Título original: Vargtimmen
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1968, 90 minutos
La hora del lobo (1968) de Ingmar Bergman |
Que Bergman es la piedra angular sobre la que reposan los cimientos de tantísimos cineastas posteriores resulta, aparte de una obviedad a estas alturas, algo perfectamente verificable revisando su extensa filmografía. Y si ayer comparábamos La vergüenza (1968) con Le temps du loup (2003) de Haneke, hoy, tras volver a ver la turbadora Vargtimmen, nos queda meridianamente claro de dónde surgió David Lynch. Porque esa atmósfera de pesadilla, un tanto críptica, habitada por criaturas amenazadoramente hostiles, por la que transita la obra toda del estadounidense, desde Cabeza borradora (1976) hasta la última temporada de Twin Peaks, ya estaba presente en La hora del lobo (1968).
"La hora entre la noche y el amanecer. En que la mayoría de las personas muere. Es la hora en que los insomnes están obsesionados por su miedo más profundo, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos..." Lindhorst (Georg Rydeberg) se parece tanto a Bela Lugosi haciendo de Drácula como el resto de personajes que junto con él habitan el castillo a la familia Addams. Sólo que aquí no hay lugar para la risa, de tan espeluznantes que llegan a ser los monstruos que pueblan la mente del pintor Johan Borg (Max von Sydow).
¿Es Vargtimmen una película de terror o simplemente una meditación sobre la locura? ¿O es ambas cosas a la vez? Como de costumbre, Bergman se cuida mucho de aportarnos certeza alguna, siendo como es el suyo un cine que se sumerge en los abismos de la duda. Digamos que se limita a dar otra vuelta de tuerca a varias de las ideas que ya apuntara en Persona (1966), si bien desde un prisma mucho más gótico.
En cualquier caso, de esta fuente beberá también el Kubrick de El resplandor (1980), cuyo Jack Torrance podría muy bien formar parte del séquito de Veronica Vogler (Ingrid Thulin). O, ya puestos a rastrear otras posibles influencias, el chico que ataca a Borg en el acantilado bien pudiera residir en la misma isla en la que Ibáñez Serrador situaba la acción de la muy estimable ¿Quién puede matar a un niño? (1976). He ahí, al fin y al cabo, lo que tiene ser un genio avanzado a tu tiempo: que, consciente o inconscientemente, vendrán otros después que harán suyos tus hallazgos.
Y hay una escena un tanto necrófila que me recuerda otra similar de "Eyes Wide Shut".
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo cual no me sorprende, teniendo en cuenta que Kubrick y Bergman compartían sensibilidades parecidas, así como un carácter no siempre fácil.
EliminarGracias por tu aportación y hasta pronto.