domingo, 19 de agosto de 2018

Documento sobre Fårö (1979)




Título original: Fårö-dokument 1979
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1979, 103 minutos

Documento sobre Fårö (1979)


A diferencia de la visión catastrofista transmitida en el primer documental que dedicase a la isla de Fårö, el Bergman de una década después apostaba por adoptar una actitud mucho más ocurrente al respecto. De hecho, la voz en off del director no sólo admite que sus habitantes no viven ahora ni mejor ni peor que diez años atrás (alegrándose incluso de constatar que los jóvenes ya no quieren marcharse de allí), sino que bromea emplazándonos a una hipotética tercera entrega, "si es que aún estamos todos vivos para entonces".

Naturalmente, no hubo jamás un Fårödokument 1989 (aunque bien podría haberlo rodado). Lo interesante es comprobar cómo, ante unos hechos similares, el que ha cambiado es él y no el espacio que capta con su cámara. Porque aquel cineasta que a finales de los sesenta, en un contexto internacional condicionado por la Guerra de Vietnam, canalizaba su angustia mediante la realización de filmes tan sumamente oscuros e inquietantes como La vergüenza, La hora del lobo o El rito, para 1979 es ya un sexagenario dispuesto a afrontar la realidad con una cierta dosis de ironía.

Richard Östman (1904-1993), el poeta local de Fårö


Lo cierto es que los marinos que entrevista se lamentan de que el Báltico se está quedando sin peces, los granjeros critican abiertamente la política agraria del gobierno liberal y algunos vecinos temen que, con la llegada masiva de turistas, la isla acabe por convertirse en un caos.

Pero, al margen de esos "pequeños" detalles, la vida continúa como si tal cosa. Y Bergman, sabiéndose tan etnógrafo como cineasta en ese entorno, no duda en dejar constancia de aquellas actividades que mejor definen la esencia de los lugareños. Así pues, veremos esquilar una oveja (con tijeras, por supuesto), asistiremos a la matanza del cerdo en casa de unos particulares (algo que las autoridades sanitarias difícilmente permitirían hoy en día) o tendremos ocasión de admirar el trabajo comunitario de unos aldeanos, muchísimo más genuinos que los amish de Único testigo (1984), capaces de construir con heno el tejado de un granero sin necesidad de que suene la música de Maurice Jarre de fondo.


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