martes, 21 de agosto de 2018

El fenómeno (1956)




Director: José María Elorrieta
España, 1956, 83 minutos

El fenómeno (1956) de José María Elorrieta


Ayer hacíamos alusión a esta película al compararla con El sistema Pelegrín (1952) de Iquino, ya que, en ambos casos, se trata de comedias protagonizadas por Fernando Fernán Gómez que ridiculizan determinados aspectos vinculados al mundo del fútbol. En una línea similar, Once pares de botas (1954) de Rovira Beleta había tratado el mismo tema, pero situándolo en el área geográfica barcelonesa. Y, más allá aún de El fenómeno, el propio Elorrieta dirigiría dos años después El hincha (1958), con el mismo plantel de secundarios, aunque ya sin la participación de Fernán Gómez.

El planteamiento del filme que nos ocupa se basa en un recurso que no por antiguo resulta menos efectivo: el equívoco puro y duro. Aquello tan típico de que a un tranquilo ciudadano lo confunden con otro, viéndose inmerso, a partir de ese momento, en mil y una situaciones disparatadas. Subterfugio que en manos de Hitchcock daría como resultado inquietantes thrillers tipo Con la muerte en los talones (1959), pero que aquí se limitó a que un insulso catedrático de ética alemán se vistiese de corto para suplantar a un as ruso del balón, aunque sin haber visto jamás un esférico de reglamento, y poner de moda el meter los goles con el trasero y hasta con la nariz.



El resto de la historia adolece de una imprecisión apenas justificable por el hecho de que estamos ante un producto concebido única y exclusivamente para el entretenimiento. Así pues, queda un tanto en el aire quiénes son ese par de matones que obedecen las órdenes del capo interpretado por José Calvo y cuyo máximo interés es acabar con el que ellos creen que es Pavlovsky. Cabe pensar que se trata de agentes anticomunistas, en una época en la que todo lo procedente allende el telón de acero era considerado poco menos que pecaminoso. En cualquier caso, vale la pena destacar que el actor que hace de Mauro es el torero Rafael Albaicín, ahijado del pintor Zuloaga, gitano granadino culto y selecto que, tras recibir cinco cornadas a lo largo de su carrera, cambió los ruedos por los platós de rodaje. No deja de ser gracioso que la tauromaquia y el balompié, las dos pasiones nacionales (y, hasta cierto punto, rivales) quedaban así aunadas en una misma película.

Como curiosos son los exteriores filmados en Fráncfort (básicamente la Plaza Römerberg) y, ya en Madrid, el antiguo Stadium Metropolitano, coliseo que acoge los encuentros del imaginario Castellana F.C., trasunto del Atlético de Madrid (luce, de hecho, los mismos colores en su camiseta) y donde, aparte de un partido memorable, Claudio Henkel ganará definitivamente el amor de la novelista Elena Bernal (la actriz italiana Maria Piazzai).


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