Director: Antonio Gonzalo
España, 1981, 89 minutos
Demasiado para Gálvez (1981) |
Si es cierto que hay días en que uno no debería levantarse, aquel era uno de ellos. A las seis y diez el despertador de la telefónica me había informado que la hora era precisamente ésa, cuando yo no se lo había pedido. A las nueve, después de vomitar el desayuno y afeitarme, comprobé que alguno de mis amables vecinos había premiado mi forma de aparcar desinflando los neumáticos del «850». A las once aún me encontraba mirando fijamente a la máquina de escribir, rodeado de folios estrujados y con dos líneas escritas bajo un sugestivo encabezamiento: "Malestar en la industria del juguete".
Jorge Martínez Reverte
Demasiado para Gálvez
No sé qué resulta más cutre en Demasiado para Gálvez (1981), si la interpretación de Teddy Bautista o la música que éste, en colaboración con Pepe Robles (fundador y vocalista de los Módulos), compuso para la película. En cualquier caso, lo que no tiene precio es el hecho de que alguien que justo treinta años después sería detenido e imputado por los delitos de apropiación indebida y administración fraudulenta (el juez encargado del caso estimó en 21 millones de euros el saqueo de Teddy Bautista durante su presidencia al frente de la SGAE) protagonizase una película en la que se metía en la piel de un reportero de investigación que destapaba una estafa inmobiliaria en la Costa del Sol.
Claro que ver a Joaquín Leguina, futuro presidente de la Comunidad de Madrid, haciendo de guardia civil o al cineasta José Luis Cuerda vestido de tuno también son alicientes dignos de ser tenidos en consideración... En fin, seamos benévolos: en este blog siempre hemos defendido la dignidad del cine español, así que, a pesar de sus posibles carencias, vamos a quedarnos con lo que tiene de bueno el filme que nos ocupa.
Demasiado para Gálvez supuso el segundo de los hasta ahora siete largometrajes que lleva dirigidos el riojano Antonio Gonzalo. Asimismo, la novela homónima de Jorge Martínez Reverte iniciaba una saga, siempre protagonizada por el no muy avispado periodista del semanario Acento, de la que el número de entregas también asciende a siete (la última de ellas, Gálvez y la caja de los truenos, salió publicada en mayo del año pasado por Ediciones del Viento).
Tanto el libro como el filme tienen en común el trasfondo de los grandes escándalos financieros que estremecieron a la opinión pública española en los convulsos años de la Transición (y al escribir esto me pregunto a mí mismo qué época "en este país de todos los demonios", que diría Gil de Biedma, no ha sido convulsa o ha estado exenta de escándalos, financieros o del tipo que sean...) De ahí que la cinta, "rodada en régimen de cooperativa por un equipo de cincuenta personas que participaron en su realización", según informaba la crónica de Bel Carrasco aparecida en El País el 2 de octubre del 81, adopte un evidente aire de cine negro, con persecuciones por el metro de Madrid o a través del Paseo Marítimo de Málaga.
El informante Requejo (Eduardo Calvo), el ejecutivo agresivo José Luque (Manuel de Blas), el editor sin escrúpulos Unzúa (Germán Cobos) o Maribel (Isabel Mestres), la secretaria casquivana pero leal que ayuda y consuela a Gálvez después de que la esposa de éste lo abandone de un día para otro, conforman el reparto de una cinta curiosa y, hasta cierto punto, entrañable.
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