Director: Pedro Lazaga
España, 1958, 87 minutos
Ana dice sí (1958) de Pedro Lazaga |
Entre las varias películas que protagonizaron la pareja artística (y sentimental) formada por Analía Gadé y Fernando Fernán Gómez, Ana dice sí fue una comedia que giraba en torno a la suculenta herencia que el finado don Patricio había dejado al morir: doscientos millones de pesetas que irían a parar a uno o a otro de sus herederos en función de con quién se casara su hija adoptiva. Lo cual da pie a un singular enredo a cinco bandas en el que el más jeta de todos es Juan: sobrino del difunto y un verdadero gorrón profesional y experto en eso de vivir del cuento. Tanta es su desvergüenza que no se corta ni un pelo a la hora de convencer a sus propios acreedores para que le paguen sus facturas.
Andrés Gutiérrez de Mos (Antonio Ozores) es, en cambio, un joven aristócrata más bien ligero de cascos, por lo que una y otra vez acaba siendo arrojado al mar por los pescadores de Costaclara, que también aspiran a su parte del legado y que ven en él, de casarse con la deseada Ana, a un "peligroso" rival. Olga (Laura Valenzuela) y Vicky (Elisa Montés) completan el quinteto, al que se sumará la larga lista de secundarios omnipresentes en la mayoría de filmes de este período. Como Félix Fernández y Xan das Bolas o, lo que es lo mismo, don Julián y don Cristino, dispuestos a lo que haga falta con tal de cobrar las muchas deudas contraídas con ellos por Juan. También anda por ahí Jesús Franco, tocando el piano en la terraza frente a la playa, o José María Caffarel haciendo de atolondrado turista americano.
Resulta muy llamativo, en ese sentido, cuánto se parecen todas estas comedietas rodadas en color a finales de la década de los cincuenta, casi casi fabricadas en serie con la única finalidad de servir de evasión a una juventud ansiosa de modernidad tras la grisura de la posguerra. Películas como Las dos y media y... veneno (1959) de Mariano Ozores o Tenemos 18 años (1959) del propio Jesús Franco. O las producidas por Dibildos, dirigidas por Lazaga y protagonizadas por Gadé y Fernán Gómez, como la presente o Las muchachas de azul (1957), a menudo escritas por Noel Clarasó, caso de Viaje de Novios (dirigida en el 56 por León Klimovsky).
Aparte del mismo grupo de profesionales y una similar factura en Eastmancolor, varias de entre ellas comparten igualmente localizaciones turísticas (la Costa Brava en Ana dice sí) o espacios vinculados con el ocio (piscinas, coctelerías, salas de fiestas...). Por no hablar del colorido del vestuario y sus modelos a la última moda, de clara ascendencia americana, que suelen lucir los personajes o de la ambientación musical (a cargo de Antón García Abril), a veces evocando, incluso, una cierta estética que recuerda a los años veinte, tal y como sucede en los títulos de crédito de esta película o en las de Ozores y Jesús Franco arriba indicadas.
Andrés Gutiérrez de Mos (Antonio Ozores) es, en cambio, un joven aristócrata más bien ligero de cascos, por lo que una y otra vez acaba siendo arrojado al mar por los pescadores de Costaclara, que también aspiran a su parte del legado y que ven en él, de casarse con la deseada Ana, a un "peligroso" rival. Olga (Laura Valenzuela) y Vicky (Elisa Montés) completan el quinteto, al que se sumará la larga lista de secundarios omnipresentes en la mayoría de filmes de este período. Como Félix Fernández y Xan das Bolas o, lo que es lo mismo, don Julián y don Cristino, dispuestos a lo que haga falta con tal de cobrar las muchas deudas contraídas con ellos por Juan. También anda por ahí Jesús Franco, tocando el piano en la terraza frente a la playa, o José María Caffarel haciendo de atolondrado turista americano.
Resulta muy llamativo, en ese sentido, cuánto se parecen todas estas comedietas rodadas en color a finales de la década de los cincuenta, casi casi fabricadas en serie con la única finalidad de servir de evasión a una juventud ansiosa de modernidad tras la grisura de la posguerra. Películas como Las dos y media y... veneno (1959) de Mariano Ozores o Tenemos 18 años (1959) del propio Jesús Franco. O las producidas por Dibildos, dirigidas por Lazaga y protagonizadas por Gadé y Fernán Gómez, como la presente o Las muchachas de azul (1957), a menudo escritas por Noel Clarasó, caso de Viaje de Novios (dirigida en el 56 por León Klimovsky).
Aparte del mismo grupo de profesionales y una similar factura en Eastmancolor, varias de entre ellas comparten igualmente localizaciones turísticas (la Costa Brava en Ana dice sí) o espacios vinculados con el ocio (piscinas, coctelerías, salas de fiestas...). Por no hablar del colorido del vestuario y sus modelos a la última moda, de clara ascendencia americana, que suelen lucir los personajes o de la ambientación musical (a cargo de Antón García Abril), a veces evocando, incluso, una cierta estética que recuerda a los años veinte, tal y como sucede en los títulos de crédito de esta película o en las de Ozores y Jesús Franco arriba indicadas.
Elisa Montés bailando el charlestón en los créditos iniciales |
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