domingo, 24 de julio de 2022

Los escogidos (1986)




Título original: De två saliga
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1986, 82 minutos

Los escogidos (1986) de Ingmar Bergman


Arranca De två saliga (1986) con un plano cenital de Harriet Andersson subiendo la escalinata que conduce a la catedral de Uppsala. Una vez en su interior, entabla conversación con un desconocido en los siguientes términos:

ÉL: ¿De verdad cree usted en Dios?
ELLA: Más bien no puedo vivir sin él.
ÉL: Cierto. Nadie puede vivir sin Dios.

Siete años después, ambos son ya marido y mujer. Aunque Viveka (Harriet Andersson) ha desarrollado un temperamento esquizoide que la lleva a aislarse del mundo al creerse víctima de las más insidiosas maquinaciones contra su integridad física y la de su marido Sune (Per Myrberg). Lo sorprendente del caso es que el amor incondicional que el esposo siente hacia ella propiciará que éste se deje arrastrar por esos mismos delirios paranoides.

Son varias las coincidencias que emparentan este telefilme con la filmografía anterior de Ingmar Bergman. Por ejemplo la enfermedad mental de la protagonista, tal y como sucedía en Como en un espejo (Såsom i en spegel, 1961), cinta en la que las inquietudes religiosas del personaje central (también interpretado por Harriet Andersson) tenían igualmente un peso notable.



Por otra parte, tampoco era la primera vez que el cineasta sueco colaboraba con la escritora Ulla Isaksson (1916–2000), autora de Los dos benditos (1962), la novela en que se basa el guion de esta película. Previamente, Bergman había adaptado textos suyos en En el umbral de la vida (Nära livet, 1958) y El manantial de la doncella (Jungfrukällan, 1960).

De todos modos, lo interesante de la historia que aquí se plantea es el ligero parecido con la obra que otro director nórdico, el alemán Michael Haneke, estrenaría apenas tres años después: El séptimo continente (1989). Casualidad o no, las similitudes que pueden establecerse entre uno y otro argumento vienen a corroborar lo que en su día ya señalamos a propósito de La vergüenza (Skammen, 1968) y Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972). Es decir: que Haneke, independientemente de la calidad de sus filmes, que nadie cuestiona, no sólo comparte con Bergman inquietudes semejantes, sino que, y esto es lo relevante, puede considerársele su sucesor más aventajado.



2 comentarios:

  1. Es cierto lo que apuntas de Haneke.

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    1. Lo cual no es óbice, a su vez, para que Haneke tenga también su voz propia como cineasta.

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