Título original: Broken Flowers
Director: Jim Jarmusch
EE.UU./Francia, 106 minutos
Flores rotas (2005) de Jim Jarmusch |
Manteniendo la misma cara de empanao que tanto éxito le dio en Lost in Translation (2003), Bill Murray acometía un par de años después la tarea de protagonizar Broken Flowers a las órdenes de Jim Jarmusch. El tono general de la película viene marcado por el carácter abúlico de su protagonista, la apatía del cual (ligeramente cómica) se acaba contagiando al ritmo con el que se van desarrollando las escenas.
El paso del tiempo ha hecho de Don Johnston un hombre sin demasiada sangre en las venas, pese a haber sido un Don Juan en sus años mozos. Sin embargo, la misteriosa carta anónima que recibe le forzará a tomar la iniciativa para reencontrarse con sus antiguas amantes (a cuál peor) a lo largo y ancho del país y así conocer, quizá, al hijo que también le anda buscando.
Pero Jarmusch es, sin duda, uno de los grandes: que su película comience con una dedicatoria a Jean Eustache, miembro destacado de la Nouvelle vague francesa, ya es toda una declaración de intenciones. Y no es baladí, desde luego, pues, al igual que sucediera en la mejor tradición europea, posee la virtud de comunicar las cosas sutilmente, sin la necesidad de valerse de los diálogos para subrayados redundantes. Un ejemplo: cuando, al principio de su odisea personal, Don se queda mirando a un muchacho de pelo largo que viaja en el mismo autobús que él, no hace falta añadir nada más; ha sido apenas un instante, una simple mirada de soslayo, pero lo hemos comprendido todo: ¿y si fuera él, el hijo de diecinueve años al que no conoce?
Y, ¿qué decir de la omnipresente música de Mulatu Astatke? No es la única referencia etíope incluida en Flores rotas (Winston, el detective aficionado vecino de Don, y su familia son aparentemente etíopes), pero temas como "Yekermo Sew" o "Yègellé Tezeta" ayudan a ambientar con un toque exótico las infructuosas pesquisas de Don Johnston.
Una curiosidad para cinéfilos (¡ojo, spoiler!): en la última escena de la película, estando plantado Don en mitad de la calle, pasa un coche en cuyo interior viaja un joven como acompañante que cruza una mirada con él: es Homer Murray, el hijo de Bill Murray en la vida real.
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