Título original: Cheyenne Autumn
Director: John Ford
EE.UU., 1964, 154 minutos
El gran combate (1964) |
La que sería penúltima entrega de su larga carrera, mostraba a un John Ford que, por una vez en la vida, quiso contar la conquista del Oeste desde el punto de vista de sus pobladores originarios. Y para ello el veterano director se rodeó de un reparto estelar en el que sobresalen nombres míticos como James Stewart o Edward G. Robinson, aunque también secundarios de lujo de la altura de George O'Brien, Dolores del Río, John Carradine o Karl Malden. No está John Wayne, pero sí su hijo Patrick, mientras que la pareja protagonista fue interpretada por Carroll Baker y Richard Widmark.
En su larga y épica travesía de miles de kilómetros, la diezmada nación Cheyenne hará acopio de paciencia una vez quede claro que las promesas del hombre blanco carecen totalmente de valor. No todos los rostro pálido, se sobreentiende: una cosa es que Ford quisiese hacer un alegato más o menos bienintencionado y, otra muy distinta, que su película sea realmente un filme de denuncia. De eso nada: de modo que la cuáquera Deborah (Baker) no sólo será la encargada de alfabetizar a los niños navajos, sino que además se unirá al cortejo de indígenas hambrientos, seguida muy de cerca por el Ejército de Caballería.
Jimmie Stewart da vida a un Wyatt Earp otoñal |
Tal y como acontece con otros wésterns rodados en plena década de los sesenta, la decadencia del género se aprecia en seguida en la fastuosidad de una superproducción hollywoodense incapaz de disimular, a pesar de su grandilocuencia, los síntomas de un viejo dinosaurio moribundo. Y no sólo por la sensación de cementerio de elefantes que pueda transmitir su elenco de estrellas venidas a menos: que éste es un filme crepuscular lo notamos en detalles como la nieve artificial de algunas escenas rodadas en estudio, la farragosa banda sonora de Alex North (y que tanto recuerda a la que compusiera cuatro años antes para Espartaco) o los estrepitosos fondos de pantalla utilizados para generar la ilusión de que el Secretario de Interior Schurz (Robinson) se halla realmente en el Monument Valley.
Como también ponen de manifiesto un cierto cansancio esos indios que más tienen de mejicano que de verdaderos pieles rojas (Ricardo Montalbán, Gilbert Roland, la propia del Río...) o Sal Mineo, mudo en su papel de aguerrido guerrero cheyene, según cuentan, para que no le delatase su fuerte acento italoamericano del Bronx. Sí: definitivamente, otra época y otro estilo muy distintos se venían encima en 1964. Lo cual no es óbice para que este último y gran combate tenga su dulce encanto de especie al borde de la extinción.
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