martes, 31 de octubre de 2017

¡Lumière! Comienza la aventura (2016)




Título original: Lumière! L'aventure commence
Director: Thierry Frémaux
Francia, 2016, 90 minutos

¡Lumière! Comienza la aventura (2016)


"Hubo muchos artilugios estrafalarios antes del Cinematógrafo: ninguno después de él..." La contundencia incontrastable de esta aseveración contenida en el epílogo no deja lugar a dudas sobre la capital importancia que Thierry Frémaux, director del Festival de Cannes además de la película que nos ocupa, confiere al feliz hallazgo de unos hermanos, Louis y Auguste, que, apellidándose Lumière ('luz' en francés), estaban predestinados a inventar algo que indefectiblemente cambiase el rumbo de la historia.

Sin menoscabo, por supuesto, del resto de pioneros que hacia finales del XIX estaban trabajando en la nada fácil empresa de dotar a las imágenes de movimiento: los Le Prince, Edison y compañía que precedieron (o simplemente carecieron de) la audacia de estos empresarios, quienes, desde su fábrica de Lyon, daban inicio al séptimo arte con la nada glamurosa, a juicio de los cánones actuales, Salida de los obreros. Aunque hasta de una escena tan trivial y cotidiana se llevó a cabo un remake (el primero de la historia), con o sin carruaje de caballos, pues, al parecer, las preferencias del público podían variar en función de semejante nimiedad.

Lyon, 17 de octubre de 2015: Martin Scorsese (centro) participa en
el remake de Sortie d'usine con motivo del 120 aniversario del cine


Cuidadosa y primorosamente restaurados, hasta 108 títulos de su filmografía se recopilan, acompañados con música de Camille Saint-Saëns, en este documental de subtítulo más que elocuente: L'aventure commence. Porque de hazaña puede calificarse la gesta de unos hombres que no sólo supieron captar una idea que flotaba en el ambiente, sino que además acertaron a dotarla de una primera gramática. En ese aspecto, tanto L'arroseur arrosé como las demás piezas aquí presentadas denotan un impecable sentido del encuadre (a menudo en diagonal, como en la célebre L'arrivée d'un train à La Ciotat), lo cual, unido al uso incipiente del travelín (entonces llamado panorama) o del tempo narrativo, desmiente la idea generalizada de que fue Méliès el primero en dotar al cine de su vertiente artística.

Auguste y Louis Lumière dieron, pues, pruebas más que suficientes de creatividad y de visión de futuro, como lo demuestra el hecho de que, apenas un año después de la mítica presentación en público del genial artefacto en el Salon Indien du Grand Café (en el número catorce del parisino Boulevard des Capucines), enviasen a Promio y al resto de sus operadores por todo el mundo para anunciar la buena nueva. Así lo atestiguan instantáneas de la vida diaria filmadas en puntos tan distantes del globo como Nueva York, Vietnam, Túnez, Martinica, el puerto de Barcelona o las pirámides de Egipto. Circunstancia, ésta, que distaba (y mucho) de ser baladí, ya que con y gracias al cine se estaba dando el carpetazo definitivo a la Antigüedad al tiempo que se ponía la primera piedra de la sociedad posmoderna.

Auguste y Louis Lumière, con la mirada puesta en el futuro

domingo, 29 de octubre de 2017

La larga noche de los bastones blancos (1979)




Director: Javier Elorrieta
España, 1979, 88 minutos



Mejor que nacer muerto, 
ciego más vales; 
mejor negros los senderos 
que blancos los funerales...

La ópera prima de Javier Elorrieta (Madrid, 1950) tenía algo de La cabina (1972) de Mercero, en el sentido de que un elemento tan cotidiano como el metro puede convertirse en una absurda y laberíntica trampa para dos invidentes. Que aunque ni Enrique San Francisco ni José María Rodero eran ciegos, lo cierto es que ambos bordaban sus respectivos papeles: uno, casi un debutante como protagonista; el otro, interpretando el que sería su último trabajo para el cine.

Son, literariamente hablando, los herederos directos de Max Estrella y don Latino de Hispalis, la pareja protagonista del esperpento Luces de bohemia de Valle-Inclán, puesto que, al igual que ellos, recorren su particular odisea por un inhóspito Madrid nocturno y subterráneo que los ignora completamente.

También el tema "Tonight, Tonight", una pequeña joya a cargo de Crystal Bird que sirve de leitmotiv, contribuía a generar, a través de las numerosas variaciones que componen la banda sonora del filme, esa atmósfera entre alegórica y terrorífica gracias a un ligero toque del rock progresivo tan en boga por aquellas fechas.

Escrita por el barcelonés Joaquín Amichatis, La larga noche de los bastones blancos es, sin ningún género de dudas, una de las más fascinantes películas de culto que dio el cine español de finales de los setenta, junto con títulos ya míticos como Arrebato de Iván Zulueta o Mater amatísima (1980) de Josep Antoni Salgot.


El batallón de las sombras (1957)




Director: Manuel Mur Oti
España, 1957, 99 minutos

El batallón de las sombras (1957)


Por algún extraño motivo que se nos escapa, probablemente conectado con lo más profundo de nuestra propia idiosincrasia, el cine español ha tirado bastante a menudo de las historias corales ambientadas en patios de vecinos. Así, a bote pronto, me vienen a la mente un puñado de ellas sin demasiado esfuerzo. A saber: Historia de una escalera (Iquino, 1950), Mi calle (Edgar Neville, 1960), Cerca de las estrellas (César Fernández Ardavín, 1962), Nada (Edgar Neville, 1947), La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000)... Por no hablar, por supuesto, de otros formatos en los que la fórmula gozó y sigue gozando de extrema popularidad (13, Rue del Percebe, La que se avecina, Aquí no hay quien viva...)

En ese mismo subgénero, si subgénero puede considerarse, se inscribe El batallón de las sombras de Manuel Mur Oti. Estrenada en 1957, la película comienza como comedia y acaba como un drama, pero en uno y otro caso con similar regusto amargo. Es ese toque sórdido, tomado directamente del esperpento valleinclanesco, que hace que algunos personajes, hombres en su mayoría, adquieran un aire grotesco en su patetismo. Como Carlos (Vicente Parra), aquel joven pintor que malvive a base de dar el sablazo a sus vecinas y que lo mismo les pide manzanas que un chorizo con la excusa de completar un bodegón. O Braulio (Antonio Vico), actor de reparto que "se muere" como nadie, pero al que ninguna compañía contrata. O Pepe (José Suárez), el inventor que, a pesar de devanarse los sesos, sólo es capaz de concebir lo que otros ya pensaron mucho antes que él.  Y así podríamos continuar con el compositor Enrique (Albert Lieven) o Damián (Albert Hehn), el cerrajero artístico.

Elisa Montés (Isabel) y Vicente Parra (Carlos)

Como contrapartida, las esposas de cada uno de ellos son mujeres fuertes, abnegadas en el sacrificio de sacar adelante sus respectivos hogares. Son, frente al "batallón luminoso" que supuestamente integran los hombres, el "batallón de las sombras" que da título a la película. Mensaje que haría pensar en un teórico feminismo avant la lettre, pero que, en realidad, denota una visión de la mujer todavía paternalista, refugio del guerrero. Como se pone de manifiesto al hacer que Lola (Emma Penella) únicamente adquiera estatus de persona al distanciarse de la vida fácil que ha llevado hasta ese momento ejerciendo de prostituta de lujo. Su redención la llevará a fregar escaleras, cambiar de nombre y enamorarse del repartidor de la bombonería de la esquina. Es decir: sacrifica su independencia en aras del modelo tradicional...

El narrador interpretado por Rolf Wanka presenta y cierra la historia sirviéndose de un discurso pretendidamente machista ("Porque... seamos sinceros: ¿para qué sirve la mujer? ¡Para nada. Absolutamente para nada!") que queda desmentido por los hechos, ya que en el número 47 duplicado sólo trabajan las mujeres, mientras que los hombres son apenas un atajo de inútiles soñadores que habrán de pagar un precio muy alto por su desidia.


sábado, 28 de octubre de 2017

Audiencia pública (1946)




Director: Florián Rey
España, 1946, 87 minutos

Audiencia pública (1946) de Florián Rey


Una forma de interpretar bastante alejada de los usos actuales, confiere a Audiencia pública aquel toque teatral tan falto de credibilidad del cine español de los años cuarenta. Y, sin embargo, Florián Rey procuró en todo momento que su película tuviese un aire extranjerizante. No sólo porque la acción se sitúa en una imprecisa nación del continente europeo, sino sobre todo porque determinados ambientes arrabaleros, como el tugurio en el que acaba la descarriada Ellen (Mary Delgado), recuerdan un tanto al cine de Marcel Carné.

Por lo demás, tanto la historia folletinesca a base de estupro de doncellas, niños entregados a la inclusa y desavenencias conyugales fruto de una maternidad frustrada carecerían de mayor interés si no fuese porque va engarzada en la típica contienda judicial con jurado incluido. Algo insólito en el cine patrio de aquel momento y que enlaza con un modelo de clara inspiración hollywoodense.

Ellen (Mary Delgado) y Raúl (Alfredo Mayo)

De modo que mientras la audiencia pública que da título a la película tiene lugar en el presente, los hechos juzgados se irán trayendo a colación conforme los testigos sean llamados al estrado para declarar ante el vehemente defensor (José Nieto) y el fiscal (Ramón Martori, célebre actor catalán de doblaje, por cierto).

Lo malo del caso es que tantas deliberaciones culminan, conforme a la moral imperante en 1946, en un veredicto que al espectador de hoy día se le antojará absolutamente demencial, en tanto que criminaliza a Ellen sólo por haber sido una pobre madre soltera y premia a los pudientes Holbein (Paola Barbara y Raúl Cancio) pese a haber cometido una adopción fraudulenta.

Mary (Paola Barbara) y el niño Guillermito

viernes, 27 de octubre de 2017

El sol del membrillo (1992)















Director: Víctor Erice
España, 1992, 133 minutos



Si lo quieres ver, en un árbol está contenido el universo entero...

Aun a riesgo de parecer pretencioso, conviene decir bien a las claras que lo que Víctor Erice logró captar en El sol del membrillo (en paralelo a las tentativas del pintor Antonio López a la hora de aprehender un determinado matiz de la luz sobre la carne de los frutos) tiene algo de filosofía zen. Es ese empeño por atrapar lo fugaz, la magia del instante, del tiempo detenido, como ocurre en el cine de Kiarostami, otra de las referencias que enseguida vienen al pensamiento ante la aparente quietud que se respira en el filme.

Como ocurría en Le mystère Picasso (1956) de Henri-Georges Clouzot, vemos cómo la obra va surgiendo ante nuestros ojos, minuciosamente preparada hasta el más nimio detalle en un proceso que se alarga durante meses y que se verá interrumpido por las inclemencias meteorológicas. El cineasta como pintor; el pintor como demiurgo que se afana en emular a la realidad y eternizarla sobre el lienzo, que es el equivalente de la pantalla para el director de cine.

Antonio López García (Tomelloso, 1936)

Luego están los operarios polacos que en su ir y venir por la casa en reformas ofrecen otra dimensión, más prosaica pero no menos profunda, de lo que sería el concepto de work in progress: aprendiendo palabras en castellano, levantando una pared o probando el membrillo, la cotidianeidad que rezuman sus diálogos es similar a la que será retomada una década después por José Luis Guerín en En construcción. E incluso alguna que otra nota de humor, como la escena en la que el también pintor Enrique Gran (1928-1999) le aguanta con una vara una hojita a Antonio López en plena tarea mientras ambos entonan una coplilla.

Sensación de vida fluyendo que regresa con savia nueva, toda vez que la Filmoteca de Catalunya ha llevado a cabo una restauración de El sol del membrillo que fue recientemente presentada en "Cannes classiques" con motivo del vigesimoquinto aniversario de su participación en el certamen francés. Esta tarde hemos podido disfrutar de ella en la sala Chomón de la Filmo con motivo de la celebración del Día Mundial del Patrimonio Audiovisual.


Carles Barba, cineasta (2009)




Director: Josep Vidal
España, 2009, 45 minutos



La segunda de las proyecciones que, con motivo del Día mundial del patrimonio audiovisual, la Filmoteca de Catalunya ha consagrado esta tarde a Carles Barba ha sido el reportaje que le dedicara Josep Vidal en 2009 y en el que se desgranaban los pormenores de una biografía harto singular. Puesto que el hoy nonagenario cineasta amateur (nacido en Terrassa en 1923) desempeñó, sin embargo, en paralelo una lucrativa carrera como comerciante textil que le permitió vivir holgadamente en su residencia de Matadepera, disfrutando de aficiones que van desde la ópera a coleccionar cerámicas catalanas de los siglos XVII y XVIII.

De su madre, cordial e ingeniosa, le quedó, aun así, el mal recuerdo de la religiosidad intransigente. Lo mismo que de su progenitor, con quien nunca llegó a tener confianza plena. Padre él mismo de familia numerosa, Barba enviudó repentinamente poco después de haber superado la cuarentena, lo cual no fue óbice para que se casara en segundas nupcias con una muchacha de la burguesía barcelonesa de apenas veinte años. Juntos han viajado por todo el mundo, siempre pertrechado con el consabido tomavistas para retratar ciudades como París, a la que inmortalizó en una de sus películas a finales de los setenta.



Ya en la posterior mesa redonda, el periodista Toni Vall ha querido destacar la maestría del cineasta, leyendo fragmentos de un texto mecanografiado por el propio Barba en 1976 y que éste tuvo la amabilidad de facilitarle hace algún tiempo. Aparte de su calidad literaria (en él habla, por ejemplo, al referirse a determinadas señoras captadas por el objetivo de su cámara, de "mujeres feas como dragones", adjetivación que Vall confiesa que a él mismo jamás se le hubiera ocurrido), llama la atención la destreza del hombre no sólo capaz de salir corriendo al ser sorprendido en alguna de sus comprometidas filmaciones con cámara oculta, sino de tranquilizar a su "presa" con un simple: "Tranquilo: trabajo para Televisión Española..."

A pesar de la sordera del invitado, a la hora de las preguntas se ha logrado sacar en claro que el cine que más le influyó en su momento fue el francés y el italiano, de ahí las referencias a Fellini en el reportaje de Josep Vidal. Eso y que es muy exigente en casa, según confesión de su esposa: "Las siete de la mañana ya es media mañana para él; en el comer es maniático: el filete debe ser del becerro de oro [sic] y la trucha acabada de pescar; todos los días lee dos o tres diarios y me marca a mí lo que tengo que leer yo..." Genio y figura.


Aspectos y personajes de Barcelona (1964)

















Director: Carles Barba
España, 1964, 25 minutos



Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, la Filmoteca de Catalunya brindaba esta tarde un caluroso homenaje al cineasta amateur Carles Barba (Terrassa, 1923), quien, a sus 94 años de edad, sigue aún en activo. Arropado por gran cantidad de familiares y amigos (entre otros David Carabén, cantante de Mishima), el acto ha contado con la moderación de Iolanda Ribas, del Centro de Conservación y Restauración de la cineteca catalana, entidad depositaria del extenso legado del realizador, y del periodista Toni Vall, quien, en la posterior mesa redonda, elogiaba la habilidad del homenajeado para captar con su cámara la esencia de un mundo que, desgraciadamente, ya no existe.

Rodada a pie de calle, como la mayor parte de la producción de Barba, Aspectos y personajes de Barcelona (1964) constituye un auténtico documento histórico que destaca por el colorido de sus imágenes. Un colorido que, sin embargo, contrasta vivamente con la inflexión enfática que el propio autor otorga a sus palabras en off. Porque Carles Barba, hombre ideológicamente moderado en cuya juventud llegó a militar en la Falange (más por inercia que por puro convencimiento, todo hay que decirlo), hace gala de una inusual ironía que le lleva a alternar secuencias protagonizadas por las más altas instancias del poder con otras en las que intervienen los seres más variopintos del lumpemproletariado barcelonés: de la Marquesa de Villaverde a los transformistas de la Bodega Bohemia, de los desfiles militares a las míseras profundidades del Barrio Chino, de Pedralbes al Somorrostro... La galería de personalidades y eventos retratada por Barba arrojan la impronta de una Barcelona muy anterior al boom turístico; tal vez más cutre, sí, pero seguro que más auténtica.


jueves, 26 de octubre de 2017

La Bella y la Bestia (1946)




Título original: La Belle et la Bête
Director: Jean Cocteau
Francia, 1946, 96 minutos

La Bella y la Bestia (1946) de Jean Cocteau

Érase una vez un mercader extremadamente rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres y, como este mercader era un hombre inteligente, no escatimó en la educación de su progenie, proporcionándole toda suerte de maestros. Sus hijas eran muy hermosas, especialmente la menor, quien despertaba tanta admiración en todos que desde muy pequeña la apodaron la Niña Bella, de suerte que, para envidia de sus hermanas, se quedó con tal nombre.

Madame Leprince de Beaumont
"La Bella y la Bestia"
Traducción de Vanesa G. Cazorla

Quien se haya dejado seducir alguna vez por la mágica atmósfera de cuento de hadas que el versátil Jean Cocteau acertó a recrear en su artesanal versión del ya clásico relato de Leprince de Beaumont seguramente se quedaría atónito si supiese la enorme cantidad de contratiempos a los que debieron enfrentarse él y su equipo. Dificultades derivadas, en su mayor parte, de la carestía que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial y que fueron desde una cámara que a duras penas rodaba en condiciones hasta las continuas entradas y salidas del quirófano de varios miembros del personal aquejados de diversos problemas de salud (Jean Marais y el propio Cocteau, sin ir más lejos, tuvieron que ser intervenidos a causa de sendos ántrax).



En el diario de rodaje que llevó a cabo durante el período de filmación, el director lo fue consignando todo cuidadosamente. De este modo, arranca pletórico el domingo 26 de agosto del 45: "Tras un año de preparativos y de obstáculos, empiezo a rodar mañana. Sería estúpido quejarse del tipo de dificultades que engendra una empresa así, porque creo que nuestro trabajo nos obliga a soñar despiertos, a soñar el más bello de los sueños." (página 21). Euforia que enseguida dará paso a la exasperación: "Esperaba que el cielo azul durase. Esperaba romper con mi ritmo habitual y disfrutar de una racha de buena suerte. He sido un ingenuo. Las mismas dificultades me persiguen y, como éstas siempre se presentan desde un ángulo distinto, me pillan de improviso. ¿Tendremos sol? ¿Tendremos un objetivo que funcione? ¿Tendremos algún otro obstáculo más? Trataré de dormir y de esperar. La espera: ésa es la tragedia del cine." (pp. 25-26).



Fatalidad que se irá concretando de un modo específico en las caprichosas condiciones atmosféricas del cielo sobre Turena. Ora radiante, ora nublo, Cocteau comprueba con impotencia cuán voluble puede llegar a ser el clima por aquellas latitudes, con lo que ello suponía para la viabilidad del proyecto: "De continuar las tormentas, nos veremos en apuros. Es extraño que empresas tan caras como el cine puedan estar a expensas de un barómetro..." (página 32). Y no sólo las inclemencias meteorológicas: el azar también quiso que las aeronaves de una cercana escuela militar sobrevolasen continuamente la casa solariega en la que se habían instalado, arruinando el audio de no pocas tomas.

Josette Day, Jean Marais y Cocteau durante una pausa del rodaje

Pero, anecdotario al margen, lo que verdaderamente llama la atención de La Belle et la Bête es su cuidado vestuario de época, al que habría que sumar la meticulosa caracterización de la criatura, especie de felino antropomorfo cuyo incómodo maquillaje le suponía al sufrido Jean Marais cinco largas horas de preparación. Y ¿qué decir de la extraordinaria creatividad con la que Cocteau, respaldado en el apartado técnico por René Clement, soluciona las más variadas circunstancias? Brazos que semejan antorchas, puertas que se abren y cierran solas, esculturas que parecen cobrar vida propia... Nunca menos fue tanto, haciendo de la necesidad virtud. Hasta el punto de que el realizador, finalmente satisfecho del resultado, asevera: "Realizamos nuestro trabajo final bajo un cielo radiante, sin una nube. Mirando atrás, bendigo las nubes: son la gloria del cielo de Turena. Incluso cuando el sol las evita, ellas otorgan a la luz una elegancia perlada. Demasiado crudo y demasiado fácil. He logrado cada plano a viva fuerza y me atrevo a decir que he hecho las cosas que quería hacer. Ningún plano me ha dejado esa leve angustia causada por la discrepancia entre lo que realmente ha sido y lo que habría podido ser. Si hay errores, son míos, de modo que no podré reprochárselos a nadie." (página 62).



P. D. Por su hermosura, no puedo resistirme a reproducir las palabras que anota Cocteau el domingo 7 de octubre de 1945 a las ocho de la mañana: "El mío es un trabajo de arqueólogo. La película existe (preexiste). Lo que tengo que hacer es descubrir dónde yace dormida y desenterrarla a fuerza de pala y pico. A veces la estropeo con mi impaciencia; pero los fragmentos que quedan intactos brillan con la belleza del mármol." (página 92).

martes, 24 de octubre de 2017

Mal genio (2017)














Título original: Le Redoutable
Director: Michel Hazanavicius
Francia, 2017, 107 minutos

Godard sin Godard

Mal genio (2017)

Hace justo veinte días que nos dejaba Anne Wiazemsky, esposa y musa de Godard a finales de los sesenta, autora de un par de novelas que relatan su vida junto al cineasta de origen suizo. Partiendo, precisamente, de una de ellas (Un an après), el director Michel Hazanavicius intenta ahora repetir la jugada que tan buenos resultados le diera hace seis años con The Artist (2011).

Porque si en la laureada cinta que coprotagonizaban Jean Dujardin y Bérénice Bejo recreó la época dorada del cine mudo americano, con Le Redoutable hace lo propio inspirándose en el estilo visual y creativo del otrora enfant terrible de la Nouvelle vague. Arriesgada pirueta, sin duda, la de imitar lo inimitable, por más que el cartel de la película nos recuerde que se trata de una comedia: "Godard sin Godard", como decimos arriba, o "revolución sin revolución" vendría a ser la fórmula seguida en un filme cuya fotografía revela una textura y un tratamiento del color calcados a los de, por ejemplo, La chinoise (1967), pero muy lejos de la osadía que marcaron aquellos títulos, hoy ya míticos.



En dicho sentido, es indiscutible el esfuerzo llevado a cabo por Hazanavicius para emular el vestuario, el ambiente contracultural, la atmósfera del mayo parisino y sus protestas estudiantiles. En una palabra: el espíritu de una época. Pero por más que Mal genio se estructure en diez partes de ingenioso título, por mucho que incluya escenas que remiten a algunos de los momentos más célebres de la filmografía del homenajeado, ello no basta para que el resultado final suscite el mismo interés.

Quizá porque lo que entonces era radicalmente innovador hace ya tiempo que fue digerido y superado; tal vez porque Godard aún vive y sigue en activo... No sé. Lo cierto es que una película como ésta lo único que pone de manifiesto es la banalización innecesaria de un personaje mucho más profundo y complejo que la superficial caracterización llevada a cabo por el actor Louis Garrel. Claro que, partiendo de la base de que se titula "El temible" y que pretende desmitificar al genio adoptando el punto de vista de su exmujer, puede que el verdadero objetivo no fuese otro sino ridiculizar a Godard dejando al descubierto las muchas contradicciones de su carácter marcadamente egocéntrico. A lo mejor es por eso que Hazanavicius ha querido que al personaje se le rompan tantas veces las gafas: para subrayar simbólicamente la cortedad de miras de alguien que, de puro endiosado, es incapaz de valorar a la mujer que comparte su vida con él, primorosamente encarnada en la película por la cautivadora Stacy Martin.


domingo, 22 de octubre de 2017

Si te hubieses casado conmigo (1950)




Director: Viktor Tourjansky
España, 1950, 80 minutos

Si te hubieses casado conmigo (1950)


Comedia sofisticada al estilo de las de Hollywood, Si te hubieses casado conmigo fue escrita por Enrique Llovet y dirigida por el ucraniano Tourjansky. Entre sus particularidades, habiendo sido rodada en Barcelona, destaca el hecho de que una de las secuencias tiene lugar en el interior del Palau de la Música Catalana, adonde asiste la pareja protagonista (interpretada por Fernando Rey y Amparo Rivelles) para disfrutar del Concierto para piano de Grieg.

Pero lo más llamativo de la película no es eso, sino la peculiar estructura mediante la que se resuelve el triángulo amoroso entre Carlos (Adriano Rimoldi), Enrique y Victoria, incluyendo triquiñuelas tan refinadas como una ficción novelesca o romper la cuarta pared para interpelar al público a propósito del desenlace que desearían ver en pantalla.

Fernando Rey y Amparo Rivelles

Ni que decir tiene que no era la primera vez que ese tipo de recursos se ponían en práctica en el cine español. Sin ir más lejos, apenas un lustro antes Edgar Neville ya había experimentado en La vida en un hilo (1945) con la posibilidad de elucubrar sobre qué habría deparado el destino a sus personajes de haber tomado una u otra decisión.

Frente a la imagen tópica de una cinematografía cerrada en sí misma, Si te hubieses casado conmigo ofrecía un inusual toque cosmopolita a través de la presencia de un trotamundos como Tourjansky detrás de la cámara, un galán italiano (Rimoldi), un secundario portugués (Tony D'Algy) y futuras estrellas del panorama internacional como Amparo Rivelles (a punto de dar el salto a Méjico) y un Fernando Rey del que este año celebramos el centenario de su nacimiento.

Adriano Rimoldi

sábado, 21 de octubre de 2017

Antes de la revolución (1964)




Título original: Prima della rivoluzione
Director: Bernardo Bertolucci
Italia, 1964, 115 minutos

Antes de la revolución (1964)


Se nota enseguida que Bertolucci apenas tenía veintidós años cuando rodó éste su segundo largometraje: en Prima della rivoluzione (1964) son muchas las probaturas que el director italiano lleva a cabo y pocos los hallazgos, pero, aun así, tanta tentativa (por muy gratuitas que puedan parecer la mayoría de ellas) acaba confiriendo a la película un toque visualmente rompedor para la época.

También la banda sonora nos depara una combinación de lo más ecléctico, alternando baladas melódicas romanticonas de Gino Paoli con ópera de Verdi y jazz de Gato Barbieri (el mismo saxofonista argentino con el que volvería a contar, ocho años más tarde, para la música de El último tango en París).



Y en cuanto al osado idilio entre un joven a punto de entrar en la edad adulta (Francesco Barilli) y su tía diez años mayor (Adriana Asti, la misma actriz que ya había intervenido previamente en Accattone y Rocco e i suoi fratelli), conviene subrayar que, mediante dicha situación, se adelantó tres años a la polémica que suscitaría El graduado de Mike Nichols.

Sólo que aquí la diferencia radica en que hay bastante de autobiográfico: la Piazza Garibaldi de Parma (ciudad natal de Bertolucci), la Fiesta de la Unidad celebrada por el entonces todopoderoso Partido Comunista Italiano, las conversaciones sobre cine a la salida de la sala Orfeo... Elementos, todos ellos, que contribuyen a forjar un fresco de una determinada juventud, teóricamente enfrentada a su propia clase social, pero, precisamente por ello, ignorante del aburguesamiento que la oprime. Paradoja que llevará a Fabrizio a decir, parafraseando a Talleyrand, que "creía que estaba viviendo la revolución, cuando en realidad estaba viviendo los años anteriores a ella". Contradictoria a la par que irónica conclusión por parte del muchacho, habida cuenta de su matrimonio con la bella Clelia, acto claudicante en toda regla con el que se aleja momentáneamente de su idealismo radical para rendirse a la burguesía acomodada que tanto detesta.


viernes, 20 de octubre de 2017

El archivo general (2016)




Título original: Die Akte General
Director: Stephan Wagner
Alemania, 2016, 92 minutos

El archivo general (2016) de Stephan Wagner


Como cada año por estas fechas, la Filmoteca de Catalunya programa un ciclo sobre cine alemán actual. Y la primera entrega que hemos tenido ocasión de ver, en la tarde de hoy, ha sido este telefilme ambientado en 1959 durante los acontecimientos que precedieron a la detención de Adolf Eichmann en Argentina, el mismo criminal de guerra nazi en torno al cual giraba la excelente Hannah Arendt (2012) de Margarethe von Trotta.

En un país que luchaba por dejar atrás las atrocidades cometidas durante el nazismo, pero en el que aún quedaban algunas responsabilidades por depurar, el fiscal Fritz Bauer (Ulrich Noethen) deberá enfrentarse a no pocos obstáculos para sacar adelante una investigación cuyos resultados podrían comprometer gravemente las relaciones con el estado de Israel, así como la carrera política de algunos altos cargos de la administración Adenauer. Algo que se verá agravado, además, por la doble condición del jurisconsulto de judío y homosexual.



En cuanto a su puesta en escena, El archivo general incide en los entresijos de lo que se cuece en los despachos, al margen de los discursos oficiales. De ahí que el canciller sea mostrado como un viejo cascarrabias que, sin embargo, se esfuerza en guardar las apariencias en sus declaraciones públicas. A Bauer, por contra, se lo presenta como un hombre íntegro, objeto de diversas amenazas y tentativas de atentado. Alguien capaz de llegar hasta el final en sus indagaciones y para quien está más que probado que "las leyes no se escriben en pergamino, sino sobre la delicada piel de las personas..."

Aun así, y pese a lo interesante del tema, Die Akte General acusa las inconveniencias propias del formato televisivo: dotada de un ritmo trepidante (lo cual, en casos como éste, no es que sea ninguna virtud precisamente), tras el visionado a uno le queda la sensación de haber asistido a un tráiler de hora y media; el resumen de algo que tal vez debiera ser mucho más extenso.


Cabeza borradora (1977)




Título original: Eraserhead
Director: David Lynch
EE.UU., 1977, 90 minutos

Cabeza borradora (1977) de David Lynch

La piedra fundacional del universo Lynch (en lo tocante a largometrajes, por supuesto: que sus cortos son otro cantar...) fue este filme en blanco y negro en el que ya estaban contenidas la mayor parte de obsesiones sobre las que, posteriormente, volvería una y otra vez a lo largo de cuarenta años de carrera. Atmósfera perpetua de misterio, enigmáticas criaturas salidas de una pesadilla, los hechos acaecidos en Eraserhead remiten inevitablemente al mismo entorno industrial de la inhóspita América profunda en el que tantas veces se desarrollará la ulterior filmografía del cineasta.

Y no sólo eso: con Cabeza borradora nace, asimismo, una importante veta del cine de terror y ciencia ficción que influirá notablemente en la obra de otros realizadores: ahí están, sin ir más lejos, la criatura con forma de espermatozoide o el bebé monstruoso que tanto recuerdan al aspecto del Alien presentado apenas dos años después por Ridley Scott (por no hablar de la inspiración confesa sobre Kubrick a la hora de preparar El resplandor...).



Así pues, el surrealista argumento de una de las películas de culto por excelencia se revela como fuente inagotable de imágenes perturbadoras, desde el pollo sanguinolento hasta la mofletuda señorita del radiador. Misión imposible (más bien baldía) la de obcecarse en buscar el sentido preciso de lo que tiene más de estado mental que no de sinopsis al uso: de hecho, el guion original lo integraban veintidós páginas escasas.

Baste decir que Lynch, tal y como confesaba en el reciente documental The Art Life (ya comentado en un post anterior), trató de trasladar a la pantalla la desapacible realidad de los suburbios de Filadelfia en los que vivió antes de trasladarse a California. La misma que, antes y después, ha inspirado su verdadera faceta creadora: la de artista plástico.


jueves, 19 de octubre de 2017

El jardín de Jeannette (2016)




Título original: Une vie
Director: Stéphane Brizé
Francia/Bélgica, 2016, 119 minutos

El jardín de Jeannette (2016) de Stéphane Brizé


Las primeras secuencias de Une vie nos sitúan en un marco espacio-temporal eminentemente decimonónico y rural; un mundo en el que la existencia discurre por unos cauces de absoluto sosiego y cuyos habitantes se dedican a regar las plantas de su huerto o a jugar plácidamente a las tablas reales en familia. En ese aspecto, el director Stéphane Brizé lleva a cabo un giro copernicano con respecto a su anterior largometraje (La loi du marché), cambiando las vicisitudes de un parado cincuentón que intenta reincorporarse al proceloso mercado laboral tras el cierre de la fábrica en la que trabajaba por la historia de una mujer inmersa en los vaivenes del siempre complicado arte de vivir.

Porque la Jeanne encarnada por Judith Chemla (nominada al Premio César a la mejor actriz por su papel) pertenece a la misma estirpe de ilustres heroínas atormentadas que Madame Bovary o Margarita Gautier. No en vano, se trata, como en aquellos casos, de un personaje literario, surgido, concretamente, de la imaginación de Guy de Maupassant y que ya fue objeto de una adaptación cinematográfica en 1958, dirigida por Alexandre Astruc.



Un marido infiel, un hijo pródigo, la traición de una amiga... He ahí los sinsabores que irán progresivamente despedazando la inocencia de la protagonista a lo largo de un relato fragmentado en el que se alternan escenas de un presente depresivo, cuasi suicida, con destellos puntuales de una felicidad remota; días plomizos en contraste con un pasado luminoso.

Aun así, no todo es pesadumbre en la existencia de esta mujer, puesto que Rosalie (Nina Meurisse), la misma criada que años atrás se dejó seducir por el señor de la casa, regresará, al cabo de los años, para hacerse cargo de la depauperada hacienda. Especie de ángel de la guarda para la avejentada Jeanne al que se unirá, ya en el desenlace, una última esperanza personificada en forma de recién nacido: el nieto que, acunado en sus brazos, parece justificar con su sonrisa beatífica las contrariedades de toda una vida.


miércoles, 18 de octubre de 2017

Torna, un any més, el cinefòrum Sant Miquel!















Un curs més, com ja és habitual des de fa una pila d'anys, encetem les sessions de cinefòrum al nostre saló d'actes. I la pel·lícula triada per obrir aquesta temporada és tot un clàssic. Més encara, m'atreviria a dir: una joia a càrrec del poeta, novel·lista, dramaturg, pintor i cineasta francès Jean Cocteau (de fet, la llista de disciplines en les quals va excel·lir aquest artista polifacètic seria encara més llarga: actor, dissenyador...)

Segon llargmetratge dirigit per Cocteau i dotada d'uns efectes especials de caire artesanal d'allò més creatiu tot i l'escassetat econòmica que es vivia a Europa just després de la fi de la Segona Guerra Mundial, La belle et la bête ha estat probablement la més reeixida de les moltes adaptacions cinematogràfiques que se n'han fet del celebèrrim conte homònim de Madame Leprince de Beaumont (1711-1780).

Estrenada el 1946 al Festival de Cannes, La bella i la bèstia té una durada aproximada de 96 minuts i la veurem en versió original en francès amb subtítols en castellà. La sessió tindrà lloc el proper dijous 26 d'octubre a partir de les 17:30h al saló d'actes del Col·legi Sant Miquel (Rosselló, 175. Barcelona).

I per anar fent boca us deixem amb un tastet de cartells de l'època.






martes, 17 de octubre de 2017

El profesor chiflado (1963)




Título original: The Nutty Professor
Director: Jerry Lewis
EE.UU., 1963, 107 minutos

El profesor chiflado (1963) de Jerry Lewis


And I think that the lesson that I learned came just in time. I don't want to be something that I'm not. I didn't like being someone else. At the same time I'm very glad I was cause I found out something that I never knew. You might as well like yourself. Just think about all the time you're going to have to spend with you. And if you don't think too much of yourself, how do you expect others to?

La cálida alocución que el profesor Julius Kelp dirige a la concurrencia al mismo tiempo que se va desprendiendo gradualmente del odioso Buddy Love para volver a ser él mismo contiene el verdadero mensaje de una de las comedias más hilarantes de la historia del cine: "Si tú no te tienes en gran estima, ¿cómo esperas que lo hagan los demás?"



Se dice que para componer al alter ego de su personaje, Jerry Lewis se inspiró en Dean Martin, el que fuera pareja artística del histriónico actor durante varios años. Verdad o no, lo cierto es que estos particulares Jekyll y Hyde representan los dos polos más opuestos imaginables: uno puro intelecto, aunque poco agraciado y muy torpe; el otro tan apolíneo como vanidoso.

En realidad, El profesor chiflado pretende darnos la lección a nosotros, puesto que es el espectador quien debe reflexionar, a partir de lo visto, sobre por qué el arrogante Buddy goza de la aceptación social que se le niega al enclenque Kelp. Materia, por cierto, de una actualidad considerable, toda vez que la ingesta de medicamentos con la finalidad de corregir determinados trastornos de conducta está a la orden del día. ¿Que el déficit de atención e hiperactividad impiden a un alumno obtener buenos resultados académicos? Pues se incrementa la dosis y listo. ¿Que la timidez o el desánimo dificultan el relacionarse con los otros? Pues se ingiere algún antidepresivo que, como la fórmula ideada por Kelp, permita desinhibir nuestra expansividad y punto. De cómo le va al bueno de Julius con sus experimentos nos da cumplida cuenta el desenlace de la película. Para ver, en cambio, en qué queda tanta prescripción de estimulantes en la sociedad de hoy en día quizá tendremos que esperar un poco más...


domingo, 15 de octubre de 2017

La querida (1976)




Director: Fernando Fernán Gómez
España, 1976, 91 minutos

La querida (1976) de Fernán Gómez


Más que una película en la que se incluían canciones, La querida fue una plataforma pensada para el lucimiento de Rocío Jurado y en la que tanto los diálogos como el argumento no eran más que relleno. La típica historia de la humilde muchacha de pueblo que lucha por abrirse camino en el mundo del espectáculo, tantas veces contada desde, por ejemplo, Ha nacido una estrella, era en esta ocasión el pretexto ideal para sacar adelante uno de los muchos productos de un inminente erotismo que convertía el cuerpo de la mujer en pura mercancía.

Un poco como sucedería por esas mismas fechas con títulos tipo La lozana andaluza de Vicente Escrivá, aunque sin llegar a tanto atrevimiento, no hay más que ver el cartel de la película para darse cuenta de por dónde iban los tiros. En realidad, todo obedecía a una estrategia de marketing de la que otras folclóricas del panorama nacional, como Carmen Sevilla, ya se habían servido previamente para relanzar sus respectivas carreras.



El hecho de que la dirección y el papel masculino principal recayesen sobre Fernando Fernán Gómez le confería a priori un cierto aliciente que el pronunciado escote de la Jurado y su abracadabrante repertorio de canciones compuestas por Manuel Alejandro enseguida diluyen.

Con todo, La querida nos deja alguna que otra imagen de singular hermosura: un primer plano de unas manos que se entrelazan, cortando el viento, a través de la ventanilla de un tren en marcha; o un gesto similar cuando la mano de Eduardo (Fernán Gómez) se posa sobre la de la madre de sus hijos (Maite Blasco) buscando una complicidad que hace tiempo que se acabó. Otras, en cambio, son abiertamente sensuales, como la escena en la que Teresa Gimpera le pone crema en la espalda a Manuela Silva (Jurado) mientras toma el sol en una piscina. Claro que, puestos a quedarse con la más impactante de todas (en otro orden de cosas), si hay una que destaca es el insólito corte de pelo que luce Fernando Fernán Gómez en esta película...