domingo, 15 de julio de 2018

La calle de atrás (1961)




Título original: Back Street
Director: David Miller
EE.UU., 1961, 107 minutos

La calle de atrás (1961)


El siempre espinoso tema del adulterio (y más tratándose de épocas pretéritas, que hoy el mundo está curado de espanto ante éste o cualquier otro asunto) es la base del conflicto dramático que atenaza la existencia de los protagonistas de Back Street. Aunque, y eso también es importante señalarlo, contrariamente a lo que sería el planteamiento habitual en casos así, el adúltero es en esta ocasión él y no ella. A lo que hay que sumar la acusada diferencia de edad entre los intérpretes: ni se dice durante la película ni se nota demasiado viéndolos juntos ni tampoco tiene la más mínima importancia (véanse las líneas uno y dos de este párrafo), pero la Hayward (nacida en 1917) le sacaba al apolíneo John Gavin (1931) la friolera de catorce años.

Puede que alguno de los elementos arriba indicados le reste credibilidad a un melodrama romántico muy en la línea de los de Douglas Sirk, pero a juzgar por la cantidad de adaptaciones cinematográficas que se llevaron a cabo de la novela homónima de Fannie Hurst (tres en total, contando la que nos ocupa, que fue, hasta el momento, la última) ni al público ni a los productores de la época parecían importarles demasiado ese tipo de detalles. Las otras dos versiones, por cierto, habían sido La usurpadora (1932) de John M. Stahl y Su vida íntima (1942) de Robert Stevenson. Y sus respectivas parejas protagonistas, Irene Dunne/John Boles y Margaret Sullavan/Charles Boyer.



Tal y como enfocaron la historia el director David Miller y los guionistas Eleanore Griffin y William Ludwig, La calle de atrás entronca con esa clase de filmes, tan en boga por aquel entonces, cuya acción se trasladaba a determinadas capitales europeas (generalmente París y Roma, como aquí sucede) con el objetivo de subrayar el componente romántico al que antes aludíamos, al tiempo que se dotaba a la cinta de un "exotismo" mucho más atractivo para el espectador medio americano. Otros títulos en los que también se explotó dicha fórmula serían, por ejemplo, La última vez que vi París (1954) de Richard Brooks o, en clave cómica, la aclamada Vacaciones en Roma (1953) de William Wyler.

De todos modos, y dado el carácter entre educativo y ejemplarizante que se le suponía entonces al cine, era norma en el Hollywood clásico observar una serie de códigos morales más o menos de obligado cumplimiento según los cuales, en casos como el presente, la comisión de determinados "pecados" por parte de los personajes no podía quedar impune. De ahí que el apuesto propietario de la cadena de almacenes Saxon (Gavin) acabe falleciendo tras un fatídico y predecible accidente de tráfico. Poco importa que su esposa (Vera Miles) sea una alcohólica con la que difícilmente empatizarían ni él ni nadie: lo primordial es que, habiendo el hijo de ambos descubierto la aventura que su padre mantiene con otra, no quedaba más remedio que zanjar la historia mediante un final aleccionador. Así, se opta por salvar a Rae Smith (Hayward) como afamada diseñadora y mujer independiente que es, condenándolo a él por haber accedido a llevar una doble vida sin atreverse a abandonarlo todo por amor.


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