martes, 6 de noviembre de 2018

Platillos volantes (2003)




Director: Óscar Aibar
España, 2003, 99 minutos

Platillos volantes (2003) de Óscar Aibar


A diferencia de lo que ocurre con determinados espacios televisivos de la noche del domingo (atención, por cierto, al cameo de Íker Jiménez hacia el minuto cincuenta de esta película), la cutrez de los ambientes y personajes reflejados en Platillos volantes no los convierte en involuntariamente cómicos, sino que, muy al contrario, nos muestra la cara más conmovedora de una realidad cotidiana a menudo desprovista de excesivos alicientes.

Porque tanto el corpulento José (Ángel de Andrés López) como el escuálido Juan (Jordi Vilches) han terminado refugiándose en la parafernalia estrambótica y seudocientífica de la ufología en busca de los encantos que difícilmente podría aportarles la existencia en un sórdido suburbio del cinturón industrial de Barcelona a principios de la década de los setenta.



En años de insoportable mediocridad monótona y gris, la pareja protagonista (inspirada, como suele decirse en estos casos, en un hecho real acaecido en Terrassa entre 1971 y 1972) sobrelleva los sinsabores de la desesperante cotidianeidad tardofranquista imaginando mundos de ideal alborozo más allá de nuestro sistema solar. Se ven, pues, a sí mismos como la avanzadilla de una civilización superior a quienes los extraterrestres han encomendado la ardua empresa de transmitir un mensaje trascendental que redima definitivamente a sus congéneres.

Conviene, por tanto, saber leer entre líneas cuál es la verdadera intencionalidad a la que obedece una película cuyos personajes tienen más de víctimas de un entorno represor que no de frikis excéntricos. De ahí que Óscar Aibar y su guionista Jorge Guerricaechevarría apostasen, con muy buen criterio, por incidir en el contexto obrero de lucha clandestina en el que se desarrollan los hechos.


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