lunes, 26 de agosto de 2019

Una íntima convicción (2018)




Título original: Une intime conviction
Director: Antoine Raimbault
Francia/Bélgica, 2018, 110 minutos

Una íntima convicción (2018) de Antoine Raimbault


Una película de juicios a la antigua usanza, pero con el aliciente de que muestra las interioridades del aparato judicial francés a partir de un caso verídico, algo no muy frecuente en comparación con la acostumbrada presencia en el cine de Hollywood de la maquinaria procesal norteamericana. En todo caso, de un tiempo a esta parte no son pocos los títulos de la cinematografía gala en los que el poder persuasivo de la palabra posee un papel preponderante: Una razón brillante (Le brio, 2017), A viva voz (À voix haute, 2016), etc., etc.

De ser cierto lo que indican los créditos finales, Nora (Marina Foïs) es el único personaje ficticio de cuantos intervienen en Une intime conviction. Todos los demás, incluido el letrado Eric Dupond-Moretti (Olivier Gourmet), aparecen con los mismos nombres que en la vida real, lo cual da una idea del grado de implicación del debutante Antoine Raimbault a la hora de documentarse para el que ha sido su primer largometraje.



Éste es un filme en el que se emplea muy a menudo el vocablo verdad, esa criatura escurridiza tras la que media humanidad anda a vueltas y que es tan cambiante como el parecer de cada cual. En ese sentido, Nora está convencida de la inocencia de Viguier (Laurent Lucas) y removerá Roma con Santiago hasta conseguir que se repita el juicio. Queda claro, pues, que para esta cocinera con vocación de abogada defensora no hay más certeza que el hecho de que el acusado no mató a su mujer, por lo que no se arredrará ni ante la incomprensión de su entorno familiar y laboral ni ante cualquier otro impedimento con tal de que se haga justicia.

Lo preocupante vendrá cuando la obsesión por el tema adquiera tintes enfermizos, llegando a poner en peligro no sólo su estabilidad personal (es madre soltera de un menor y mantiene una relación con un compañero de trabajo), sino incluso su integridad física. Y es que tantas horas escuchando, en busca de alguna pista, las cintas con los centenares de conversaciones telefónicas de los encausados son capaces de desquiciar a cualquiera. Con todo, y tras arduos esfuerzos, servirán para que el discurso final del letrado, en la más pura tradición de los clásicos del género, sea un soberbio ejercicio de elocuencia de los que hacen historia.


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