domingo, 7 de junio de 2015

Las tentaciones de Benedetto (1971)




Título original: Per grazia ricevuta
Director: Nino Manfredi
Italia, 1971, 122 minutos

Las tentaciones de Benedetto (1971)

El actor italiano Nino Manfredi (1921-2004) protagonizó y dirigió la comedia agridulce Per grazia ricevuta, titulada aquí Las tentaciones de Benedetto (1971), que le valdría el premio a la mejor opera prima del festival de Cannes. Algunas de las cosas que decíamos hace unos días al comentar Pane e cioccolata (Aventuras y desventuras de un italiano emigrado, 1974) servirían para comentar el personaje de Benedetto Parisi: se trata de un antihéroe que en su patetismo resulta cómico, aunque ello no sea óbice para que el espectador perciba su tragedia por más que se ría de lo que le ocurre. Ese hombre de mediana edad, con la barba y el cabello (¿y el bisoñé?) teñidos, inspira burla y misericordia a partes iguales. Sobre todo si se tiene en cuenta que él no ha elegido su destino, sino que son las circunstancias las que condicionan absolutamente su trayectoria (y su final).

En ese sentido, la película es bastante crítica con un cierto tipo de religiosidad mal entendida (tan propia, por otra parte, de las sociedades mediterráneas como la italiana), basada en la superstición y la represión del individuo. Quizá por ello, cobra una especial significación el personaje del farmacéutico Oreste Micheli (interpretado por el actor americano Lionel Stander), un ateo recalcitrante de cuya hija se enamorará Benedetto.

Narrativamente, la película se articula como un largo flashback mediante el que se lleva a cabo una retrospección desde la infancia del chico hasta el presente de Benedetto en el hospital, en el que está internado en la unidad de curas intensivas debatiéndose entre la vida y la muerte. En todo ese largo recorrido son relevantes su niñez junto a su tía, su paso por el convento e, incluso, los personajes secundarios de la clínica que se interesan por su estado, acompañando en el trance a Giovanna, como, por ejemplo, el paciente "sano" al que da vida Enzo Cannavale. Y siempre bajo la mirada atenta de San Eusebio, velando por Benedetto y artífice de los milagros que le salvan la vida (o eso es, al menos, lo que cree la gente).


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