Título original: Young Mr. Lincoln
Director: John Ford
EE.UU., 1939, 100 minutos
El joven Lincoln (1939) de John Ford |
Toda la vida que le falta al Lincoln de Spielberg desborda en esta producción de Darryl F. Zanuck dirigida por John Ford en 1939. Cierto que ambas películas se centran en momentos radicalmente opuestos de la trayectoria del personaje, pero, viendo el modo de caminar o de explicar chistes que le valieron el Óscar a Daniel Day-Lewis, salta a la vista que el actor irlandés debió de estudiar fotograma a fotograma el trabajo que muchos años antes hiciera Henry Fonda en esta película.
Quien andando el tiempo llegaría a ser decimosexto presidente de los Estados Unidos es presentado en la presente recreación de su juventud como un muchacho larguirucho y más bien parsimonioso que, sin embargo, bajo su frágil apariencia esconde unas extraordinarias dotes como orador que harán de él un brillante abogado.
Aunque tanto Ford como su guionista Lamar Trotti (1900–1952), ambos patriotas de pro, son incapaces de sustraerse a la tentación de mostrarlo bajo un cierto prisma mesiánico cuando, en la escena en que la multitud enfervorecida pretende acceder al calabozo donde los hermanos Clay son custodiados, el joven Abe Lincoln logra frenarla y hacerla recapacitar como Jesús al defender a la Magdalena.
Es precisamente el juicio para dilucidar la culpabilidad o inocencia de Matt y Adam el momento de mayor intensidad dramática, si bien contiene detalles humorísticos como el memorable juego de palabras mediante el que el abogado defensor le toma el pelo a Jack Cass, el testigo interpretado por Ward Bond. Con todo, hay en Young Mr. Lincoln pinceladas muy del estilo de Ford y que prefiguran elementos que reencontraremos en sus filmes posteriores. Así pues, la escena en la que Abe visita la tumba de la difunta Ann Rutledge anuncia los soliloquios que, justo una década después, mantendrá John Wayne frente al sepulcro de su esposa en La legión invencible.
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