domingo, 30 de julio de 2017

Las tres luces (1921)




Título original: Der müde Tod
Título alternativo: La muerte cansada
Director: Fritz Lang
Alemania, 1921, 98 minutos

Las tres luces (1921) de Fritz Lang


Fue al ver Der müde Tod cuando comprendí sin la menor duda que yo quería hacer cine. No me interesaron las tres historias en sí, sino el episodio central, la llegada del hombre del sombrero negro (enseguida supe que se trataba de la Muerte) a un pueblo flamenco, y la escena del cementerio. Algo que había en aquella película me conmovió profundamente, iluminando mi vida. Esta sensación se agudizó con otras películas de Fritz Lang como Los Nibelungos y Metrópolis.

Luis Buñuel
Mi último suspiro
Plaza & Janés, 1982, p. 88
Traducción de Ana María de la Fuente

La película favorita de Hitchcock. La que abrió los ojos de Buñuel a "la expresividad poética del cine". Sin duda, algo debe de tener Las tres luces cuando tan profundamente impactó al mago del suspense y al genio de Calanda. Máxime teniendo en cuenta que otro visionario como el sueco Ingmar Bergman forzosamente hubo de inspirarse en ella al concebir El séptimo sello. Me pregunto si también el dramaturgo Alejandro Casona recibió algún tipo de influencia de este clásico del cine mudo alemán al escribir La dama del alba, estrenada en su exilio bonaerense en 1944.

¿Y el propio Fritz Lang? ¿De dónde les vino la inspiración a él y a su esposa, la guionista Thea von Harbou? De entrada hay que decir que la presencia de la Muerte como personaje que visita a los hombres es una constante muy recurrente en el folclore de todas las épocas, notablemente en las leyendas medievales. En dicho sentido, Der müde Tod recreaba la misma ambientación medievalizante que, más tarde, retomaría Lang en Los Nibelungos (1924) e incluso en determinados pasajes de Metrópolis (1927). Pero, hilando más fino, el hecho de que un mortal tenga la oportunidad de devolver a la vida al ser amado tras superar algún tipo de prueba remite directamente al mito grecolatino de Orfeo y Eurídice. Sólo que, en esta ocasión, se han intercambiado los papeles y será ella quien deba rescatar al muchacho de las garras de la Parca.



A nivel cinematográfico también sería posible rastrear en la obra de Lang la influencia de títulos como Intolerancia (1916), en la que el pionero Griffith ya había ensayado el narrar una superproducción mediante historias unidas por un nexo común que transcurren en distintos períodos históricos. Menos probable parece la posibilidad de que el alemán hubiese visto La carreta fantasma, de Victor Sjöström, estrenada el 1 de enero de ese mismo año en Estocolmo, pero que no se proyectaría en Berlín hasta el 16 de diciembre de 1921, dos meses después de la presentación en dicha ciudad (el 6 de octubre) de La muerte cansada. En cualquier caso, las coincidencias entre ambas cintas son llamativas.

En conclusión, si la grandeza de una película se mide muchas veces por lo asombroso de sus imágenes, en Las tres luces el espectador hallará no pocas estampas de una conmovedora belleza. Aunque el secreto de su atractivo, inmarcesible al paso del tiempo, tal vez radique en la perspicacia con la que son tratados temas tan esenciales a la condición humana como el sentido de la vida o el destino. Os dejamos, pues, con ella, no sin antes recordar las palabras de la Amada en el Cantar de los cantares:

Grábame como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo, 
porque el Amor es fuerte como la Muerte, 
inflexibles como el Abismo son los celos. 
Sus flechas son flechas de fuego, 
sus llamas, llamas del Señor.


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