martes, 17 de julio de 2018

La bruma (2018)




Título original: Dans la brume
Director: Daniel Roby
Francia/Canadá, 2018, 89 minutos

La bruma (2018) de Daniel Roby


He aquí la típica película de desastres y cataclismos planetarios que la crítica se va a cargar sin demasiados miramientos a pesar de lo logrado de sus efectos especiales. Para empezar, por fallos de guion imperdonables (¿cómo es que esa bruma que, procedente del subsuelo, inunda las calles de París y que, en teoría, es tan nociva para la salud humana no irrita los ojos ni la piel de los protagonistas?) Pero también por la vaguedad de las razones que puedan llegar a explicar el origen y posterior desarrollo de los hechos.

En ese sentido, la hija de Mathieu (Romain Duris) y Anna (Olga Kurylenko) vive encerrada en el interior de una cápsula que la protege de las amenazas a que teóricamente se vería expuesta dada la enfermedad rara que padece. Teniendo en cuenta que la mencionada cabina puede seguir funcionando con baterías pese a la falta de suministro eléctrico y que la acción se sitúa en un futuro no muy lejano en el que los automóviles estarán provistos de semejantes artilugios, mantener en marcha la cámara hiperbárica se va a convertir en la principal preocupación de unos padres que se han quedado aislados en el apartamento de arriba junto a una pareja de ancianos.



Tanto temática como visualmente, La bruma recuerda a filmes de similar factura catastrofista como La niebla (The mist, 2007) de Frank Darabont o La guerra de los mundos (2005) de Spielberg. Cintas de hace más de una década cuyo mensaje apocalíptico se mantiene, sin embargo, vigente por mor de los crueles atentados terroristas en los que la capital francesa se ha visto envuelta en los últimos tiempos. Aun así, la pirueta final viene a desmentir los posibles vínculos metafóricos con el yihadismo abogando por una explicación más de tipo generacional según la cual los progenitores se verán forzados a padecer las consecuencias ambientales que se derivan de no haber sabido cuidar el planeta que deberían haber legado impoluto a sus hijos.

Al margen de lo que digan los críticos, hay que señalar que Dans la brume posee un ritmo narrativo trepidante que la convierte en opción ideal para una de estas tardes del mes de julio en que la combustión ocasionada por las altas temperaturas puede llegar a ser tan o más desesperante que esta neblina con acento francés.


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