sábado, 17 de noviembre de 2018

La soledad (2007)




Director: Jaime Rosales
España, 2007, 125 minutos

La soledad (2007) de Jaime Rosales

Los tres premios Goya que recibió La soledad (Mejor película, Mejor director, Mejor actor revelación para José Luis Torrijo) darían el espaldarazo definitivo a la carrera de un Jaime Rosales que, a la sazón, apenas había dirigido dos largometrajes. Lo cual no deja de ser sorprendente tratándose de un realizador cuyo cine es a menudo tildado de frío, lento, documental y otros calificativos por el estilo.

Aunque si hay una palabra que inmediatamente se asocia con esta película es el neologismo polivisión: técnica consistente en dividir la pantalla de cinemascope en dos mitades simétricas para mostrar dos puntos de vista simultáneos y distintos de una misma escena. En realidad, ya Richard Fleischer había recurrido a dicha solución en El estrangulador de Boston (1968), si bien Rosales acertó a darle un enfoque mucho más profundo por lo que tiene de mecanismo que permite ahondar en la psicología de los personajes y el valor simbólico de los espacios.



Porque mostrar una habitación vacía mientras que Adela (Sonia Almarcha) o Antonia (Petra Martínez) se ocupan de cualquier tarea doméstica en otra parte de la casa contribuye enormemente a reforzar esa idea de soledad a la que alude el título y que no es tanto ausencia de compañía, sino más bien un concepto metafísico que lo mismo afecta a la madre separada que se traslada a vivir a Madrid con su bebé que a la mujer ya entrada en años que ve cómo sus tres hijas se discuten por la herencia familiar.

La verdad es que no hay un solo momento durante todo el filme en el que no deje de respirarse un cierto e incómodo sentimiento de abulia, de vida cotidiana filmada en tiempo real y como quien no quiere la cosa, de pequeñas miserias del alma humana divididas en cuatro capítulos y un epílogo: Adela reclamándole la pensión a Pedro (José Luis Torrijo) y éste, a su vez, pidiéndole tres mil euros; Helena (María Bazán) intentando convencer a la madre para que les ayude económicamente a ella y a su marido en la compra de una nueva vivienda; el cáncer de colon de Nieves (Nuria Mencía); Carlos (Lluís Villanueva) insistiéndole a Adela para que lo acompañe a Canarias... Y así hasta desembocar en el atentado y posterior duelo emocional que genera en algunos de ellos o el repentino infarto que pone fin a la vida de Antonia. La cámara no juzga ni evita los silencios: tan sólo capta la realidad tal cual es sin música de fondo ni aditamentos innecesarios. Quizá porque, como dice Conrad en El corazón de las tinieblas: "Vivimos igual que soñamos: solos".


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