Título original: Manbiki kazoku
Director: Hirokazu Koreeda
Japón, 2018, 122 minutos
Un asunto de familia (2018) de Koreeda |
Amoral, lenta; tierna, genial... Los comentarios vertidos por los espectadores tras el preestreno de Un asunto de familia en la Filmoteca de Catalunya revelan bien a las claras que el cine de Koreeda no deja a nadie indiferente. Tal vez porque en sus películas acierta a conseguir un raro equilibrio entre lo subversivo y lo convencional que no siempre es bien entendido/recibido por determinados sectores del público.
Desde luego, Koreeda no es Yamada (eso está claro), en el sentido de que lo que aquí se plantea dista enormemente del retrato inocente y algo afectado que su compatriota proponía en Una familia de Tokyo (2013, remake de los Cuentos de Tokio que Ozu filmara en 1953) o en la más reciente Maravillosa familia de Tokio (2016). Como ya sucedía en Nadie sabe (2004) e incluso en De tal padre, tal hijo (2013), Manbiki kazoku (título original de la cinta) explora los límites del concepto de familia para acabar concluyendo que la esencia del mismo poco o nada tiene que ver con los lazos de sangre.
¿Se burla de las responsabilidades que toda parentela conlleva o, más bien, reivindica el derecho a elegir el tipo de familia que más nos convenga en función de nuestro modo de vida? Pues, probablemente, ni lo uno ni lo otro: en ese sentido, Koreeda adopta un punto de vista bastante neutro, proporcionándonos elementos que tanto pueden hacernos pensar en una como en la otra posibilidad. A fin de cuentas, alguno de los personajes comenta en un determinado momento aquello tan típico de que uno elige a sus amigos y, en cambio, se tiene que conformar con los parientes que le tocan en suerte. ¿Por qué no intentar, entonces, escoger a los miembros de tu propio clan, aunque éstos sean ladrones de poca monta? ¿Es ello posible?
La abuela (a quien da vida la actriz Kirin Kiki, fallecida el pasado mes de septiembre), quizá encarne dicha ambigüedad mejor que ningún otro de los protagonistas de esta historia. De ahí la extrañeza de la "hija" adolescente al descubrir las cuantiosas cantidades de dinero que la vieja Hatsue recibía puntualmente cada mes por parte de un hijo de su difunto marido (del que, por cierto, aún cobra la pensión) nacido de un anterior matrimonio: "Pero, entonces, ¿es que la abuela no nos quería...?"
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