Título original: Bridge of Spies
Director: Steven Spielberg
EE.UU./Alemania/India, 2015, 142 minutos
El puente de los espías (2015) |
Si hace una semana decíamos, hablando de Truman, que empezar una película con una melodía de Toti Soler es el mejor de los augurios, ahora nos encontramos, justamente, frente al caso contrario: empezarla y acabarla con un texto explicativo en pantalla invita al peor de los pronósticos... aunque el guion sea de los hermanos Coen... aunque en determinados momentos se perciba la impronta del Hitchcock de Cortina rasgada...
Despliegue de medios apabullante versus contenido ideológico más que discutible: Spielberg vuelve a ensayar, una vez más, la fórmula que le hace triunfar en taquilla a pesar de la parcialidad de sus presupuestos. Porque el hecho de que, a estas alturas, el director de E.T. pretenda explicarnos qué fue realmente la Guerra Fría es tan innecesario como perverso. A fin de cuentas, lleva haciéndolo toda la vida: justificar el presente utilizando como pretexto el pasado. Así pues, la idea de fondo que subyace tras una película como Bridge of Spies vendría a ser algo así como que los espectadores deben volver a sus casas pensando que, a pesar de los Donald Trump del día de hoy, hay hombres honestos en EE.UU. que velan por que se respeten los derechos de cualquier acusado; que, por más que siga existiendo Guantánamo, el sistema aún es capaz de mostrar conmiseración hasta con el más temible de los prisioneros, ya sea comunista o yihadista: "Every person matters..."
Insistiendo en lo arriba expuesto, algunas escenas de El puente de los espías son de sentir vergüenza ajena, como la de aquella señora que viaja en el mismo vagón de tren que James B. Donovan (el abogado al que interpreta Tom Hanks) y que primero lo mira con desdén y días después con admiración, sólo por lo que dice la prensa a favor o en contra de él. O, todavía en el tren, pero ahora a través de la ventanilla, la sensiblería del paralelismo entre los tiroteados que intentan huir saltando el muro de Berlín y unos chicos de Brooklyn trepando por una valla.
Luego están las imprecisiones e inexactitudes históricas, como mostrar la construcción del muro bajo la nieve (cuando todo el mundo sabe que se levantó en pleno mes de agosto), pero tampoco nos pasemos de estrictos, que una película no es, ni debería ser nunca, un tratado de historia. Baste señalar que Mark Rylance está más que convincente en su papel de estoico espía ruso ("Would it help?"), lo que le valdría hacerse con el Óscar al mejor secundario y volver a trabajar a las órdenes de Spielberg un año más tarde en Mi amigo el gigante. O que Eve Hewson. la hija de Bono, el cantante de U2, interpreta, a su vez, a una de las hijas del protagonista.
Despliegue de medios apabullante versus contenido ideológico más que discutible: Spielberg vuelve a ensayar, una vez más, la fórmula que le hace triunfar en taquilla a pesar de la parcialidad de sus presupuestos. Porque el hecho de que, a estas alturas, el director de E.T. pretenda explicarnos qué fue realmente la Guerra Fría es tan innecesario como perverso. A fin de cuentas, lleva haciéndolo toda la vida: justificar el presente utilizando como pretexto el pasado. Así pues, la idea de fondo que subyace tras una película como Bridge of Spies vendría a ser algo así como que los espectadores deben volver a sus casas pensando que, a pesar de los Donald Trump del día de hoy, hay hombres honestos en EE.UU. que velan por que se respeten los derechos de cualquier acusado; que, por más que siga existiendo Guantánamo, el sistema aún es capaz de mostrar conmiseración hasta con el más temible de los prisioneros, ya sea comunista o yihadista: "Every person matters..."
Insistiendo en lo arriba expuesto, algunas escenas de El puente de los espías son de sentir vergüenza ajena, como la de aquella señora que viaja en el mismo vagón de tren que James B. Donovan (el abogado al que interpreta Tom Hanks) y que primero lo mira con desdén y días después con admiración, sólo por lo que dice la prensa a favor o en contra de él. O, todavía en el tren, pero ahora a través de la ventanilla, la sensiblería del paralelismo entre los tiroteados que intentan huir saltando el muro de Berlín y unos chicos de Brooklyn trepando por una valla.
Luego están las imprecisiones e inexactitudes históricas, como mostrar la construcción del muro bajo la nieve (cuando todo el mundo sabe que se levantó en pleno mes de agosto), pero tampoco nos pasemos de estrictos, que una película no es, ni debería ser nunca, un tratado de historia. Baste señalar que Mark Rylance está más que convincente en su papel de estoico espía ruso ("Would it help?"), lo que le valdría hacerse con el Óscar al mejor secundario y volver a trabajar a las órdenes de Spielberg un año más tarde en Mi amigo el gigante. O que Eve Hewson. la hija de Bono, el cantante de U2, interpreta, a su vez, a una de las hijas del protagonista.
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