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domingo, 14 de mayo de 2023

Verano del 85 (2020)




Título original: Été 85
Director: François Ozon
Francia/Bélgica, 2020, 97 minutos

Verano del 85 (2020) de François Ozon


Dado el carácter nostálgico de Été 85 (2020), un innegable aire retro se deja sentir a lo largo de toda la cinta. Y no sólo en lo tocante a su banda sonora, repleta de hits que sonaron por aquellas fechas, sino también en el tratamiento de la fotografía, a cargo de Hichame Alaouie. Se percibe, incluso, sobre todo en las escenas de playa, un cierto toque a lo Rohmer que, pese a la enorme distancia que lo separa de un filme de estas características, encaja a la perfección con el estilo, muchísimo más truculento, de François Ozon. De hecho, conociendo la naturaleza transgresora del cineasta francés, cabría pensar en el origen autobiográfico de un guion cuyo espíritu iniciático procede, sin embargo, de la libre adaptación del best seller juvenil Dance on My Grave, publicado originalmente en 1982 por el británico Aidan Chambers.

Aparte de las inclinaciones necrófilas del protagonista, un adolescente llamado Alexis (Félix Lefebvre), la trama transcurre en dos planos temporales distintos. Por una parte, las pesquisas policiales a las que debe hacer frente el muchacho, con comparecencia incluida ante una educadora social, por haber cometido una grave infracción; por otra, el relato pormenorizado del verano que pasó junto a David (Benjamin Voisin) hasta el fatídico desenlace que trunca su relación.



En esta historia de pactos más allá de la muerte bajo el cielo azul de Normandía cobra especial relevancia el influjo que un profesor de literatura (Melvil Poupaud) ejerce sobre los dos amigos. Especialmente en el caso de Alex, cuyas dotes para la escritura podrían abrirle las puertas de un brillante futuro como estudiante de letras, si no fuera porque sobre él pesa una acusación de antisemitismo por haber profanado un cementerio judío.

Independientemente del pánico que a Alex le provocan los cadáveres, o de los escollos que aún deba sortear en su camino hacia la madurez, lo cierto es que nos encontramos ante una película luminosa, un canto al amor efebo en el que el autoconocimiento que proporcionan las primeras experiencias sentimentales se equipara con la libertad de quien viaja a lomos de una motocicleta o se interna mar adentro a bordo de su propio navío.



martes, 28 de abril de 2020

Los visitantes (1993)




Título original: Les visiteurs
Director: Jean-Marie Poiré
Francia, 1993, 107 minutos

Los visitantes (1993) de Jean-Marie Poiré

Desde que Mark Twain publicase, a finales del siglo XIX, Un yanqui en la corte del rey Arturo (1889), la idea de hacer que habitantes del presente irrumpan en plena Edad Media o viceversa ha sido ampliamente explotada tanto por la literatura de corte fantástico como por un determinado tipo de cine de aventuras. Que, en el caso de la francesa Les visiteurs, adquiría esa vertiente paródica que tan buenos resultados suele proporcionar en taquilla.

Catorce millones de espectadores fueron los responsables de que el filme contara con sucesivas secuelas y hasta un remake hollywoodense (todos ellos dignos de olvido). Aunque esta primera entrega de la saga, con Jean Reno y Christian Clavier en los papeles principales, no sólo le valió a Valérie Lemercier el César a la mejor actriz secundaria, sino que, con los años, ha terminado adquiriendo un cierto halo de película de culto.



A la innegable vis cómica de la pareja protagonista se sumaba un guion, coescrito por el propio Clavier y el director de la cinta, Jean-Marie Poiré, plagado de situaciones hilarantes al más puro estilo slapstick y en la tradición de las screwball comedies. Sin olvidar, claro está, ese particular humor de brocha gorda, no apto para exquisitos, que ponen de manifiesto los nombres de los personajes: Godefroy de Papincourt y Jacquouille la Fripouille (algo así como "Delcojón el Sinvergüenza").

Se ha dicho de Les visiteurs que presenta alguna que otra coincidencia en su planteamiento con El cronicón (1970) de Antonio Giménez Rico. O que la ya célebre escena en la que el conde y su escudero la emprenden a mandobles con una furgoneta de Correos está inspirada en el Don Quijote (1992) de Orson Welles. Antecedentes ilustres para una cinta que, a falta de mayores pretensiones, aspira a hacernos pasar un buen rato.