lunes, 12 de agosto de 2019

Un verano en Ibiza (2019)




Título original: Ibiza
Director: Arnaud Lemort
Francia/Bélgica, 2019, 87 minutos

Un verano en Ibiza (2019) de Arnaud Lemort


Hace unos días escuché por la radio, en el repaso que dedican cada viernes a propósito de los estrenos de la semana, cómo ponían a parir Un verano en Ibiza. Y sí: ni es un filme de Bergman ni aspira a competir con los de Godard, eso enseguida salta a la vista. Como tampoco se entiende la manía que tienen algunos de cargarse, sistemáticamente, el cine popular. Digámoslo bien alto y bien claro: por la misma razón que no se le pueden pedir peras a un olmo, no deberían exigírsele sesudas reflexiones a una comedia que ha sido concebida con la única y muy noble finalidad de hacernos pasar el rato.

Porque eso es lo que garantiza la cinta del francés Arnaud Lemort a todo aquel que esté dispuesto a echarse unas risas a costa de las dichosas vacaciones estivales, el turismo de masas y los conflictos generacionales. Por no hablar de esas familias reconstituidas, como la que forman Philippe (Christian Clavier) y Carole (Mathilde Seigner), en las que ambos miembros aportan hijos o hijas de una relación anterior.



De hecho, tanto el uno como la otra no parecen haber superado aún que sus antiguas parejas los abandonasen, si bien ello no impide que se esfuercen en iniciar juntos una nueva vida, a pesar de que los hijos adolescentes de Carole no conecten demasiado con el podólogo Philippe y lo que ellos consideran sus gustos de "carroza". No obstante, si han acabado todos en Ibiza no ha sido por él, partidario de pasar unos días de asueto en la casa de campo de sus padres, sino para recompensar las buenas notas de Julien (Leopold Buchsbaum).

Bien: esto es lo que da de sí una comedia veraniega de sol y playa. Aunque, entre tópico y tópico (drogas, macrodiscotecas, esnobismo, amores juveniles...), se permite alguna que otra referencia cinéfila (¡quién lo iba a decir!). Es el caso de ese poco frecuente fenómeno óptico que se produce en el preciso instante de la puesta de sol, "el rayo verde" lo llaman, que Philippe insiste en mostrar a los suyos y que el bueno de Éric Rohmer inmortalizó en el filme homónimo de 1986.


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