jueves, 23 de agosto de 2018

Dokument Fanny och Alexander (1984)




Título en español: Documental sobre Fanny y Alexander
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1984, 110 minutos



Suele ocurrir a menudo con muchos making-of, sobre todo cuando versan sobre obras maestras de la historia del cine, que a veces resulta hasta casi más interesante el "cómo se hizo" que no la propia película. Ahora bien: el caso que nos ocupa sobrepasa ampliamente los límites del género, pues hasta en eso era Bergman excepcional.

En ese sentido, Dokument Fanny och Alexander (1984), con sus cerca de dos horas de metraje, no sólo permite conocer cuál era el método de trabajo de uno de los directores más emblemáticos de su generación, sino que logra transmitir al espectador cuán laborioso e intrincado es el proceso de rodaje de un filme. Baste un único ejemplo al respecto: la escena en la que el médico comunica a la familia Ekdahl que no se puede hacer nada por salvar la vida de Oscar. Apenas un minuto en el montaje final, sí, pero cuya minuciosa elaboración, toma tras toma, supuso más de tres horas de trabajo...



Y así, sabremos que ese gato negro que se cruza ante el carro del judío Jacobi dio más guerra de la prevista, que hubo algún percance grave a consecuencia de trabajar con fuego, o que Bergman estaba a treinta y nueve de fiebre el día que se filmaron los funerales del patriarca, por lo que se vio forzado a delegar sus funciones en el resto del equipo. Lo cual no parece haber sido ningún problema, teniendo en cuenta la pericia del director de fotografía. Efectivamente, otro de los atractivos de este documental es comprobar el grado de confianza que el cineasta sueco tenía depositado en Sven Nykvist, al que elogia enormemente pese a no estar siempre de acuerdo en la manera de solucionar los movimientos de cámara.

Por cómo vibra con cada secuencia o por el cariño con el que trata a sus actores, en especial a la pareja de niños protagonista, se nota que Bergman, que a la sazón cuenta ya con 64 años, disfruta de su quehacer como el primer día, si no más. Por la complicidad que se establece entre ambos, resulta, al respecto, muy interesante cómo dirige a Gunnar Björnstrand al ensayar la canción que éste interpreta vestido de payaso. No en vano, trabajaron juntos en más de veinte películas y toda la escena —un portento en el que el actor, además de cantar mirando a cámara con una vela encendida sobre la cabeza, sostiene un paraguas bajo la lluvia— destila un innegable sabor crepuscular que preludia la muerte de Björnstrand cuatro años más tarde.


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