sábado, 18 de febrero de 2017

Mi tío Jacinto (1956)




Director: Ladislao Vajda
España/Italia, 1956, 87 minutos

Mi tío Jacinto (1956) de Ladislao Vajda


Se ha comparado muy a menudo el ambiente de miseria reflejado en Mi tío Jacinto con el neorrealismo italiano y, aunque no sea exactamente lo mismo, sí que es cierto que hay más de una semejanza. Para empezar, porque la pareja formada por Antonio Vico (Jacinto) y Pablito Calvo (Pepote) es idéntica a la que ocho años antes habían encarnado los italianos Lamberto Maggiorani y Enzo Staiola en Ladrón de bicicletas.

Con todo, no fue ése el único referente del que se sirvió el húngaro Ladislao Vajda: también es fácil acordarse de Chaplin y Jackie Coogan en El chico (The Kid, 1921), por no hablar del parecido físico entre Antonio Vico y Buster Keaton, aunque esto último pueda ser más casual. De todos modos, de lo que se trataba era de explotar el filón del éxito comercial que previamente había tenido Marcelino pan y vino, otra coproducción hispanoitaliana con Vajda a la cabeza y protagonizada igualmente por el mismo niño con cara de querubín.



Entroncando con la más pura tradición picaresca, de tipos que sobreviven como pueden en el Rastro madrileño, aunque sea recogiendo colillas, hay en Mi tío Jacinto no pocos momentos estelares. Uno de ellos es el interrogatorio en comisaría, donde, al mismo tiempo que se les toma declaración a los implicados en la compraventa de relojes de dudosa procedencia, el comisario y sus subordinados van redactando en paralelo un escrito de queja dirigido a sus superiores para trasladarles su malestar por el lamentable estado en el que se encuentran las dependencias policiales. Otro es, qué duda cabe, la escena en la que de repente se pone a llover durante la corrida de toros y Tip evita que se le moje el traje de luces a Jacinto: ese paraguas es el mismo con el que el torero había tachado antes su nombre del cartel de la charlotada y con el que dará una última estocada sobre un árbol al acabar la película.



Faltaría, para terminar, un breve recuerdo de otros títulos en los que se note que haya influido éste. El caso más evidente sería, tal vez, el de El monosabio (1978) de Ray Rivas, en el que el Juanito que interpreta José Luis López Vázquez también hará lo imposible para reunir el dinero que le permita ver cumplido su sueño de torear en una novillada. Menos patético, pero igualmente marcado por la picaresca, es el caso del joven Juan interpretado por Óscar Cruz en Los golfos (1960) de Carlos Saura: de nuevo una historia de sacrificio y astucia para sufragar un debut taurino que el destino se empeña, sin embargo, en hacer fracasar.


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