sábado, 1 de julio de 2017

El techo de cristal (1971)




Director: Eloy de la Iglesia
España, 1971, 91 minutos

El techo de cristal (1971) de Eloy de la Iglesia


En The Lodger: A Story of the London Fog (1927), traducida al castellano con el truculento título de El enemigo de las rubias, Alfred Hitchcock ensayaba la original técnica de mostrar lo que ocurría en el piso de arriba de una vivienda mediante un techo de cristal. Guiado por un similar afán de suspense, el vasco Eloy de la Iglesia escribiría (en colaboración con Antonio Fos) la historia de una mujer obsesionada con los pasos que escucha en el apartamento de sus vecinos. Si, además, esa mujer es una folclórica reconvertida en mito erótico, se comprenderá que la película acabase siendo objeto de culto por lo exótico de los elementos que la integran.

A ello contribuía también la presencia de actores extranjeros en el reparto: Dean Selmier como Ricardo, Patty Shepard en el papel de Julia o el argentino Hugo Blanco (doblado) haciendo de repartidor insolente. Todo convenientemente retratado por la atractiva fotografía en color de Francisco Fraile.

Evidentemente, la osadía tuvo consecuencias: a la derecha, cartel censurado

La Marta que interpreta Carmen Sevilla es una mujer a la que, poco a poco, irán amedrentando las circunstancias de un entorno que ya de por sí resulta inquietante, puesto que, por más que comparta sus confidencias con la blanca gata Fedra, el viejo casalicio de puertas verdes y techos altos con vigas de madera en el que vive apenas invita a la tranquilidad. Sobre todo si en el corral hay cerdos que no cesan de hozar y gruñir y perros que llevan varios días negándose a comer. Sólo faltaba que en el leñero aparezca un zapato perdido o una rata muerta para completar los elementos perturbadores de la estabilidad de Marta en ausencia de su marido.

Y ¿qué decir de la galería de personajes que la rodean? Porque son a cuál peor: Julia, una vecina tan atractiva como poco fiable, sudorosos operarios obsesionados con la belleza (y la soledad) de Marta, y Carlos, un fornido escultor que tiene más de voyeur que de artista. De hecho, es este último quien, parafraseando a Jean-Luc Godard en uno de los diálogos, da la clave definitiva para entender El techo de cristal: "Alguien dijo que la fotografía es la verdad; y el cine, la verdad 24 veces por segundo. La frase es bonita, pero yo creo que es falsa. Ni la fotografía ni el cine son la verdad, sino, simplemente, el desahogo; la válvula de escape de ese instinto voyeur. O cotilla, como usted dice. Ese instinto que absolutamente todos llevamos dentro de nosotros".


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