lunes, 20 de junio de 2016

Tenemos 18 años (1959)




Director: Jesús Franco
España, 1959, 73 minutos

Tenemos 18 años (1959) de Jesús Franco


Para alguien que, como Jesús Franco, dirigió más de doscientas películas, el cine no debía tener grandes secretos. Por lo menos, habría que concederle el mérito de haberse mantenido fiel no sólo a la profesión sino sobre todo a un estilo personalísimo que está presente a lo largo de toda su producción, como puede comprobarse en el primero de sus largometrajes: Tenemos 18 años, rodado en el lejano 1959, pero con un toque jovial muy cercano al de los cartoons americanos.

Su planteamiento es sumamente original, ya que se basa en las impresiones anotadas por las protagonistas durante un viaje. Pero como ambas poseen caracteres muy diferentes (el de la soñadora María José, Isana Medel, frente al de la alocada Pili, Terele Pávez) su percepción de los hechos también difiere bastante. De modo que se nos mostrarán ambas versiones y santas pascuas. Total: si la película se titula Tenemos 18 años es porque los protagonistas intuyen que al acercarse su mayoría de edad se acerca también el triste momento de sentar la cabeza. De manera que a lo que asistimos es al canto del cisne de su propia adolescencia: el último verano en el que están permitidas las ensoñaciones. 

Además de por el colorido de su fotografía en Eastmancolor, los dibujos animados de unos creativos títulos de crédito y por su desenfadada banda sonora jazzística (compuesta e interpretada al piano por el propio Jesús Franco y la orquesta de Don Parker), el filme destaca por ese peculiar sentido del humor del que hace gala el primo Mariano (Antonio Ozores). Y todo ello sirviendo de marco a una historia iniciática, verdadera road movie a la española, y aparentemente absurda, pero que al mismo tiempo encierra alguna que otra pincelada trágica, como el relato del atracador magistralmente interpretado por Luis Peña.

Hasta se apunta, aunque tímida y puntualmente (merced al carácter histriónico de Antonio Ozores), el elemento terrorífico del que tantas muestras daría Jesús Franco durante su prolífica carrera. ¿Qué más se puede pedir en los 73 minutos escasos de una película fresca, que apenas pretendía mostrar las vacaciones de dos universitarias por tierras andaluzas y a lomos de un desvencijado Ford T amarillo?


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