Título original: Sandome no satsujin
Director: Hirokazu Koreeda
Japón, 2017, 124 minutos
El tercer asesinato (2017) de Hirokazu Koreeda |
Noche cerrada en mitad de un descampado a las afueras de una gran ciudad: la escena inicial de Sandome no satsujin nos muestra a Misumi (Kôji Yakusho), autor confeso de los hechos que se van a juzgar, matando y pegándole fuego al cadáver de su víctima (el propietario de una fábrica de harina) tras haberle robado la cartera. Más adelante, sabremos que Misumi acababa de ser liberado tras cumplir una larga sentencia de prisión por otro asesinato anterior.
A partir de ese momento, el trabajo de la defensa va a consistir en eludir que Misumi sea condenado a muerte, alegando que quizá éste actuó impulsivamente en un arrebato de cólera. Pero la labor de los magistrados se irá progresivamente complicando debido a la aparente pasividad de Misumi y sus continuos cambios de versión. Al principio, las explicaciones del acusado son vagas y contradictorias, para luego afirmar que mató a la víctima porque la esposa del hombre le pagó para que lo hiciera. Efectivamente, la viuda y su hija minusválida parecen tener algo que ocultar, quizá un sórdido asunto de abusos sexuales.
El otro polo en esta historia es Shigemori (Masaharu Fukuyama), abogado principal de la causa, y padre de una hija adolescente un tanto díscola, que, en su afán por ganar el caso, no sólo profundizará en las motivaciones de los involucrados, sino también en su propia vida familiar. De hecho, su padre, también jurista, ya había defendido a Misumi en el pasado. Así pues, conforme avance el proceso, y sin apenas darse cuenta, el letrado irá entrando en el juego de su cliente, hasta el punto de que los papeles entre reo y valedor prácticamente se invierten, en un sutil juego de introspección que recuerda al que establecían Dirk Bogarde y James Fox en El sirviente (1963) de Joseph Losey.
Aunque no quedan ahí las posibles semejanzas con otros filmes. La más evidente, tal vez, es Rashomon (1950), dada la imposibilidad de llegar a saber a ciencia cierta qué es lo que realmente sucedió. En ese sentido, tanto El tercer asesinato como el clásico de Kurosawa se acaban convirtiendo en sendos tratados filosóficos en torno al tema de la verdad, concepto etéreo y controvertido donde los haya, estrechamente ligado a la percepción de cada cual. Sea como fuere, Koreeda acierta a crear una atmósfera entre hipnótica y melancólica gracias, entre otros factores, a la banda sonora del italiano Ludovico Einaudi. Clima de misterio que alcanza lo simbólico mediante el uso reiterado de cruces diseminadas a lo largo de la película, en un afán por subrayar la idea de redención que se haya presente en el subtexto de principio a fin como parte esencial del mismo.
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