domingo, 26 de agosto de 2018

Un extraño en mi vida (1960)




Título original: Strangers When We Meet
Director: Richard Quine
EE.UU., 1960, 117 minutos

Un extraño en mi vida (1960) de Richard Quine


Beverly Hills en Cinemascope, violines con sordina, el glamur de las estrellas de Hollywood y uno de aquellos temas que tanto excitaban la morbosidad de nuestros padres y abuelos: ¡adulterio! El hecho de que Kirk Douglas, protagonista de Strangers When We Meet junto a Kim Novak, ejerciese, además, las funciones de productor ejecutivo de la película tuvo que ver, sin duda, en la elección de un tema tan sumamente atrevido para la moralidad puritana de aquel entonces.

En activo desde 1955, año en que el actor fundara la productora bautizándola con el nombre de su madre, la Bryna Productions se apuntaría algunos éxitos sonados a lo largo de sus más de tres décadas de existencia, entre los que destacan Senderos de gloria (1957), Espartaco (1960) o Siete días de mayo (1964). Con el poder que le otorgaba el que su sola presencia prácticamente garantizase el éxito en taquilla, Douglas apostó a menudo por proyectos arriesgados que después encomendaba al talento de jóvenes directores emergentes como Kubrick.



Claro que, para justificar la infidelidad de Larry con Maggie y así meterse al espectador en el bolsillo, era necesario hacer un poco de "trampa" (todos los melodramas son, en el fondo, bastante tramposos). Así pues (y en eso el cartel que adjuntamos arriba es bastante explícito), los personajes que forman el entorno de la pareja son deliberadamente antipáticos: Eve (Barbara Rush) es una esposa fiel y eficiente pero sin apenas sentido del humor; Ken (John Bryant), hombre cortés aunque con poca sangre en las venas, vive más pendiente de su trabajo que de Maggie (Novak). Y ¿qué decir de Roger Altar (al que interpreta el malogrado Ernie Kovacs), novelista de éxito, tan inseguro para encajar las críticas como para encontrar a la mujer ideal? Ni siquiera la casa de ensueño que Larry diseña para él parece satisfacerle. Por último, Felix (Walter Matthau), antiguo carnicero y entremetido vecino de los adúlteros, es el más odioso del reparto: en contraste con su zafio comportamiento, rayano en el chantaje, Larry parece a su lado hasta buen tipo y todo. De modo que, ante semejante panorama ¿cómo no iban a caer el arquitecto y la rubia explosiva el uno en brazos del otro, si es la propia monotonía del ambiente asfixiante en el que viven inmersos la que los empuja a hacerlo?

Por ese mismo afán de intentar comprender qué mueve a dos personas casadas a ser infieles, el guion, escrito por Evan Hunter a partir de su novela, contiene dos o tres momentos divertidos. Como cuando Maggie le pregunta a Larry (Douglas) que cómo se las apaña para afeitarse el hoyuelo de la barbilla y él responde: "Tengo una cuchilla cilíndrica y la hago girar". O en la escena en la que Felix, sabedor de la aventura extramarital de sus vecinos, le pide a Larry que no sobreactúe al negar los hechos: a Douglas, como a tantos actores del Hollywood dorado, se les acusó con bastante frecuencia de hiperactuar en sus papeles.


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