Título original: Dead Ringer
Director: Paul Henreid
EE.UU., 1964, 116 minutos
Su propia víctima (1964) de Paul Henreid |
Sólo por las caras de loca que pone Bette Davis ya vale la pena el visionado de Dead Ringer, algo así como "Su vivo retrato", aunque la cinta también es conocida con el título alternativo de Who Is Buried in My Grave?, es decir, "¿Quién yace en mi tumba?" En España, país siempre dado a rebautizar las películas, se optó por una solución intermedia: Su propia víctima.
Aunque, al margen de la fuerza expresiva del rostro de la susodicha, lo cierto es que su doble papel encarnando a dos hermanas gemelas constituye un desafío interpretativo únicamente al alcance de una de las más grandes damas que haya dado jamás el arte cinematográfico. Tanto es así que los carteles publicitarios (véase arriba) mencionaban dos veces el nombre de Bette Davis, al tiempo que no dudaban en usar como reclamo el anterior éxito de la actriz en ¿Qué fue de Baby Jane? (1962).
La dirección corrió a cargo del otrora actor y galán de Hollywood Paul Henreid (el Victor Laszlo de Casablanca), quien desarrollaría en el medio televisivo la mayor parte de su carrera tras las cámaras y que aquí no dudó en dar la alternativa a su propia hija Monika con un pequeño papel: el de eficiente criada en la mansión de la protagonista.
Por una serie de coincidencias, seguramente involuntarias, Dead Ringer puede hacernos pensar en más de un momento en la atmósfera decadente de El crepúsculo de los dioses (1950) de Billy Wilder. A fin de cuentas, tanto la Davis como la Swanson son estrellas venidas a menos que pasean su decrepitud por la zona alta de Los Ángeles. Pero ahí queda todo: por lo demás, Su propia víctima es la historia de dos mujeres idénticas en aspecto y, sin embargo, con muy distinto carácter y fortuna. Dependerá de la habilidad de Edith en suplantar a Margaret el sacar adelante un engaño que se acaba revelando peor remedio que las cuantiosas deudas que la ahogaban en su modesta coctelería de la calle Figueroa, esquina con Temple. No obstante, la metamorfosis que experimenta la hermana "pobre" es tal que ni siquiera su amante policía (el típico calzonazos insufrible en el que Karl Malden estaba especializado) será capaz de percatarse de semejante mistificación.
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