al otro lado del río en la que planean establecerse y que recuerda mucho a la que visitan Charlot y su amiga la vagabunda en Modern Times. La otra es el delirio / ensoñación en el que la pareja irrumpe en el Barrio de la Felicidad, aclamados por el vecindario y conducidos por el promotor de los pisos Madruga a su "nuevo y confortable hogar", equipado con todo lujo de detalles (¡diecisiete armarios empotrados!) Pero al hacer blanco en la diana con una inyección de considerables proporciones el sueño y la mansión se desvanecen y Evaristo se ve de vuelta en la triste realidad tras su borrachera nocturna.



Hay, sin embargo, otros tipos en El inquilino que merecerían ser igualmente comentados, como el elemental Fulgencio de boina calada: tosco en sus maneras, pero en el fondo benevolente, pues se deja ablandar por los ruegos de su cuadrilla de jornaleros y continuamente aplaza el fatídico momento de la demolición del apartamento de los González. O el severo aunque joven inspector que, impecablemente trajeado, los apremia acuciante para que abandonen el piso en cuyo solar Mundis (Destrucción y Construcción S.A.) deberá levantar un edificio para oficinas y galerías comerciales. Y ¿qué decir del inefable José Luis López Vázquez en su breve papel de guía del barrio Mundis-Jauja?: sencillamente hilarante. Desde luego, las 90.000 pesetas de entrada y mil mensuales durante treinta años sí que son, como él dice, "un precio de escándalo" para un piso (en especial si se deshacen las paredes con solo tocarlas).

Por todo lo cual se comprenderá que, en el mismo año en el que se creaba el Ministerio de la Vivienda, las autoridades franquistas no pudieran tolerar en modo alguno una película con semejante contenido.


El juego de la guerra (1965)












Título original: The War Game
Director: Peter Watkins
Reino Unido, 1965, 48 minutos

El juego de la guerra (1965)

Probablemente, cuando Raymond Briggs escribió When the wind blows (llevado después al cine en 1986 por Jimmy T. Murakami, en un excelente film de animación con banda sonora de Roger Waters) debía contar entre sus fuentes de inspiración con The War Game de Peter Watkins. Ambas historias comparten el nexo común de un hipotético ataque nuclear en Gran Bretaña, en lo que supone un inquietante ejercicio de distopía. De  todas formas, el falso reportaje de Watkins supera con creces la capacidad de crear desasosiego en el espectador, quien debe enfrentarse a terribles escenas de pánico e impactantes imágenes de los efectos secundarios de las radiaciones sobre las víctimas (a menudo mujeres y niños). Sirva de ejemplo, a tal efecto, aquel cubo repleto en el que han ido depositando las alianzas de los fallecidos para intentar identificarlos a partir de las inscripciones que llevan grabadas.

No en vano, la BBC decidió finalmente, pese a haber colaborado en la producción de la película, no emitirla, dado su alto contenido en imágenes de extrema violencia. Aun así, se acabaría difundiendo por otros canales y llegaría, incluso, a ser premiada con el Óscar al mejor documental (pese a no serlo, cosa que en lo sucesivo haría que los miembros de la Academia revisasen el criterio a seguir para que un filme lograse hacerse con dicha categoría).

Collage que contiene algunos de los fotogramas más impactantes del film

lunes, 23 de noviembre de 2015

Rojo y negro (1942)




Director: Carlos Arévalo
España, 1942, 76 minutos



HISTORIA DE UNA JORNADA ESPAÑOLA
El vaivén de egoísmos, debilidades y desaciertos que cambió épicas conquistas, asombro del mundo, por batallas perdidas gloriosamente trajo días en los que hasta esta compensación de los débiles se esfumó en un aire de traiciones y desintegración nacional.
1921. Fecha inicial de esta Jornada que como Mañana llena de presagios llevaba el germen de la renunciación a un destino común a todos los españoles.
Nuncio de un Día propicio al Odio y al desconocimiento mutuo que forjaría la trágica Noche en la que el hermano renegaría del hermano y el sol que no se puso nunca se cambiaría en sombra, cubriendo una bandera que parecía arriada definitivamente.
Una genial intuición vislumbró amaneceres mejores con un claro ejemplo de actitud y estilo y la espada, como una luz, rasgó sombras con clarines de victoria, abriendo nueva Aurora de ilusión con sangre e himnos de juventud impetuosa.
Figuras que son símbolos, símbolos con calor de humanidad se suceden en esta Historia de una Jornada española. La Mañana. El Día desembocan con el desfile de sus horas plenas de temores y esperanzas, en la Noche, roja de sangre y negra de Odio, que rompe, al fin en una Aurora triunfante.

La farragosa retórica falangista se hace evidente en los títulos de crédito iniciales, que se cierran con la anterior parrafada: al compás de la trágica música compuesta por el maestro Juan Tellería (también autor, por cierto, del "Cara al sol"), una copa va llenándose hasta rebosar. Y es que si por algo es célebre Rojo y negro es precisamente por lo original de los símbolos de los que se sirvió su director, Carlos Arévalo, para traducir en imágenes la insostenible situación política que se vivió en el periodo inmediatamente anterior y posterior a la guerra civil española: la gota que colma el vaso; la clase política e intelectual que, con sus ojos vendados, da a entender su ceguera; el péndulo que inexorablemente se cierne sobre los destinos de la nación; la checa de la calle Fomento que, careciendo de cuarta pared, deja entrever el interior de sus celdas como si se tratara de una colmena humana... 

Checa de la calle Fomento

Puede que ideológicamente el contenido del filme obedeciese a una finalidad reaccionaria, pero desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico destaca por lo atrevido de su planteamiento en MañanaTarde y Noche (con, incluso, un par de planos robados del Acorazado Potemkin...) De ahí que se imite descaradamente el estilo de ciertos cineastas soviéticos como Eisenstein a la hora de filmar a los líderes revolucionarios que, desde el bando republicano, arengan a las masas con tal de persuadirlas sobre la conveniencia de instaurar la dictadura de los miserables [sic]. Aunque es la democracia parlamentaria en general la que resulta abiertamente ridiculizada ante la incapacidad de los líderes políticos para ponerse de acuerdo entre ellos: en una escena en el Congreso de los Diputados, los ocupantes de los escaños de la derecha se levantan en bloque para decir unánimemente "¡Sí!"; mientras que sus homólogos de la izquierda replican de inmediato para contestar todos a una "¡No!" Y ello, tras un burdo paralelismo en el que pasamos de ver (sin solución de continuidad) a un arlequín, que ameniza la velada de unos zafios burgueses con el típico "¡nada por aquí, nada por allá...!" para acto seguido hacer aparecer un huevo, a escuchar al jefe de Gobierno incurriendo en la misma palabrería hueca.

Parlamentarios cegados por sus ansias de poder

En todo caso, tras apenas unas semanas en las salas de exhibición (y a pesar de haber superado la censura sin mayores problemas) Rojo y negro fue retirada por siempre jamás de la cartelera. Se ha especulado mucho sobre cuál pudo ser el verdadero motivo de su caída en desgracia: la pérdida de relevancia de los sectores falangistas en el poder, tal vez el hecho de preguntarse por el origen de la contienda fratricida y creer hallarlo en cómo unos y otros percibieron el conflicto de Marruecos, la visión excesivamente humana que se da del bando de los vencidos (en especial de Miguel, el comunista interpretado por un jovencísimo Ismael Merlo, enamorado de una falangista -Luisa, a la que da vida la actriz Conchita Montenegro- y que morirá acribillado por los suyos y con los brazos en cruz, gesto que pudo considerarse sacrílego)... En fin, ¿quién sabe? Lo único cierto es que, habiéndose dado por perdida, al cabo de muchos años (en 1994, en concreto) apareció casualmente una copia que permitiría su posterior restauración.

Miguel (Ismael Merlo) y Luisa (Conchita Montenegro)


domingo, 22 de noviembre de 2015

Luna de sangre (1952)




Director: Francisco Rovira Beleta
España, 1952, 95 minutos

Luna de sangre (1952) de Rovira Beleta


Ventura, sin dar oídos a su padre, levantó el cadáver, que cargó sobre sus hombros, lo tiró al pozo, se volvió hacia su padre que lo seguía en la agonía de la angustia, le pidió su bendición, se puso de un brinco sobre la tapia del corral que daba al campo, y saltó del otro lado; y el pobre padre, subido sobre el tronco de la higuera, asido a sus ramas, con el corazón oprimido, los ojos desencajados, el pecho sin aliento, vio a su hijo, al ídolo de su corazón, salvar la distancia que separaba al pueblo de un olivar con la ligereza de un ciervo, y desaparecer entre los árboles.

Así termina la primera parte de La familia de Alvareda, novela costumbrista que Fernán Caballero (pseudónimo masculinizante de Cecilia Böhl de Faber) escribiese allá por 1849 y que en el prólogo que le dedicó el Duque de Rivas en mayo de 1856 fue calificada por este de "ramillete de rosas silvestres tan frescas, que conservan en sus hojas las gotas del rocío, y que exhalan sus suavísimos perfumes de pureza, de sentimiento y de verdad".

Muchos, muchos años después, un director de cine catalán (Francisco Rovira Beleta) llevaría a cabo la versión cinematográfica bajo el título de Luna de sangre y protagonizada, entre otros, por Paco Rabal, Paquita Rico, Juan Manuel Soriano e Isabel de Pomés.



Ni que decir tiene que las inacabables descripciones con las que Fernán Caballero pretendía idealizar el ambiente rural andaluz fueron reducidas a la mínima expresión para centrarse exclusivamente en el enfrentamiento suscitado a raíz del intento por parte de Ventura de seducir a Rita, la mujer de Pedro. Todo ello salpimentado, claro está, con números folclóricos en apariencia más o menos flamencos. "Andalucía llora y canta en un drama hondo y racial. ¡La historia de un gran amor!" O al menos así rezaban los programas de mano al uso. Aunque a juzgar por los aplausos (y alguna que otra lágrima furtiva) que ha logrado arrancar al público asistente a la Sala Laya de la Filmoteca de Catalunya, se diría que Luna de sangre aún conserva su gancho al cabo de tanto tiempo.

EPÍLOGO

No puedo resistirme a dejar brevemente constancia de la particular "odisea" vivida esta tarde en la Filmo. En teoría, uno debía haber asistido al preestreno de La academia de las musas de José Luis Guerín. Pero dada la afluencia de público (y lo poco precavido de un servidor, que no pensó en reservar su entrada), lo cierto es que se han agotado las localidades en un visto y no visto y me he quedado, a pesar de hora y media de cola, compuesto y sin musas. Suerte que en la sala contigua los desahuciados hemos sido acogidos (el crítico Jaume Figueras incluido) para poder disfrutar de esta Luna de sangre: al bajar por las escaleras mecánicas que dan acceso a la sala, he tenido la impresión de que la fotografía de tamaño natural de Rovira Beleta que anuncia la exposición que se le dedica estos días me guiñaba un ojo...

sábado, 21 de noviembre de 2015

Conexión Marsella (2014)




Título original: La French
Director: Cédric Jiménez
Francia/Bélgica, 2014, 135 minutos

« Il faut que justice soit faite... »

Conexión Marsella (2014) de Cédric Jiménez: elenco protagónico


Si hace cuatro años era Olivier Marchal quien dirigía una película centrada en las andanzas de la mafia en Lyon (Los lioneses, 2011), le llega ahora el turno a Cédric Jiménez con Conexión Marsella, ambientada en dicha ciudad entre los años 1975 y 1981. Se trata de uno de los periodos más convulsos de la historia del crimen organizado, ya llevado en su día a la pantalla por William Friedkin a través de la mítica The French Connection (1971).

Basada en personajes reales, Conexión Marsella recrea la campaña que el juez Pierre Michel (Jean Dujardin) emprendió contra el emporio de la droga que controlaba Gaëtan "Tany" Zampa (Gilles Lellouche). Empresa nada fácil, teniendo en cuenta que los tentáculos de la organización se extendían desde el Ayuntamiento hasta altos cargos de la policía, lo que, a la hora de la verdad, convertía a Zampa en prácticamente un intocable.

Pero, aun a riesgo de poner en peligro su integridad y la de su familia, los métodos de Michel (que le valdrán el apodo de cowboy) darán poco a poco sus frutos y el cerco alrededor de los laboratorios clandestinos que depuraban la heroína antes de mandarla a Nueva York se irá estrechando.

Aparte de los ya mencionados Dujardin y Lellouche, son varios los actores del reparto que merece la pena destacar. Tal es el caso, por ejemplo, de Benoît Magimel, quien en su papel de gánster apodado el Loco representa la típica deserción del otrora fiel servidor. O el veterano Féodor Atkine, que se atreve a encarnar a Gaston Defferre, el que fuera alcalde socialista de Marsella durante infinidad de años (y que en el film es presentado como un político corrupto sin ambages). Guillaume Gouix interpreta al joven agente José Álvarez, uno de los pocos que se mantiene insobornable dentro del cuerpo. Nada que ver con Gérard Meylan: habitual de la filmografía de otro marsellés ilustre (Robert Guédiguian) da vida a Ange Mariette, una verdadera manzana podrida. En cuanto a los roles femeninos, cabe señalar la presencia de Mélanie Doutey como esposa de Zampa (curiosamente, en la vida real ella y Lellouche fueron pareja y tienen una hija en común) y, sobre todo, la de Céline Sallette como mujer del juez Michel.

Por lo demás, se podrán encontrar en Conexión Marsella los tópicos habituales de este tipo de películas: tiroteos a mansalva, persecuciones en coche (y en moto), drogas, corrupción, violencia, traiciones y una banda sonora repleta de canciones que marcaron época.

El director Cédric Jiménez dando indicaciones a Jean Dujardin

martes, 17 de noviembre de 2015

Diferente (1961)




Director: Luis María Delgado
España, 1961, 91 minutos

Diferente (1961) de Luis María Delgado


Decíamos ayer... Si Esta es mi vida era el musical que un exiliado español protagonizó en Argentina, Diferente es la película que el bailarín argentino Alfredo Alaria rodó en España. Y no se trata de cualquier cosa: probablemente nos hallemos frente a una de las mejores producciones de toda la historia del cine español. Al menos en lo que se refiere a su originalidad artística y también, ¿por qué no?, a la peculiar génesis que tuvo el filme.

De entrada, Diferente aparece firmada por Luis María Delgado, aunque un último crédito antes de iniciarse la trama especifica que se trata de "un film de Alfredo Alaria". Y ello no es exagerado, habida cuenta de la importancia que tiene la danza en este musical estilísticamente influido por West Side Story: toda una explosión de color (muy significativa, por cierto, en aquella España en blanco y negro) debida al director de fotografía Antonio Macasoli y que hace pensar, en no pocas ocasiones, en la película dirigida un año antes por Jerome Robbins y Robert Wise. A ello contribuye, además, la excelente banda sonora jazzística compuesta por el también argentino Adolfo Waitzman (1932–1998), por aquel entonces un joven compositor de apenas treinta años que debutaba en el mundo del cine con esta partitura. También se percibe, por otra parte, la impronta dejada por Rebelde sin causa (1955, Nicholas Ray), siendo Alfredo Alaria una especie de James Dean un tanto sui generis.



En segundo lugar, se ha repetido hasta la saciedad la pregunta de cómo fue posible que una película como esta, repleta de referencias explícitamente gais (sólo hay que fijarse, sin ir más lejos, en la alusión a Oscar Wilde y García Lorca en la escena inicial), pudiera superar la férrea censura franquista de la época. Probablemente ello se debió a que lo artístico se impuso sobre cualquier otra consideración, y no cabe duda de que Diferente es, a nivel visual, un film de una belleza impresionantemente conmovedora.

Por último, cabe llamar la atención sobre la presencia en el reparto de Gracita Morales, Jesús Puente, Agustín González y el debutante Enrique San Francisco (aunque cueste reconocerlo, este último es el niño de siete años con el que Alfredo dialoga brevemente en el salón familiar y al que le cuenta una historia sobre el Perú que dará pie a una no menos exótica coreografía).



lunes, 16 de noviembre de 2015

Esta es mi vida (1952)




Director: Román Viñoly Barreto
Argentina, 1952, 90 minutos

Entre lo folclórico y lo quimérico...

Esta es mi vida (1952)


Cantante español de copla, Miguel de Molina había nacido en Málaga el 10 de abril de 1908. Pero sus simpatías republicanas así como su orientación sexual le obligaron a exiliarse en Argentina, país en el que moriría el 4 de marzo de 1993.

Fue allí donde en 1952 tuvo ocasión de interpretar un filme biográfico de explícito título basado (a pesar de que en los créditos iniciales se diga lo contrario) en su propia trayectoria. Esta es mi vida plantea la llegada del artista a América y su posterior declive personal tras el dramático fallecimiento de su madre, aunque en su imaginación siga levantando pomposas coreografías para números musicales por él protagonizados. Algunos de ellos, como el de la "Bien pagá", se convertirán con los años en clásicos del género. He aquí otros episodios a destacar: "Zorongo gitano", "¡Viva Sevilla!", "La niña caracola", "La hija de don Juan Alba", "Nana del cabrerillo", "Catalina" o el exuberante cuento cubano "Don Triquitraque", que marcará su regreso a los escenarios tras conocer a la hijita de María del Pilar Montes, la cual lleva, por cierto, el nombre de su añorada madre (Juanita), y con el que se cerrará la película en un final apoteósico.

El círculo de amistades de Miguel, del que forman parte algunos empresarios del espectáculo, intentará protegerlo de su marcada propensión autodestructiva (juego, bebida...). Es el caso de don Samuel, aquel pintoresco personaje, a todas luces (y a juzgar por su marcado acento) emigrante judío centroeuropeo, que a lo largo de los años lo mismo veremos acoger calurosamente a Miguel que exigirle el pago de sus muchas deudas.

Aunque uno de los atractivos principales de Esta es mi vida son, sin lugar a dudas, los decorados de Jorge Beghé, concebidos en la más pura tradición kitsch, y los artesanales efectos especiales de Alberto Etchebehere: tratándose de una película rodada íntegramente en estudio, dicha ambientación (a medio camino entre lo folclórico y lo quimérico) hace emparentar al film que nos ocupa con otras producciones musicales de similar estética tales como Embrujo (1948), dirigida por Carlos Serrano de Osma y al servicio del talento de Lola Flores.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Requisitos para ser una persona normal (2015)




Directora: Leticia Dolera
España, 2015, 90 minutos

Requisitos para ser una personal normal (2015)


El debut en la dirección de la actriz Leticia Dolera es una comedia que debe mucho al lenguaje visual propio de la publicidad, lo cual no es tanto un demérito cuanto el signo de los tiempos que corren. En ese orden de cosas, el uso de la música es de vital importancia: de hecho, al salir de la sala Chomón de la Filmoteca de Catalunya eran muchos los espectadores que silbaban algunas de las melodías compuestas por Luthea Salom, quizá porque antes de la proyección la propia intérprete deleitó en directo a los asistentes con tres de sus canciones. Pero también es decisivo el uso de la lista de requisitos que la protagonista se obsesiona en cumplir y que reiteradamente aparecerán sobreimpresionados en pantalla a lo largo de la película.

Y a todo esto uno se pregunta: ¿realmente son tan frikis María de las Montañas y Borja como para que Requisitos... se reclame alegato en favor de la gente que no encaja? Porque, de serlo, ¿resultaría la peli tan atractiva para el público? Y, lo que es más importante: ¿hay muchos treintañeros que reúnan los consabidos requisitos de trabajo, pareja, casa, aficiones, vida familiar, vida social, ser feliz, etc., etc.? Obviamente la pregunta es del todo gratuita. Viviendo como vivimos en una sociedad de ninis, el gordito Borja y la presuntamente peculiar María de las Montañas, alias la Samurái, no sólo no son bichos raros sino que resultan personajes convencionales a más no poder, fabricados en serie como la mayoría de jóvenes de su edad y clonados a partir de los mismos gustos y clichés de los que adolecen sus coetáneos. Otra cosa es que ellos se sientan diferentes, pero esa es igualmente una pose típica de muchos tardoadolescentes.



En cualquier caso los diálogos, los gags y las situaciones que plantea el guion escrito por Dolera funcionan porque tienen una chispa incontestable. Nadie le puede negar a esta película su frescura y la simpatía que irradian personajes como el interpretado por Jordi Llodrà (Álex, el hermano de María). Como tampoco son moco de pavo las colaboraciones estelares: desde Carmen Machi a David Verdaguer, pasando por Silvia Munt y Nuria Gago. Son asimismo interesantes los guiños cinéfilos, como el submarinista de juguete que sostiene la protagonista en la bañera y que remite directamente a Átame! (1989) de Almodóvar. O las escenas en que la madre se recluye en el interior del coche que perteneció al difunto marido y que recuerdan a una situación análoga de la francesa El primer día del resto de tu vida (Rémi Bezançon, 2008).

En fin, esto es lo que da de sí Requisitos para ser una persona normal, un producto diseñado a prueba de bombas para triunfar en la próxima edición de los premios Goya.