Director: Luis García Berlanga
España, 1978, 95 minutos
Cuando apenas nadie se atrevía a hablar de balanzas fiscales, recién inaugurada nuestra democracia, vino García Berlanga con su Escopeta nacional y el personaje del industrial catalán Jaume Canivell a parodiar el estado de la nación con esta desternillante alegoría cómica.
Que ya, de entrada, la película arranque con una panorámica de la sierra en la que se irán oyendo de forma progresiva berridos estremecedores es toda una declaración de intenciones: que somos un país de borregos, vaya (y que se dé por aludido quien quiera).
Luego irrumpen el ya mencionado Canivell (José Sazatornil, hoy mismo fallecido) y su querida (la siempre estupenda Mónica Randall): él quejándose de todo e insistiendo en que la cacería la paga de su bolsillo; ella, candorosa, intentando calmarlo en todo momento.
Aunque el protagonismo en La escopeta nacional de Luis García Berlanga está bastante repartido: como acostumbra a suceder en la mayoría de filmes de la recta final de su producción, esta es una película coral. Lo cual obliga al director a planificar minuciosamente las escenas, rodadas mediante largos y complejos planos secuencia. Y no faltan en ellas sus secundarios incondicionales: Chus Lampreave, Luis Ciges, Rafael Alonso, Agustín González (quien compone a un sacerdote de armas tomar: "¡Lo que he unido yo en la tierra no lo separa ni Dios en el Cielo!"), José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal o Luis Escobar (que debutaba como actor de cine precisamente con esta película, encarnando al libidinoso Marqués de Leguineche). Por no faltar no falta ni Conchita Montes (la otrora musa de Edgar Neville).
Resumiendo: que si la finca de Los Tejadillos representa al conjunto de la España de entonces, sus moradores son también metáfora de las fuerzas vivas (o moribundas, según se mire) que regían sus destinos: la aristocracia decrépita, la burguesía catalana, los ministros del Régimen (los salientes, de toda la vida, y los entrantes tecnócratas del Opus Dei que tomarían el relevo)... ¡Hasta un dictador sudamericano exiliado y su amante! En fin, un microcosmos bastante representativo de lo que serían los viejos y nuevos tiempos a nivel patrio.
No faltan tampoco el destape (con Bárbara Rey en un pequeño papel de aspirante a actriz) y la habitual escatología de los guiones de Azcona y Berlanga. Elementos escatológicos que, por desgracia, irían en aumento en las dos secuelas que tuvo La escopeta nacional: Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982), ambas muy por debajo en calidad de la primera.
1978 se presentaba como un año decisivo para la historia de España y, sin duda, lo fue con la aprobación en referéndum de la actual constitución. Sólo de un momento clave como aquél podía salir una sátira de semejante calibre.
Mónica Randall y José Sazatornil |
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