Director: Cesc Gay
España/Argentina, 2015, 108 minutos
Truman (2015) de Cesc Gay |
Que una película comience con una melodía de Toti Soler es el mejor de los presagios. Que se irán gradualmente confirmando a medida que avanza el metraje de Truman, vencedora en la edición de los premios Goya del año pasado con cinco galardones y un elenco de actores que tira de espaldas: Ricardo Darín, Javier Cámara, Eduard Fernández, Àlex Brendemühl, José Luis Gómez, Pedro Casablanc, Javier Gutiérrez, Àgata Roca, Francesc Orella, Silvia Abascal...
Decir a estas alturas lo bien que actúan Darín y Cámara puede sonar a broma, pero es que realmente es así: qué fácil hacen que parezca y qué complejo, a la vez, meterse en la piel de unos personajes con semejante carga emocional. Y si, por otra parte, ya de por sí resulta complicado definir la verdadera amistad, sobre todo cuando se mezcla con la enfermedad irreversible de uno de los protagonistas, Cesc Gay acierta, sin embargo, a plasmarla en imágenes como si tal cosa.
La mayoría de críticas, elogiosas (por otra parte), que recibió Truman coincidían en señalar la habilidad del realizador catalán a la hora de eludir el drama lacrimógeno en que podría haberse convertido un planteamiento de tales características. Pero a partir del instante en el que se sitúa al perro en el centro de la trama, como testigo mudo del vendaval de emociones suscitado a raíz del diagnóstico de su amo, la cosa se suaviza. Porque ya no se trata tanto de la aflicción motivada por los problemas de salud de Julián (Darín) en su entorno más inmediato, con las consiguientes muestras de afecto (las que se exteriorizan y, más significativas aún, las palabras que no se pronunciarán jamás), sino de la comicidad a que dan pie las situaciones que se viven al intentar buscarle un nuevo hogar al dogo.
Con todo, que nuestra atención se desvíe momentáneamente del amo al perro no es óbice para que la verdad incómoda siga ahí. En ese sentido, quizá sería interesante analizar la actitud de la pareja protagonista desde la perspectiva de la inteligencia emocional: en el caso de Tomás (Javier Cámara), porque considera más sensato desplazarse desde Canadá para apoyar a su mejor amigo; y en el de Julián, porque no le importa ir hasta Ámsterdam para celebrar el cumpleaños de su hijo. Es decir: ambos son capaces, en un momento crítico, de saber priorizar qué cosas valen realmente la pena. Y de ahí el éxito cosechado por la película, ya que el común de los mortales (como tal vez le ocurre a Paula, el personaje encarnado por la argentina Dolores Fonzi) no sabríamos encajar con esa mezcla de humor y filosofía una disyuntiva de dicho calibre.
La mayoría de críticas, elogiosas (por otra parte), que recibió Truman coincidían en señalar la habilidad del realizador catalán a la hora de eludir el drama lacrimógeno en que podría haberse convertido un planteamiento de tales características. Pero a partir del instante en el que se sitúa al perro en el centro de la trama, como testigo mudo del vendaval de emociones suscitado a raíz del diagnóstico de su amo, la cosa se suaviza. Porque ya no se trata tanto de la aflicción motivada por los problemas de salud de Julián (Darín) en su entorno más inmediato, con las consiguientes muestras de afecto (las que se exteriorizan y, más significativas aún, las palabras que no se pronunciarán jamás), sino de la comicidad a que dan pie las situaciones que se viven al intentar buscarle un nuevo hogar al dogo.
Con todo, que nuestra atención se desvíe momentáneamente del amo al perro no es óbice para que la verdad incómoda siga ahí. En ese sentido, quizá sería interesante analizar la actitud de la pareja protagonista desde la perspectiva de la inteligencia emocional: en el caso de Tomás (Javier Cámara), porque considera más sensato desplazarse desde Canadá para apoyar a su mejor amigo; y en el de Julián, porque no le importa ir hasta Ámsterdam para celebrar el cumpleaños de su hijo. Es decir: ambos son capaces, en un momento crítico, de saber priorizar qué cosas valen realmente la pena. Y de ahí el éxito cosechado por la película, ya que el común de los mortales (como tal vez le ocurre a Paula, el personaje encarnado por la argentina Dolores Fonzi) no sabríamos encajar con esa mezcla de humor y filosofía una disyuntiva de dicho calibre.
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