domingo, 4 de agosto de 2019

El coyote (1955)




Directores: Joaquín Luis Romero Marchent y Fernando Soler
España/Méjico, 1955, 74 minutos

El Coyote (1955) de J. L. Romero Marchent


Es 1848 y los Estados Unidos se acaban de anexionar California. El bueno de don César Echagüe sénior (Rafael Bardem) intenta apaciguar los ánimos de sus conciudadanos con la promesa de que su hijo regresará pronto de Europa para salvarlos del yugo opresor. Pero cuando éste se presenta en el lugar, resulta ser un petimetre remilgado que suelta latinajos y compone ripios...

Basta un somero análisis para darse cuenta enseguida de que estamos ante una producción de bajo presupuesto: imágenes de archivo, insertos, primeros planos en contrapicado... En fin, el acostumbrado recital de recursos que todo cineasta avezado debe poner en práctica cuando el ingenio es mucho y el dinero escaso. De todo ello sabía bastante Orson Welles, pero también el que fuera su mano derecha en España: Jesús Franco. Que prácticamente comenzó su prolífica carrera con este filme, una adaptación del personaje "creado" por José Mallorquí (aunque tal vez sería más justo decir "copiado", por su inmenso parecido con el Zorro), en la que el futuro Jess participó en el guion y hasta compuso la letra de las canciones, a tanto llegaba su enorme talento.



Es El Coyote, asimismo, la primera de una larga lista de películas de ambientación mejicana a las que el director Joaquín Luis Romero Marchent (1921–2012) consagró la mayor parte de su trayectoria profesional, hasta el extremo de haber sido totalmente encasillado en un subgénero cuyos productos, casi siempre de ínfima calidad, solían ser tan vistosos como intelectualmente vacuos.

Todo lo cual no impide que la película posea ese encanto especial de las historias de aventuras, con todos los clichés habidos y por haber: el misterioso y providencial enmascarado (Abel Salazar) que llega para poner en su sitio al yanqui prepotente (Santiago Rivero), los tiroteos y demostraciones de puntería que dejan boquiabierto al más pintado, hábiles jinetes galopando a lomos de espléndidos corceles, etc. etc. Pero lo que no tiene precio, lo que de verdad representa el auténtico atractivo del filme, es encontrarse a míticos secundarios del cine español en papeles tan desacostumbrados como el de barman del saloon (José María Prada) o ver a Xan das Bolas, que era más gallego que un percebe, haciendo de mendigo guandajón como si tal cosa.


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Desde luego la cosa tenia su merito, lo digo por los pocos medios con los que contaban para rodar estas peliculas. De lo que si guardo un mas que grato recuerdo es de aquellos tebeos, los leia una y otra vez... Eso de Xan Das Bolas supongo que es digno de verse...jeje
    Saludos!
    Saludos1

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    1. Hombre: es cine popular y, por ende, muy ligado a la educación sentimental de mucha gente. Yo creo que, sólo por eso, ya resulta enormemente entrañable.

      Y en cuanto a lo de Xan das Bolas... Oye, Fran, tú que eres de Vigo: ¿crees que hay algo más gallego que un percebe?

      Saludos,
      Juan

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