martes, 21 de agosto de 2018

No encontré rosas para mi madre (1973)




Director: Francisco Rovira Beleta
España/Francia/Italia, 1973, 93 minutos

No encontré rosas para mi madre (1973)


Desperté en una luz grisácea, encogido de frío. Mañana cruzada de espejos duros y brillantes bajo el cielo. Dos ojos incoloros se inclinaron sobre los míos. "No es mamá", me dije. "Ni Helia". No conocía aquellos ojos. Tampoco la voz: 
       —¿Te encuentras mal, chico? ¿Quieres que te ayude?

José Antonio García Blázquez
No encontré rosas para mi madre

Cuán diferente habría sido el resultado en esta película si, en vez de cuidar tanto el envoltorio, la mayoría de esfuerzos hubiesen ido dirigidos a dotarla de una mayor profundidad psicológica. Talento no faltaba (no hay más que echar un vistazo al listado de gente que trabajó en ella para darse cuenta), pero cuando falla lo principal, que es el entusiasmo...

Una coproducción entre tres países; un director, en horas bajas, al que no le gusta el guion y decide retocarlo y, lo que es peor, mandarlo retocar una y otra vez (hasta seis personas diferentes intervinieron en él); un reparto internacional plagado de tantas estrellas que produce empacho; una trama que transcurre en tres ciudades distintas y, para colmo, un protagonista al que eligen por su cara bonita, pero que carece de cualidades interpretativas.

Renaud Verley es Jaci


Digámoslo claro: No encontré rosas para mi madre (1973), pese a estar basada en la excelente novela homónima de José Antonio García Blázquez, dista mucho de ser lo que se dice una obra maestra. Se nota, eso sí, el saber hacer de Rovira Beleta tras las cámaras, auxiliado por una impecable dirección de fotografía en color del veterano Michel Kelber y, sobre todo, el amor por su querida Barcelona cuando filma determinados enclaves de la Ciudad Condal (Plaza España, la Plaza Real, las Ramblas, el Paralelo, el puerto... O algunos locales hoy desaparecidos, como el conflictivo Drugstore Liceo de la secuencia inicial, entonces recién inaugurado y que cerraría sus puertas en 1982), aunque la personalidad del cineasta se desdibuja un tanto a la que la acción se traslada a Madrid o a Ibiza.

Por último, la visión que se ofrece de ciertos sectores de la juventud de entonces no es que sea precisamente halagüeña: Jaci (interpretado por el francés Renaud Verley) lo mismo coquetea con señoras de cierta edad (Gina Lollobrigida) que con ancianos libidinosos, pese a que su interés es exclusivamente monetario. Y con las jóvenes África (Concha Velasco) y Elaine (la británica Susan Hampshire) parece incapaz de comprometerse, probablemente por la atracción edípica que lo une a su madre (Danielle Darrieux). En resumidas cuentas, lo mismo él que su cuadrilla se distinguen por una ociosidad malsana y autodestructiva. De lo que se infiere, una vez más, que Rovira Beleta —hombre elegante y sensible, pero de otra generación, con otros valores— no era el más indicado para hacerse cargo de esta historia.


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