sábado, 22 de julio de 2017

Viaje de novios (1956)




Director: León Klimovsky
España, 1956, 85 minutos

Viaje de novios (1956) de León Klimovsky


A partir del modelo creado por Iquino y el productor Aureliano Campa en la Barcelona de los cuarenta, José Luis Dibildos ideó, ya en la década siguiente, la producción de un ciclo de comedias igualmente intrascendentes, pero rodadas en color, en Madrid y cuidando mucho más los detalles a nivel formal. Las muchachas de azul (1957)Ana dice sí (1958, ambas de Pedro Lazaga), Tenemos 18 años (Jesús Franco,1959), Las dos y media y... veneno (Mariano Ozores, 1959) son algunos de los títulos de una serie que se inició con Viaje de novios (1956).

Mínimo argumento, canciones y elegantes actrices se dan cita en un lujoso hotel con piscina en la Sierra de Guadarrama, precedidos de los habituales títulos de crédito de animación (verdadera marca de fábrica) confeccionados por Estudios Moro. La impronta de la comedia americana se hace notar enseguida, tal vez por el colorido de los modernos interiores o quizá debido a lo edulcorado de las situaciones. En cualquier caso, la pareja formada por Analía Gadé y Fernando Fernán Gómez se convertirá en una de las habituales de la época a raíz del éxito de esta película.



Un cierto toque exótico contribuía a hacer más atractivo el producto. Así pues, en el reparto encontramos diversos actores y actrices extranjeros: la propia Analía Gadé (Ana), recién llegada de Buenos Aires; la italiana Maria Piazzai (Lolita); la checa Lída Baarová (Adela) y el austriaco Rolf Wanka (Luis). Estos últimos interpretan a un matrimonio maduro que, tras veinticinco años de sufrida convivencia, contrastan vivamente con el resto de acarameladas parejitas. Como la que forman el botánico Lorenzo (Manuel Alexandre) y Merche (Elvira Quintillá): profundamente enamorados y bastante ingenuos, ella nunca recuerda el largo título del libro que ha escrito su marido (Génesis de las euforbiáceas amplexicaules).

Pero, a pesar de su afán de modernidad, Viaje de novios arroja la imagen de un mundo muy distinto del nuestro, y no tanto por lo irreal de la sociedad que refleja sino justamente por el imaginario que muestra como reclamo. En aquella España del 56 se consideraba como el summum de la ostentación el hospedarse con pensión completa para ser agasajado por el servicio. Y las parejas anhelaban casarse para, durante su luna de miel, pasar varios días sin salir de la habitación... Desde luego, ¡cómo han cambiado las cosas!

El inefable Antonio Ozores como recepcionista del hotel

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