jueves, 30 de agosto de 2018

Moderato cantabile (1960)




Director: Peter Brook
Francia/Italia, 1960, 91 minutos

Moderato cantabile (1960) de Peter Brook


Veux-tu lire ce qu’il y a d’écrit au-dessus de ta partition? demanda la dame.
— Moderato cantabile, dit l’enfant.
La dame ponctua cette réponse d’un coup de crayon sur le clavier. L’enfant resta immobile, la tête tournée vers sa partition.
— Et qu’est-ce que ça veut dire, moderato cantabile?
— Je ne sais pas.
Une femme, assise à trois mètres de là, soupira.
— Tu es sûr de ne pas  savoir ce que ça veut dire, moderato cantabile? reprit la dame.
L’enfant ne répondit pas. La dame poussa un cri d’impuissance étouffé, tout en frappant de nouveau le clavier de son crayon. Pas un cil de l’enfant ne bougea.

Marguerite Duras
Moderato cantabile (1958)
Les Éditions de Minuit

Languidez. Como si de un poema de Machado se tratase, "Monotonía de lluvia tras los cristales...", tiene lugar la lección de piano de un niño burgués; la adusta profesora se impacienta ante la ausencia de progresos de su pupilo; la madre, sentada en un rincón, asiste impasible a la escena. Y, de repente, un grito desgarrador provocará que el vecindario se congregue en la taberna de abajo.

Haciendo honor a su título, en Moderato cantabile se respira una atmósfera mesuradamente mortecina. La misma que rezuma el texto de Marguerite Duras en el que se inspira la película y que el británico Peter Brook, poseedor de un depurado estilo en el ámbito de las artes escénicas que, en años venideros, haría de él una figura de referencia a nivel mundial, logró trasladar a la pantalla con suma eficacia, valiéndose de la sobriedad de las Sonatinas 1, 6 y 8 del compositor Antonio Diabelli (1781–1858).



Anne (Jeanne Moreau) y Chauvin (interpretado por el mismo y jovencísimo Jean-Paul Belmondo que acababa de rodar, ese mismo año, À bout de souffle a las órdenes de Godard) comparten una similar sensación de hastío, motivada por la vacuidad de sus respectivas existencias. Y, aunque pertenezcan a distintos grupos sociales, les une el hecho de haber sido testigos de un crimen pasional.

Acontecimiento éste absolutamente fortuito, si se quiere, pero que, por lo que tiene de paralelismo desgarrador con la situación personal que ambos atraviesan, va a suponer el detonante de un cambio drástico en la vida de dos seres enfrentados a la incómoda y asfixiante apatía de su entorno.


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