lunes, 30 de julio de 2018

Llenos de vida (2018)




Título original: Place publique
Directora: Agnès Jaoui
Francia, 2018, 98 minutos

Llenos de vida (2018) de Agnès Jaoui


Entre otras cosas, la última película del tándem Jaoui-Bacri comienza con una frase bastante reveladora de Jean d'Ormesson (1925-2017): "À vingt ans, si on n'a pas le cœur à gauche, on n'a pas de cœur. À quarante ans, si on a toujours le cœur à gauche, on n'a pas de tête". Elocuente, decimos, porque define a la perfección el carácter de la pareja protagonista: Castro (Bacri) fue tal vez un veinteañero engagé, aunque a sus 65 primaveras (y por más peluquín que luzca) su cinismo corrosivo delata un más que probable viraje hacia la derecha de un corazón que, a fuerza de airear las intimidades de los famosos por televisión, se ha endurecido enormemente; su exmujer Hélène (Jaoui) demuestra, en cambio, no tener mucha cabeza al continuar defendiendo con más de cincuenta años las mismas causas perdidas de cuando tenía veinte.

En realidad, se podría decir que, como en la ficción, el matrimonio Bacri-Jaoui lleva toda la vida representando la misma bufonada: coescrita por ambos y dirigida por ella, Place publique difiere en muy poco de anteriores proyectos de la pareja, experta en diseccionar las debilidades humanas en comedias corales aparentemente inofensivas, pero que no dejan títere con cabeza. Así pues, desde que comenzasen su andadura en 2000 con la aclamada Para todos los gustos, pocas (por no decir ninguna) de sus cinco comedias han eludido las reuniones sociales o celebraciones de todo tipo como planteamiento idóneo que les permita juntar en escena a personajes de muy distinto jaez.



En el caso que nos ocupa es el famoseo quien sale peor parado: todas esas celebrities de medio pelo que Nathalie (Léa Drucker) convoca en el jardín de su nueva residencia y que han alcanzado la "gloria" tan sólo por acumular unos cuantos cientos de miles de likes en las redes sociales de turno. Claro que el populacho también recibe a base de bien: desde la camarera que está más pendiente de hacerse selfis con sus ídolos en lugar de atender a las mesas hasta el chófer que baila amistosamente con Castro en la escena inicial para luego ser despedido de manera fulminante por una simple minucia de la que ni siquiera es culpable.

Todo es verdad, todo es mentira: pero ninguno de los que se asoman a la "plaza pública" a la que alude el título original (me gustaría saber de dónde viene lo de Llenos de vida de la versión española) sale del todo indemne de una mascarada que guarda no pocas similitudes con el anterior trabajo como actor de Bacri: la disparatada C'est la vie (Le sens de la fête, 2017) de Nakache y Toledano, que ya tuvimos ocasión de comentar aquí a finales de enero de este año.

Como en la última de Haneke, el uso del móvil es ridiculizado

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