martes, 25 de julio de 2017

El arte de vivir (1965)




Director: Julio Diamante
España, 1965, 82 minutos

El arte de vivir (1965) de Julio Diamante


La abulia que aflige al protagonista de El arte de vivir es muy sintomática del Nuevo cine español. Nada parece contentar a Luis (Luigi Giuliani), quien dedica la tarde del domingo a pasear asqueado por el concurrido centro de Madrid mientras su voz en off no para de despotricar contra todo y contra todos. Él es un joven de León, de buena familia, que vino a la capital a estudiar la carrera de Económicas. Y, aunque no se le dio mal, no acaba de encontrar un trabajo que le satisfaga.

Pero en uno de esos paseos conoce a Ana (Elena María Tejeiro), una joven solitaria que tampoco parece dar con su lugar en el mundo. Juntos, emprenderán una relación con altibajos en la que él peca de ambicioso y ella, tal vez, de timorata. Luis le confiesa en una de sus charlas: "Hay que luchar por romper moldes. En el trabajo... Y en la manera de vivir. ¿Comprendes?" De ahí el título de la película, en referencia a la más difícil de todas las artes. Ella replicará más adelante: "No sé si me engaño, pero estoy convencida de que nuestro amor es... otra cosa diferente al de los demás. Y cuando se quiere así... hay que darse uno al otro sin reservas." Pero Ana tiene, en realidad, todas las reservas del mundo y Luis va muy lanzado...

El dramaturgo Antonio Buero Vallejo en un breve papel


Frente a las dudas que acometen a la pareja, otros personajes tienen bastante definido su rol en la sociedad. Como Santiago (Paco Valladares), compañero de curso de Luis: a pesar de su juventud, ya está casado, es padre de un hijo y su mujer y él esperan el segundo para muy pronto. Claramente consolidado en una empresa de publicidad, es un hombre de brillante porvenir y seguro de sí mismo que ayudará a Luis a entrar en la compañía. O, peor aún, el caso de su primo Juanjo (Juan Luis Galiardo), el típico vividor mujeriego, descarado y sin escrúpulos. ¿Hacia cuál de esos modelos se acabará decantando Luis?

El gaditano Julio Diamante acertó a mostrar con El arte de vivir la incertidumbre de una juventud que, en el umbral de la vida adulta, se debate entre mantenerse fiel a sus principios o dejarse corromper, en cambio, por la vileza del mundo que los rodea. Son los mismos jóvenes que no fueron a la guerra (en alusión al título de un largometraje anterior del director), los mismos muchachos ociosos de El Jarama de Sánchez Ferlosio o de Los golfos de Saura. Representan, en definitiva, un relevo generacional y de valores, reflejo de la nueva sociedad que se estaba fraguando en España a raíz del desarrollismo económico. Por eso viven angustiados entre la tradición y la modernidad, entre los estrictos valores morales que les han inculcado y los aires de renovación que ya empiezan a intuirse. Es, al respecto, magistral la secuencia en la que Ana intenta refugiarse en una iglesia justo en el momento en el que le cierran la puerta en las narices. Como irónica es la letra de la canción de Miguel Ríos con la que empieza y acaba la película:

Todo va bien en el mejor de los mundos,
bello es cantar y el aire azul respirar.
¿Quién dice que hay que olvidar ilusiones?
No cuesta hoy ningún dinero soñar.

Luigi Giuliani (izquierda) y Julio Diamante en un cameo

2 comentarios:

  1. No podría estar más de acuerdo con lo que comentas acerca de la película. Y te felicito por lo bien que lo expresas. Este Julio Diamante me parece más que interesante y gratamente crítico.

    Saludos.

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    1. Muchas gracias, Antonio. La verdad es que comparto contigo el entusiasmo por la filmografía de este cineasta excepcional.

      Saludos.

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