Título original: Le feu follet
Director: Louis Malle
Francia, 1963, 108 minutos
El fuego fatuo (1963) de Louis Malle |
Tu es lâche et faible et paresseux ! Tu refuses les certitudes parce qu’elles te font peur ! Tu fais l’apologie de l’ombre parce que le soleil te blesse les yeux !
Llamar cobarde, débil y gandul a un amigo que planea suicidarse no parece la mejor manera de disuadirlo. En todo caso, hay que reconocer que la frase que el personaje de Bernard Noël le dedica a Alain Leroy (Maurice Ronet) tiene su enjundia. Sobre todo, eso de "hacer apología de la sombra porque el sol hiere tus ojos". Sentencia brillantísima, pero rebatida de inmediato con un argumento no menos aplastante: "Tu es mon ami. Si tu es mon ami, tu m'aimes comme je suis, pas autrement. Laisse-moi te regarder. Je voudrais que tu m'aides à mourir, c'est tout..."
Pocas veces en la historia del cine se ha abordado la desesperanza de manera tan descarnada como en la existencialista Le feu follet (1963). Filme que Louis Malle comenzaría a rodar en color, pero que, ante la evidencia de que la historia narrada en él rezumaba una pesadumbre a flor de piel, decidió al cabo de dos días continuar en lacerante blanco y negro.
La música de Satie, tanto las melancólicas Gymnopédies como las enigmáticas Gnossiennes, le acaba de conferir al conjunto el tono exacto de desconsuelo que atenaza el día a día del protagonista. Una vacuidad vital de la que seremos testigos excepcionales durante sus últimas cuarenta y ocho horas y que tiene su correlato visual en ese cuarto atestado de libros (la mayoría de Scott Fitzgerald) en el que Leroy (sarcástico apellido para un pobre tipo que antes que "el rey" parece más bien un "príncipe destronado") convive con una mezcla heteróclita de objetos, entre ellos un revólver o un espejo que preside el desorden reinante en la sala y sobre el que aparece escrita una fatídica fecha: 23 de julio.
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