viernes, 23 de agosto de 2019

Jeanne y el chico formidable (1998)




Título original: Jeanne et le garçon formidable
Directores: Olivier Ducastel y Jacques Martineau
Francia, 1998, 98 minutos

Jeanne y el chico formidable (1998)
de Olivier Ducastel y Jacques Martineau


A finales de los noventa y principios de este siglo, el cine francés conoció una suerte de "resurgimiento" del género musical gracias a títulos como On connaît la chanson (1997) de Alain Resnais o 8 femmes (2002) de François Ozon. En realidad, hablar de resurrección no deja de ser una inexactitud flagrante, puesto que la cinematografía gala, en mayor o menor medida, no ha dejado nunca de frecuentar dicho género desde que Jacques Demy fijara sus bases mediante los ya clásicos Les parapluies de Cherbourg (1964), Les demoiselles de Rochefort (1967) y otros filmes posteriores (véase, hace un par de días, en este mismo blog, Une chambre en ville).

Precisamente, el espíritu de Demy está más que presente en Jeanne et le garçon formidable (1998). Y no sólo por el formato, fresco y desinhibido como en los filmes arriba indicados, sino porque el protagonista masculino, interpretado por Mathieu Demy, es hijo del cineasta y de la también realizadora Agnès Varda.



Fieles a su línea combativa y militante, los directores Olivier Ducastel y Jacques Martineau se sirven de la, en apariencia, inofensiva Jeanne (Virginie Ledoyen), una joven de azarosa vida sentimental, para contar una historia de amor imposible entre la susodicha y un seropositivo, lo cual supone, de nuevo, otro homenaje al omnipresente Jacques Demy, quien —pese a que según la versión oficial, difundida por la familia en un primer momento, había muerto a causa de una leucemia— falleció, en realidad, víctima del sida a la edad de cincuenta y nueve años.

La diversidad de estilos de las canciones, en un abanico que abarca desde el tango hasta los ritmos étnicos (caso de la reivindicativa canción de los empleados de limpieza), da lugar a una amalgama que, pese a lo jovial de su presentación, esconde, sin embargo, una realidad social desgarradoramente despiadada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario