Título original: L'homme du train
Director: Patrice Leconte
Francia/Reino Unido/Alemania/Japón, 2002, 90 minutos
De nuevo Patrice Leconte. Si ayer por una comedia, hoy por un thriller. Pero siempre demostrando el mismo gusto por los personajes entrañables o por las parejas de carácter opuesto. En esta ocasión se trata del señor Manesquier (Jean Rochefort) y de Milan (el cantante Johnny Hallyday): al primero, profesor de francés jubilado, siempre le habría gustado ser un tipo duro; el segundo desearía llevar una vida hogareña y tener la cultura del primero.
La casualidad les une en una pequeña localidad de provincias y a lo largo del film se irán influyendo mutuamente a pesar de sus muchas diferencias. Los opuestos que se atraen: es el mismo planteamiento del Quijote, de otras películas de Patrice Leconte (como Mi mejor amigo) o dirigidas por otros directores franceses (como Jean Becker en Conversaciones con mi jardinero [2007] o Mis tardes con Margueritte [2010]). Y siempre funciona.
El previsor Manesquier aprenderá de Milan cómo disparar un revólver y el aventurero gánster a llevar zapatillas de estar por casa, fumar en pipa o apreciar la poesía de Louis Aragon:
Sur le Pont Neuf j'ai rencontré
L'ancienne image de moi-même
Qui n'avait d'yeux que pour pleurer
De bouche que pour le blasphème.
Sur le Pont Neuf j'ai rencontré
Cette pitoyable apparence
Ce mendiant accaparé
Du seul souci de sa souffrance.
Sur le Pont Neuf j'ai rencontré
Fumée aujourd'hui comme alors
Celui que je fus à l'orée
Celui que je fus à l'aurore.
Sur le Pont Neuf j'ai rencontré
Assis à l'usure des pierres
Le refrain que j'ai murmuré
Le rêve qui fut ma lumière.
Pero Milan debe atracar el banco del pueblo (justo el que siempre soñó con atracar Manesquier), mientras que el mismo día y a la misma hora su anfitrión será sometido a una delicadísima operación de corazón. Dos acciones paralelas en las que las vidas del uno y del otro se confundirán finalmente en un sueño eterno de lo que a cada uno le habría gustado ser.
En el aspecto técnico, la fotografía de Jean-Marie Dreujou confiere a las imágenes una pátina grisácea que refuerza la sensación de languidez, especialmente en la vetusta casa de Manesquier y el rancio abolengo que transmite su decoración decimonónica. También la música elegida (uno de los Impromptus de Schubert) contribuye a crear dicho ambiente, junto a la banda sonora original compuesta por Pascal Estève.
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