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domingo, 24 de agosto de 2025

Quinientas millas (1969)




Título original: Winning
Director: James Goldstone
EE.UU., 1969, 123 minutos

Quinientas millas (1969) de James Goldstone


Quien más quien menos tendrá noticia de la pasión que sintió Paul Newman por el automovilismo, llegando a participar profesionalmente en algún que otro certamen de renombre, como por ejemplo las 24 Horas de Le Mans del 79, donde logró un meritorio segundo puesto. Lo que quizá resulte menos conocido es que dicha afición surgió a raíz de haber protagonizado, junto a su esposa, Quinientas millas (Winning, 1969), interesante filme en torno al mundo de las carreras de coches que combinaba una historia de amor con el afán del piloto Frank Capua (Newman) por triunfar en el circuito de Indianápolis.

En un principio, estaba previsto que el guion de Howard Rodman, bajo la dirección de James Goldstone, se convirtiese en un telefilme de bajo presupuesto. Pero cuando llegó a oídos de Newman que se estaba gestando un proyecto de tales características, enseguida mostró su interés por encabezar el elenco, con lo que la película pasó a convertirse en una superproducción de gran envergadura.



A grandes rasgos, la cinta se centra en la relación entre el susodicho Capua, un individuo más bien solitario, amante de la velocidad y de la cerveza, con Elora (Joanne Woodward), divorciada y madre de un hijo adolescente, que vive en una pequeña localidad donde, como suele suceder muchas veces, el principal pasatiempo son las habladurías. Harta de semejante panorama, la mujer emprende una nueva vida en compañía de Frank. Sin embargo, casarse con él implica convivir con un ritmo frenético de entrenamientos y competiciones...

A la hora de la verdad, las escenas automovilísticas son las que terminan acaparando el protagonismo durante buena parte del metraje, si bien la actuación de la pareja, contenida y repleta de silencios elocuentes, deja traslucir el bagaje acumulado por unos intérpretes que se formaron en el Actor's Studio.



martes, 19 de agosto de 2025

Harper, investigador privado (1966)




Título original: Harper
Director: Jack Smight
EE.UU., 1966, 121 minutos

Harper, investigador privado (1966)


Después de haber protagonizado una serie de películas con las que no quedó particularmente satisfecho, como Cuatro confesiones (1964) o Lady L (1965), Paul Newman necesitaba meterse en la piel de algún personaje cien por cien norteamericano que le hiciera sentirse seguro de su interpretación para así recuperar plenamente la confianza en sí mismo. 

Se ha dicho que el actor propuso cambiarle el nombre al detective de Harper (1966), en lugar de Archer, que es como se llamaba en The Moving Target, la novela de Ross Macdonald en la que está basada la cinta, para que comenzase por la misma H inicial de Hud (1963) o The Hustler (1961), dos de los éxitos más sonados de su filmografía previa (aunque también es probable que el cambio obedeciese a algún que otro conflicto con los derechos de autor).



Lo cierto es que ya desde los títulos de crédito iniciales, con la secuencia mítica del investigador privado hurgando de buena mañana en la basura de su oficina para rescatar un filtro de café, queda meridianamente claro que estamos ante un individuo cuya existencia un tanto caótica entronca con la de ilustres predecesores del cine negro a los que muchas veces dio vida Bogart. De ahí que los productores, en un guiño cinéfilo, ofreciesen uno de los papeles secundarios, el de la rica y cínica heredera que indaga el paradero de su marido, a Lauren Bacall.

Por lo demás, no son pocas las pinceladas de humor amargo en una trama repleta de giros inesperados y en la que también se atisba un cierto erotismo incipiente en esa especie de Lolita que interpreta Pamela Tiffin. Diálogos mordaces, a cargo del guionista William Goldman, en un neo-noir ambientado en las suntuosas áreas residenciales de Los Ángeles que, con los años, ha acabado convirtiéndose prácticamente en un título de culto.



martes, 22 de agosto de 2017

El precio de la gloria (1952)




Título original: What Price Glory
Director: John Ford
EE.UU., 1952, 111 minutos

El precio de la gloria (1952) de John Ford


Menos célebre que otras producciones con el sello inconfundible de John Ford, El precio de la gloria retomaba un filme mudo dirigido por Raoul Walsh en 1926 a partir de la obra teatral homónima de Maxwell Anderson y Laurence Stallings. Por eso en los carteles de la época el título iba precedido por el adjetivo The New... Y tal vez por eso mismo quiso su director desmarcarse deliberadamente del acusado tono antibelicista que caracterizaba las versiones anteriores.

Ambientada en la Primera Guerra Mundial y protagonizada por un batallón de soldados americanos durante su estancia en una pequeña aldea francesa, What Price Glory respondía al perfil de lo que podríamos denominar película-divertimento y que tantas veces practicara Ford a lo largo de su dilatada carrera (La salida de la luna o La taberna del irlandés serían otros títulos representativos de este peculiar subgénero). De modo que de sus algo menos de dos horas de duración, la primera vendría a ser una comedia con cierta tendencia al musical romántico, mientras que la segunda, más seria, derivaba hacia el drama bélico.



La primera de esas dos partes presenta los ingredientes habituales del cine-divertimento fordiano: peleas amistosas a puñetazo limpio entre compañeros (en esta ocasión, disputándose a la candorosa Charmaine), alcohol a raudales y una atmósfera general de camaradería encaminada a transmitir la imagen más amable posible del ejército. Así que cuando la compañía se marche al frente, el contraste entre el júbilo de las horas transcurridas en la calidez de la taberna y el fastidioso barro de las trincheras se hará evidente en cuanto se produzcan las primeras bajas. He ahí el precio de la gloria: sacrificar las vidas de jóvenes rebosantes de entusiasmo en aras de un mundo mejor.

Definitivamente, no era ésta la historia más apropiada para el patriota Ford. ¿Cómo podía un veterano de guerra como él hacer suyo el mensaje antimilitarista del texto original? Con lo que el resultado es una mezcla de demasiadas cosas, a menudo incoherentes, sin llegar a ser propiamente ninguna de ellas. Tampoco James Cagney parecía la mejor elección para el papel de Capitán Flagg: ¿por qué la bella Charmaine (Corinne Calvet) lo iba a preferir a él en lugar de al Sargento Quirt (Dan Dailey)? De haber podido contar con la participación del más apuesto John Wayne, probablemente la rivalidad entre ambos hombres habría ganado bastante en verosimilitud. Algo que, cinco años después, quedó de sobras demostrado en Escrito bajo el sol, donde sí que se advierte esa química especial entre Wayne, Dailey y Maureen O'Hara.