Título original: Uwasa no onna / 噂の女
Director: Kenji Mizoguchi
Japón, 1954, 83 minutos
La mujer crucificada (1954) de Kenji Mizoguchi |
Tan sublime y a la vez tan sencillo. El cine de Mizoguchi, como el de su compatriota Ozu, apenas recurre a otros recursos narrativos más allá del plano secuencia: ni movimientos bruscos de cámara, ni primeros planos ni, menos aún, montaje paralelo. Simplemente la vida, que fluye ante el objetivo sin mayores complicaciones.
Fiel a su estilo, en La mujer crucificada el cineasta japonés indagaba de nuevo en el alma femenina para exponer un triángulo amoroso que se avanzaba en más de una década a la situación que plantearía Mike Nichols en El graduado. Sólo que aquí, a la ya complicada rivalidad entre madre e hija por un mismo hombre, se añadía el dilema moral de si regentar una casa de geishas es o no reprobable.
La evolución psicológica de los personajes aparece magistralmente trazada, con una Yukiko (Yoshiko Kuga) que, de forma gradual, pasará de una tentativa de suicidio tras un desengaño amoroso y la repulsa que le provoca el negocio de su madre a interesarse por la salud de las chicas y acabar tomando ella misma las riendas. En cambio, en Hatsuko (Kinuyo Tanaka) se aprecia la lucha interior de la mujer madura que se debate entre la atracción hacia el joven doctor Matoba (Tomoemon Otani) o aceptar la proposición de matrimonio que le hace un solvente y viejo conocido de la casa.
A diferencia de las recreaciones históricas llevadas a cabo en filmes como El intendente Sansho (estrenada ese mismo año), La mujer crucificada sitúa su acción en el presente, analizando temas como el conflicto generacional a partir del contraste entre tradición y modernidad. Es significativo, al respecto, que los jóvenes Yukiko y Kenji prefieran abandonar la sesión de teatro kabuki para irse al cine, ante la mirada atónita de la madre. Con todo, el final de la historia peca un tanto de acomodaticio y, aunque una de las geishas concluya diciendo aquello de: "Me pregunto hasta cuándo seguirá habiendo chicas como nosotras; hasta cuándo irán llegando de una en una, todos los días...", lo cierto es que Yukiko contribuye a perpetuar, con su sacrificio, el mismo modo de vida que durante tanto tiempo repudió.
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