jueves, 8 de agosto de 2019

Tres colores: Azul (1993)

















Título original: Trois couleurs: Bleu
Director: Krzysztof Kieślowski
Francia/Polonia/Suiza, 1993, 94 minutos

Tres colores: Azul (1993)
de Krzysztof Kieślowski

Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada...

Corintios, 13, 3

Tras perder a su marido y a su hija en un fatídico accidente de coche, Julie (Juliette Binoche) decide romper drásticamente con su pasado y abandonarse a una profunda soledad. Es por eso que se deshace de los bienes de su esposo, destruye sus partituras, vende la mansión que habían compartido, despide a los sirvientes, recupera su apellido de soltera y se instala en un modesto apartamento parisino. No conserva el menor rastro de su vida anterior, excepto un colgante de piedras azules que adornaba la habitación de su hija. Ahora, la única familia de Julie es su propia madre, ingresada en una residencia, aunque la anciana, que ya no la reconoce, la confunde con otra persona cuando la va a visitar...

La primera entrega de la trilogía dedicada a los colores de la bandera francesa denota un cierto amaneramiento en su puesta en escena que tal vez sea debido al hecho de rodar en otro país y en otra lengua. En cualquier caso, la premisa de anteponer el azul al normal desarrollo del relato provoca que la filigrana acabe por devorar al argumento. En ese sentido, es muy probable que Kieślowski hubiese ya dado lo mejor de sí mismo cuando era aquel cineasta valiente, dispuesto a enfrentarse a la férrea maquinaria del Estado polaco durante la época del comunismo, en vez de un prestigioso realizador del Este invitado a trabajar en Francia por el todopoderoso Marin Karmitz.



Aun así, no puede negarse que Bleu sigue siendo una gran película, sobre todo gracias a la soberbia banda sonora compuesta por Zbigniew Preisner y en especial por esa «Canción para la unificación de Europa» cuya letra, procedente de la Primera epístola de San Pablo a los corintios, prefigura, en buena medida, el comportamiento que observará la protagonista durante todo el filme.

Porque, como ya sucediera en su célebre Decálogo (donde cada episodio estaba inspirado en uno de los diez mandamientos), los títulos que integran la trilogía Trois couleurs parten, respectivamente, de los elementos que conforman el lema de la República Francesa. De modo que, para Kieślowski, el azul es el color de la libertad. La misma que aspira a conseguir Julie a toda costa, aun a riesgo de aislarse del mundo.


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