Director: Juan Antonio Bardem
España/Francia, 1963, 95 minutos
Mademoiselle Isabel, rubia y francesa,
con un mirlo debajo de la piel,
no sé si aquél o ésta, oh mademoiselle
Isabel, canta en él o si él en ésa.
Princesa de mi infancia; tú, princesa
promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayon, le...le..., oh Isabel,
Isabel..., tu jardín tiembla en la mesa.
De noche, te alisabas los cabellos,
yo me dormía, meditando en ellos
y en tu cuerpo de rosa: mariposa
rosa y blanca, velada con un velo.
Volada para siempre de mi rosa
-mademoiselle Isabel- y de mi cielo.
Blas de Otero
Ángel fieramente humano, (1950)
La fascinación que las francesas ejercían sobre los españolitos cerriles de otrora queda magistralmente plasmada en el soneto de Blas de Otero que encabeza estas líneas. Atracción que sólo sería desbancada, ya en tiempos del turismo masivo, por el deslumbramiento provocado por la llegada de las suecas. En todo caso, lo que en manos del landismo sería motivo habitual de comedia fue utilizado por Juan Antonio Bardem como pretexto para mostrar, una vez más, el aislamiento de una sociedad anclada en valores excesivamente tradicionales. El título ya lo decía todo: Nunca pasa nada. Y, para una vez que pasó algo, ¡no veas la que se montó!
La acción se sitúa en la imaginaria Medina del Zarzal, aunque los exteriores fueron rodados en Aranda de Duero (Burgos) y en Peñafiel (Valladolid). Ni que decir tiene que la intención de Bardem y de Alfonso Sastre (autores del guion) era referirse a la atmósfera de inmovilismo que se respiraba en toda España. Así pues, los lugareños de boina calada, la gazmoñería de las beatas, el tedioso hastío, la apatía gris y opresiva, las habladurías mezquinas que se murmuran por todo y por nada a todas horas y en todas partes... solo pueden ser contemplados como resultado de la represión ejercida sistemáticamente por la dictadura franquista.
Pero en ese ámbito zafio y conservador irrumpe de repente la bella Jacqueline (Corinne Marchand) y con su desparpajo desacomplejado no sólo llevará de cabeza al doctor Enrique (Antonio Casas) y al joven y tímido Juan, profesor de francés (Jean-Pierre Cassel), sino que alterará durante unos días la monotonía de Medina del Zarzal hasta el punto de hacer aflorar pasiones largamente latentes, como la mutua atracción entre Juan y Julia (la infeliz esposa del médico, interpretada por Julia Gutiérrez Caba). Ambos comparten su interés por la poesía y Juan incluso la escribe, llegando a cartearse con Vicente Aleixandre.
No era la primera vez, sin embargo, que Bardem abordaba una temática similar, puesto que en Calle Mayor (1956) ya se daban varios de los elementos presentes en Nunca pasa nada. De todas formas, la impecable dirección, la banda sonora de Georges Delerue y la presencia de la bella Corinne Marchand otorgan a esta coproducción hispanofrancesa un valor muy superior a la injusta indiferencia con que fue recibida en el momento de su estreno.
Enrique (Antonio Casas) y Jacqueline (Corinne Marchand) |
Juan (Jean-Pierre Cassel) y Julia (Julia Gutiérrez Caba) |
Corinne Marchand (Jacqueline) y Jean-Pierre Cassel (Juan) |
Cartel de la versión francesa |
El cartel que suscita las risas de Jacqueline y Juan |
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